GRANADA / Desde el significado al afecto
Granada. Palacio de Carlos V. 16-VII-2020. 69º Festival Internacional de Música y Danza. Orquesta Ciudad de Granada (OCG). Director y piano: Krystian Zimerman. Beethoven: Conciertos para piano y orquesta nº 1 y 2.
Haciendo todo un ejercicio de experiencia, se presentaba por vez primera en Granada el pianista silesio Krystian Zimerman, referente durante dos generaciones de aficionados e intérpretes de la música para teclado. La expectación era máxima, con un repertorio muy conocido que ha venido siendo tratado desde hace sesenta años con significativos aportes como los que en su día determinaron pianistas de la talla de Arrau, Backhaus, Barenboim, Brendel o Fleisher, quienes dejaron sublimes recreaciones de los conciertos de Beethoven.
Desde una postura un tanto ecléctica, Zimerman se ha aproximado a los dos primeros asegurando una certera respuesta de la orquesta granadina con una dirección acordada y establecida en la mutua confianza, y un planteamiento musical en el que el afecto que se expresa en estas obras se ha fundamentado en la objetividad que encierra su contenido musical. Así se pudo percibir cómo el ampuloso aire de marcha que imprimió al primer movimiento del Concierto op. 15 fue contrastado con la sutil delicadeza de su pulsación, que determinaría un sonido que se convertía en pálpito apasionado en el segundo movimiento, manifestándose la introspección que proyectaba sobre la etérea calidad de su música. Los dos elementos concertantes llegaban así a su íntimo diálogo en un significativo sentido parlato de equilibrado efecto poético realzado por la acertada superposición y contraposición de legati y staccati como ejemplo definitorio de este primer periodo creativo del compositor. La tensión, que otros pianistas ofrecen en este singular Largo, Zimerman la convirtió en un melodioso discurso que planeaba sobre la orquesta con máxima concernencia. En el rondó final, desplegó un efusivo mecanismo rayano en una agitación rítmica que en algunos momentos resintió la claridad y limpieza mozartianas que requiere su ejecución.
Con el piano sin tapa, en paralelo a la disposición de la orquesta, no haciendo cuña entre ella como suele ser habitual cuando el pianista asume también la función de dirección, Zimerman, después de un cambio de mascarilla, se dispuso a interpretar la más débil de las obras concertantes del compositor, la Op. 19, con un mayor grado de displicencia cinética, encontrándose más consigo mismo en la expresión de esta obra, con la que dio rienda suelta a su ser romántico reforzando el sonido orquestal con suntuosidad y trasparencia, y cargando de lirismo su fraseo en el teclado al hacer énfasis del dramatismo resultante de sus ricos contrastes dinámicos. La dicción de sus pentagramas respiraba con sentimiento y fluido hálito nuevamente en el adagio central, superando incluso la formalidad alcanzada en el tiempo lento del primer concierto. Con un manifiesto carácter festivo expresó las retadoras articulaciones del alegre rondó final, motivando a la OCG para que terminara con brillantez una actuación de las que quedarán en su trayectoria como de las más logradas, confirmándose una vez más su capacidad original para adentrarse en el repertorio orquestal de la Primera Escuela de Viena, siendo en este caso equiparable elemento concertante a la singularidad del solista que, en las dos citas que restan para completar el ciclo está llamado a crecer en afección y significado.