Francisco Ortiz, el penúltimo romántico
Francisco Ortiz fue un tenor dotado de una voz poderosa y fuertes tintes dramáticos. De vocalidad privilegiada, de tenor lírico-spinto, que él gobernaba con entrega y generosidad. Francisco Ortiz, Paco Ortiz para todos lo que tuvieron la fortuna de estar cerca de él, falleció en la madrugada del pasado 8 de junio, con 82 años. Había nacido en Almendralejo (Badajoz), el 1 de octubre de 1938, y a su voz caudalosa, potente, homogénea, ancha pero con agudos efectivos y precisos, sumaba una estupenda figura escénica que casaba a las mil maravillas con su entrega sin reservas sobre el escenario. En este sentido, recordaba a Franco Bonisolli, nacido igualmente en 1938, y al gran Pedro Lavirgen, nacido en 1930 y felizmente aún entre nosotros.
Francisco Ortiz cantó en todos los más importantes teatros del mundo, junto a las más grandes, como Arroyo, Caballé, Cossotto, Nilsson, Obratzova, Sutherland, Te Kanawa, Troyanos, Zylis-Gara, o Ángeles Gulín, junto con la que en 1973 grabó en Barcelona la versión de referencia de La leyenda del beso de Soutullo y Vert, dirigida por Benito Lauret. Impresionante es también su grabación del Miserere de Eslava, con Luis Izquierdo y la Filarmónica de Sevilla, donde su refulgente Do de pecho en el célebre Benigne queda como testimonio impresionante de su natural talento y versatilidad vocal.
Miembro de esa gran y poco conocida pléyade de cantantes extremeños, en la que también figuran las sopranos María Coronada, María Espada y Carmen Solís o la mezzo Elena Gragera, entre otras y otros, Francisco Ortiz se trasladó muy pronto con sus padres desde su Almendralejo natal a Madrid, donde comenzó a cantar, apoyado en su fácil talento natural, todo tipo de músicas, desde flamenco a rancheras o canción española. Tras comenzar sus estudios en Madrid, luego los amplió en Valencia (con Francisco Andrés), y finalmente en Milán, donde trabajó con la gran Mercedes Llopart y Sara Corti.
Su debut internacional se produjo en Praga, en 1968, con Aida. Apenas unos meses después, el Teatro de la Zarzuela le contrató para unas funciones de Luisa Fernanda dirigidas por el propio Moreno Torroba, compositor de la partitura. Tres años después se inicia su estrecha colaboración artística con Montserrat Caballé, con Norma en Niza. Entre sus papeles emblemáticos, figuran, además de Pollione, el de Turiddu de Cavalleria rusticana, Don Alvaro de La forza del destino (con el que cosechó gran éxito en la Ópera de Viena, junto a Martina Arroyo, Sherrill Milnes y Cesare Siepi), o el Manrico de Il trovatore, que cantó por medio mundo, junto a los mejores colegas de su tiempo dorado. Como Cavaradossi, tuvo el honor de actuar junto a Toscas de tanta alcurnia como Birgit Nilsson o Grace Bumbry.
Tuvo también la fortuna de colaborar con los mejores directores de su tiempo excepcional. Entre ellos, Rafael Frühbeck de Burgos, Jesús López Cobos, Peter Maag, Lorin Maazel, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Seiji Ozawa… Actuó en los grandes auditorios y teatros de los cinco continentes, cantando el repertorio más conocido de su perfil de tenor romántico, pero también otras óperas menos conocidas e incluso contemporáneas, como el Don Rodrigo de Ginastera.
A finales de los 80, se retiró de los escenarios, afectado de asma, y comenzó una fecunda labor como maestro de canto. En 1994 se estableció en Barcelona para ejercer de profesor de canto. En 2015 hizo unas declaraciones que pusieron el dedo en la llaga sobre la problemática que tanto afecta al mundo contemporáneo del canto: “La música es un oficio de constancia, pero los jóvenes de hoy no tienen tanta paciencia como antes y en cuanto creen que pueden cantar se lanzan a ello sin esperar a prepararse del todo”.
Las sentidas palabras de su alumna, la soprano Sonia de Munck, reflejan el afecto y reconocimiento de sus alumnos y seguidores: “Querido Paco, tuve la inmensa fortuna de conocerte y de descubrir a la excelente persona que había detrás de la leyenda […] Has dejado una huella impresa en todos tus alumnos y has transmitido tu ilusión, tu amor por nuestra profesión y tu estoicidad ante las adversidades. Gracias por todo, Paco. Hasta que nos volvamos a encontrar”. ¶
Justo Romero