Giuseppe Giacomini, aquella voz recia y oscura
Fue el 8 de abril de 1981 cuando, en el Teatro de la Zarzuela, escuchamos, allá a lo lejos, fuera de la caja escénica, el canto bizarro de una oscura voz de tenor, recia y rotunda, entonando aquello de Deserto sulla terra, breve aria de salida de Manrico, protagonista de Il trovatore de Verdi. Era un título que se ponía por cuarta vez dentro de las temporadas organizadas por los Amigos de la Ópera de Madrid en el Teatro de la Zarzuela.
Ese vibrante instrumento tenoril, tan contundente y pleno, era el de Giuseppe Giacomini, nacido en Monselice, cerca de Padua, el 7 de septiembre de 1940, tal y como se consignaba en estas páginas hace unas horas. Continuaba la estela dejada temporadas atrás en el mismo escenario y mismo papel, por otras importantes voces de su cuerda: Flaviano Labò, timbrado y penumbroso (1964), Plácido Domingo, juvenil y caluroso (1973) y Francisco Ortiz, vigoroso y ancho (1978), fallecido hace escasas semanas. Voces difíciles de encontrar a día de hoy (el que queda, Domingo, canta ahora, a sus 80 años, como vetusto y falso barítono).
Pero estábamos con Giacomini, una voz caudalosa, emitida con ortodoxia, aunque con toques leves de gola y ciertas resonancias musculares; que no impedían que el sonido surgiera pleno, compacto, redondo, potente y campaneante y que ofreciera en todo su esplendor unos graves bien apoyados y firmes, un centro bien modelado, ancho y consistente, y, tras un ostensible cambio de posición y un pasaje situado más en el Mi que en el Fa, unos agudos imponentes, fustigantes, plenos, esmaltados, bien cubiertos y bien proyectados, con un Sol, un La y un Si bemol de impresión. Más arriba el esfuerzo era ya muy notorio, lo que afeaba la emisión.
Eran características que se había ido forjando a lo largo de una carrera que había comenzado en 1967 en Vercelli cantando el Pinkerton de Madama Butterfly tras su paso por las aulas de los maestros Elena Fava Ceriati de Padua, Marcello del Monaco de Treviso y Vladimiro Radiali de Milán, con los que fue afirmando su técnica. La solidez y anchura del instrumento, de tintes cada vez más baritonales, iba sentido proporcionalmente inverso al de su facilidad para hacer un piano, una media voz, un falsete, prácticamente imposibles para él a medida que cumplía años, lo que dotaba a su canto de una evidente monotonía, aumentada por su no muy variada gestualidad y sus limitadas dotes de actor.
Volvió el tenor a Madrid en 1993, con la voz aún más oscura, para cantar don Alvaro en la también verdiana Forza del destino, donde, con el diabólico recuerdo en la memoria de algunos de la pretérita interpretación de Bergonzi en 1967, se impuso de nuevo por la fuerza de la emisión, el arranque típico de una voz de carácter spinto con reflejos decididamente dramáticos. Un verdadero tenor di forza, por derecho, con ímpetu, con decisión; antes de con finura. No era esto lo suyo. Y lo puso de manifiesto a lo largo de una extensa carrera iniciada en aquella noche de Vercelli y concluida cuando ya había cumplido los 60 y estaba prácticamente calvo. Seguía mostrando una muy peculiar forma de gesticulación facial, con muy medidas aperturas y modulaciones de la boca, siempre en busca de una mejor orientación y brillo de un sonido con adecuado manejo de la máscara.
Giacomini visitó, y era lógico, como tenor equidistante de un Merli, un Pertile, un Del Monaco, un Corelli, un Ortiz, pero dotado de muy especiales características, los más grandes Teatros del mundo. A primeros de los 70 frecuentaba ya asiduamente los grandes coliseos centroeuropeos. Por supuesto cantó en todos los importantes de su tierra, con La Scala a la cabeza. Allí debutó en 1975, año en el que visitó el Liceo de Barcelona. Estrenó en 1990, en Livorno, La lupa de Marco Tutino. Pero lo suyo era el repertorio de siempre, aquel que se adaptaba a su poderosa voz: Otello, Forza del destino, Aida, Payasos, Fanciulla del West, Tabarro, Cavalleria, Medea, Norma…
Parecía que no pero, a la hora de investigar las óperas que Giacomini llevó al disco, nos hemos encontrado que visitó bastante los estudios de grabación y que además alguna de sus actuaciones fue tomada directamente de una representación en vivo. Anotamos: Tosca (Philips) y Cavalleria (Philips y Fono), Norma (CBS), Manon Lescaut (RCA), Il tabarro (Decca), Fausta de Donizetti (HRE), Arias y canciones (Phoenix), Arias (Bongiovanni), Otello (Forlane). Y un video de Forza del destino en el Met (1985).
Arturo Reverter
1 comentarios para “Giuseppe Giacomini, aquella voz recia y oscura”
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