GINEBRA / Jenufa: gritos y susurros
Ginebra. Grand Théâtre. 7-V-2022. Janácek: Jenufa. Corinne Winters, Daniel Brenna, Ladislav Elgr, Evelyn Herlitzius, Carole Wilson, Michael Kraus, Michael Mofidian, Borbála Szuromi, Eugénie Joneau, Alan Woodbridge. Grand Théâtre de Genève Chorus. Orchestre de la Suisse Romande. Director musical: Tomás Hanus. Director de escena: Tatjana Gürbaca.
No hay escapatoria para Jenufa. Desde los primeros compases de la ópera homónima de Leoš Janácek, que acaba de presentarse en Ginebra en una nueva producción de Tatjana Gürbaca, el desastre se anuncia de forma inmediata y directa. Se escucha un martilleante xilófono, que representa acústicamente el sonido de la rueda de un molino en un pueblo moravo. Es ahí donde se desarrolla la historia de Jenufa. De pronto, un violín alza la voz; se trata del alma solitaria de la protagonista. Nos encontraremos con esa voz de nuevo, más adelante, cuando su hijo haya sido asesinado, ella abandonada por el padre del niño y su mejilla, “lisa como una manzana”, haya sido marcada por un cuchillo.
Jenufa se basa en el drama naturalista Su hijastra, escrito por Gabriela Preissová, una oscura historia de celos, infanticidio, soledad y tardía toma de conciencia de lo que podría ser la felicidad, que Janácek musicalizó en una secuencia rapsódica de escenas, que combina el intimismo con el realismo más brutal para formar una amalgama musicalmente explosiva, de un potente expresionismo. Preissová y Janácek entrelazan dos hechos de un atroz realismo: la violencia que un amante celoso infringe a su objeto de deseo (desfigurando el rostro de la mujer) y el asesinato de un recién nacido.
La magnífica escenografía ideada por Henrik Ahr muestra una casa rural revestida completamente de caoba con una escalera que sube al tejado, cuya punta parece querer tocar el cielo. Las paredes de caoba se antojan una prolongación de las del propio auditorio de la recién diseñada Ópera de Ginebra, de modo que el público parece hallarse en medio de la predecible catástrofe que va a mostrar Gürbaca. La armonía que aparentemente reina en la pequeña comunidad rural es puramente engañosa: las borracheras, los celos, la culpa y el remordimiento a lo Hauptmann, Strindberg o Wozzeck están a la orden del día. “Cada pareja tiene sus problemas”, canta el coro en una especie de canon con ribetes folclóricos.
Marcadas por sus propias y terribles experiencias personales, las mujeres idean estrategias de supervivencia en este impactante estudio de la vida real. En primer lugar, la terrible Kostelnicka, cantada por Evelyn Herlitzius con poderoso y desbordante ímpetu wagneriano. “Le devolveré la vida a Jenufa” canta, mientras asfixia al recién nacido de su hijastra Jenufa y lo sumerge bajo el hielo. Por su parte, Corinne Winters interpreta con gran entrega y bravura vocal a una Jenufa atormentada por lacerantes emociones; tras perdonar a Laca, que ha desfigurado su rostro en un arrebato de celos, encuentra la felicidad con él. El tenor Daniel Brenna da vida al exaltado personaje con fuerza y convicción. El personaje de Steva, borracho y malcriado, recibe una ágil y certera caracterización por parte de Ladislav Elg. Intensa, aunque ligeramente caricaturesca, es la vieja Burya de Carole Wilson, mientras que el capataz del molino, Stárek, adquiere una poderosa presencia en la voz y la figura del barítono Michael Kraus.
Desde el punto de vista musical, esta Jenufa supone un gran logro colectivo. Desde el foso, el gran especialista en Janácek Tomás Hanus dirige con seguridad y conocimiento a la estupenda Orchestre de la Suisse Romande. Sobre las tablas, Gürbaca presenta una producción coherente que plantea muchas preguntas acerca de la vida íntima e individual de cada persona, no de la que viene determinada por otros.
Barbara Röder
(Foto: Carole Parodi – Grand-Théâtre de Genève)
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