GRANADA / Crumb-Lorca Project: variedad de efectos (y afectos)
Granada. Centro Federico García Lorca. 23-VI-2021. Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Cuarteto Bretón. Obras de Sánchez-Verdú, García y Crumb.
Con este concierto se iniciaba el ciclo que, tan sabiamente, ha montado este año el festival granadino en torno a las relaciones del nonagenario norteamericano George Crumb y García Lorca, centrado particularmente en el grupo de doce variopintas composiciones del primero en torno a la poesía y a las vivencias del segundo. Este Crumb-Lorca Project, consta de seis sesiones, a celebrar lógicamente en el Centro García Lorca, y de un curso especializado. Ha abierto el fuego el Cuarteto Bretón, un conjunto compacto, equilibrado, muy profesional, constituido por músicos avezados y conocedores, afinado y con personalidad, que han ejecutado un programa de lo más enjundioso y didáctico.
El Cuarteto nº 9, “Paraíso cerrado”, de José María Sánchez-Verdú es una buena muestra de los procedimientos racionales y sensitivos del compositor algecireño, que se basa en un texto de Pedro Soto de Rojas (1584-1658) que describe el paraíso/jardín del barroco como representación de un paseo en busca del paraíso celeste. Las estructuras poéticas son representadas musicalmente. El laberinto y la arquitectura como fuentes de inspiración, que en el compositor viene dada por un lenguaje sigiloso y delicuescente, de una delicadeza y una fragilidad que no son de este mundo. Las siete partes desfilan ante nosotros con premura y diligencia, con golpes sul ponticello, pizzicati, exquisitas delicadezas tímbricas casi inaudibles, entre el silencio y el rumor. La atención ha de sentirse recompensada tras una cuidada interpretación, como la ofrecida por el Bretón.
Muy distinta es la obra del que fuera profesor de Sánchez-Verdú, Juan Alfonso García (1935-2015), maestro de tantos. Su Cuarteto, escrito en 2007, es una suerte de precipitado de Bartók y sesudas peroraciones denotadoras de un buen oficio y conocimiento de la escritura contrapuntística de la mejor escuela. Yuxtaposiciones, trabajo de variaciones a partir de un tema, repeticiones y buen dominio de la forma definen una composición un tanto discursiva bien delineada y comprendida por el Cuarteto madrileño.
Black Angels de 1970 es probablemente la obra más conocida de Crumb (1929). Se compone de trece imágenes a las que el autor denominó “de la tierra oscura”, en las que se escuchan episódicamente derivaciones de El trino del diablo de Tartini, del Cuarteto La muerte y la doncella de Schubert, de una Pavana de Dowland y de la secuencia gregoriana del Dies Irae. Todo en medio de un discurrir ameno y lleno de sorprendentes efectos sonoros y visuales: pistoletazos, sonoridades amplificadas, virulentos ataques, gritos más o menos acompasados, golpes de gong, manejo con el arco de vasos y copas con agua (a modo de armónica de cristal)… Una partitura que, como dice en sus breves notas Stefano Russomanno, “mezcla oscuridad y belleza, violencia y elegía, pasado y presente, en una visión capaz de comunicar con singular intensidad las tragedias de la crónica contemporánea”.
A todo se prestó diligente el Bretón, que pareció disfrutar de lo lindo pero que exhibió altos grados de concentración, de intensidad expresiva, a lo largo de una ancha gama de recursos. Todo funcionó con exactitud, pero con la mínima libertad que precisa una obra tan singular, tan ‘negra’ y al tiempo, en determinados momentos, tan humorística. Ante los aplausos de un público que llenaba las localidades disponibles del pequeño auditorio, los instrumentistas regalaron una pequeña composición, animada y contrastada, muy americana en su línea de acompañamiento de Carolyn Shaw, y una breve página, muy característica, de Philip Glass.
Arturo Reverter
(Foto: Fermín Rodríguez)