GRANADA / Christian Zacharias se pone romántico con la OCG
Granada. Auditorio Manuel de Falla. 18-II-2023. Coro de la Orquesta Ciudad de Granada. Director: Héctor E. Márquez. Piano y director: Christian Zacharias. Obras de Schumann y Brahms.
Vuelve a contar la Orquesta ciudad de Granada con la presencia del prestigioso pianista Christian Zacharias, y lo hace como solista, en efecto, pero también como director de la formación y aun del coro de la OCG —no en vano es principal director invitado de la orquesta—, en un programa variado por sus registros, eminentemente romántico, y centrado en dos compositores que tuvieron una estrecha relación. Se escucharon así dos obras para coro y orquesta de Brahms, Begräbnisgesang (canto fúnebre) op. 13 y Nänie op. 82; la Introducción y Allegro appasionato op. 92 de Schumann —con el propio Zacharias al piano y la dirección, como hemos dicho—; y, para concluir, la Sinfonía nº 3 en fa mayor op. 90 de nuevo de Brahms.
Las obras sinfónico-corales sonaron muy bien, el coro de la OCG en su línea de gran versatilidad y calidad, eminentemente lírico —con delicados momentos cantando en pianissimo—, pero también tonante y dramático en los momentos de clímax implacable típicamente brahmsianos. Muy lograda en especial la segunda canción, Nänie, con toda la orquesta —la primera era solo para vientos—, plenamente empastada (las cuerdas en particular) con las voces.
La pieza para piano y orquesta de Schumann, sin ser per se especialmente brillante, quedó para lucimiento del solista, con una asombrosa capacidad de Zacharias para la velocidad lírica, con un movimiento de muñeca tan relajado y grácil que resultaba casi inverosímil, y un bellísimo y continuado legato en toda la obra. La orquesta lo acompañaba dúctil, sin conflicto, y, con algunos énfasis muy bien marcados de Zacharias desde el piano, supo dar cierto vigor y sorpresa al dramatismo algo convencional de la parte orquestal de la obra. Los aplausos del público se vieron recompensados por parte de pianista-director con una interpretación del primer número de Las estaciones op. 37a de Chaikovski (Enero, junto al fuego) lenta, delicada y con un aire casi barroquizante.
La sinfonía de Brahms tuvo un planteamiento desde su comienzo mismo más apasionado que lírico y tranquilo, con las dinámicas muy marcadas en los intervalos del motivo inicial, tocado con cierta velocidad, lo que generó una interpretación enérgica, muy clara también. Los movimientos del director (sin batuta) fueron muy marcados y expresivos, dirigiendo con todo el cuerpo e incluso dando saltos sobre el podio no precisamente pequeños en los momentos de clímax. El celebérrimo tercer movimiento, Poco allegretto, sonó precioso, esforzado y especialmente expresivo, si bien delicado al mismo tiempo, con Zacharias completamente volcado en su principio sobre los violonchelos, indicando a las claras que ellos eran la clave y casi abandonando al resto de la orquesta, y con una réplica dulcísima y melancólica de la trompa en su repetición final. El Allegro conclusivo pareció recoger toda la energía contenida a lo largo de toda la interpretación para terminar calmado y contrastar con sabiduría en su guiño cíclico, como diciendo que lo impetuoso del comienzo tenía ahora por fin su razonable conclusión.
En definitiva, una interpretación redonda e impecable que confirma la buena sintonía de Zacharias con la orquesta —y con la dirección y el repertorio romántico— y que augura futuros conciertos del mejor nivel.
José Manuel Ruiz Martínez
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