Francia ‘declara la guerra’ a la música

Si pensamos en un país con una especial sensibilidad hacia la música, el primer nombre que nos viene a la cabeza es Francia. Los profesionales de la música franceses o radicados en Francia han conseguido capear las no pocas crisis que se han desencadenado en los últimos años gracias al apoyo decidido del Estado a través del denominado Régimen de Intermitencia, el cual permite a un artista o técnico de la industria del espectáculo recibir una prestación de desempleo cuando no puede desarrollar, por los motivos que fueren, su trabajo (basta con tener un número de seguridad social francesa y con declarar 507 de trabajo en los últimos doce meses).
Sin embargo, el mito francés ha empezado a desmoronarse en las últimas semanas con dos noticias que afectan de manera muy directa a la música y a los músicos. La primera es la prohibición de la compañía estatal de ferrocarriles (SNCF) de transportar en sus trenes objetos cuya altura supere los 1,30 metros (lo cual afecta, sobre todo, a instrumentos como contrabajos, arpas, laúdes o tiorbas); la segunda es el aviso hecho por el ministro del Interior, Gérald Darmanin [en la foto], de que, debido a los dispositivos de seguridad que habrán de montarse durante los Juegos Olímpicos que tendrán lugar en París del 26 de julio al 11 de agosto de 2024, habrá que suspender numerosos eventos —principalmente, festivales musicales— que se celebran en las fechas estivales.
Darmanin, en una comparecencia en el Senado, ha explicado que se precisarán más de 30.000 gendarmes diariamente en París mientras duren los Juegos Olímpicos, y ha avisado de que tendrán que suspenderse o aplazarse numerosos eventos públicos, incluidos festivales musicales. Francia no quiere pillarse los dedos: el Ministerio del Interior y el propio Darmanin fueron criticados con extraordinaria dureza (y con toda la razón) por el caos vivido durante la última final de la Champions League, disputada a finales del pasado mes de mayo en el Stade France de St. Denis entre el Real Madrid y el Liverpool, así como por la brutalidad desplegada por las fuerzas policiales contra los aficionados (sobre todo, los ingleses) y por la pasividad ante los robos y los ataques violentos que numerosas bandas callejeras perpetraron contra los seguidores de uno y otro equipo.
Los problemas a la hora de transportar instrumentos de grandes dimensiones en los trenes franceses no son nuevos, pero se han recrudecido en los últimos tiempos debido a la falta de flexibilidad de los revisores, que aplican a rajatabla las directrices de la SNCF. Ya el año pasado se presentó una petición firmada por 45.000 personas alertando de este problema que impide a un buen número de profesionales de la música desarrollar su actividad con normalidad. En el manifiesto, se insistía en que es posible ubicar los instrumentos en lugares que no molestan al resto de usuarios y que, por consiguiente, la prohibición carece de sentido. Pero, pese al manifiesto y pese, incluso, a una campaña emprendida por el diario Le Monde, el veto a los instrumentos que superen los 1,30 metros de altura sigue vigente. Los músicos recuerdan que el propio Gobierno francés anima a los ciudadanos a utilizar el transporte público y a prescindir de los vehículos privados para evitar contaminar, en la lucha contra el cambio climático; pero en el caso de la música no se quieren tener en cuenta determinadas circunstancias específicas, como la que aquí se relatan.
“En julio de 2021, en un manifiesto firmado por más de 160 personalidades del mundo musical, dimos la voz de alarma sobre el repentino endurecimiento por parte de la SNCF de las condiciones de acceso a los trenes para músicos que viajan con instrumentos voluminosos. Ser intérprete, hay que recordarlo, significa estar en constante movimiento, implica dedicar una gran parte de la agenda a viajar para dar vida a salas de música y a teatros. Viajamos para construir vínculos y proyectos con poblaciones, escuelas, asociaciones y comunidades, para participar en las dinámicas culturales de toda Francia…”, explica el contrabajista Sébastien Boisseau, uno de los afectados por esta absurda medida.
“Cada vez con más frecuencia tenemos que pagar multas, aceptar discursos autoritarios o, incluso, humillantes y, en el peor de los casos, advertir a nuestro eventual empleador de que es posible que no lleguemos a tiempo al espectáculo. El 28 de octubre de 2021, en la línea París-Burdeos, Sarah Murcia viajaba con su contrabajo a un concierto y fue multada con 50 euros por tres controladores y cuatro policías”, revela Boisseau, quien añade que, ante las quejas de la contrabajista, uno de los controladores le aconsejó que cambiara de trabajo. “El pasado 6 de septiembre, Leïla Soldevila fue multada con 150 euros durante el trayecto París-Vannes. El controlador de turno truncó cualquier intento de acuerdo y decretó que su contrabajo comprometía la seguridad a bordo”, añade Boisseau.
La prohibición es tanto más incomprensible cuando esos controladores de la SNCF rara vez ponen pegas a los usuarios que viajan en los trenes con bicicletas, patinetes o esquíes.
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