FRANCFORT / ‘Francesca da Rimini’ de Mercadante: paradisíaco infierno

Francfort. 5-III-2023. Saverio Mercadante, Francesca da Rimini. Jessica Pratt, Kelsey Lauritano,Theo Lebow, Erik van Heyningen, Karolina Bengtsson. Frankfurter Opern und Museumsorchester. Director musical: Ramón Tébar. Director de escena: Hans Walter Richter
Canciones infernales, tumulto, inquietud y tormento del alma… Todo ello parece condensarse en el primer rugido huracanado emitido por la orquesta. La ópera Francesca da Rimini de Saverio Mercadante se ha estrenado triunfalmente en Alemania en la Ópera de Fráncfort. En 2016, el Festival della Valle d’Itria había presentado por primera vez esta maravilla de arengas belcantistas, pasiones desenfrenadas e intrincada orquestación. Lo que debería haber sido su estreno absoluto, en el Teatro del Príncipe de Madrid en 1831, se frustró por disputas con el director artístico y desavenencias entre los cantantes. Estilísticamente cercano al lenguaje de Rossini, Mercadante parece apuntar en muchos aspectos al primer Verdi. Francesca es un sutil melodramma romantico que respira plenamente el espíritu de la época de Bellini. Ofrece las interioridades belcantistas más virtuosas mezcladas con una enérgica dosis de brillante expresividad romántica. “Oigo la revolución”, me susurra acertadamente mi yo interior.
Francesca, Paolo y Lanciotto, los principales protagonistas de este thriller intimista, viven un infierno fundido en paradisíacos y resplandecientes tonalidades cálidas. Dante describe en el canto V de su Divina Comedia el destino de Francesca, tras haber sido víctima de un cruel engaño. Ella creía que iba a casarse con su amado Paolo; sin embargo, a quien encuentra en su cama, como indeseado marido, es al hermano de aquel, Lanciotto. Se trata, cómo no, de un matrimonio de conveniencia arreglado por su padre para beneficio político. “Te di mi mano, no mi corazón”, espeta Francesca con odio a Lanciotto. Guido, su padre (interpretado de forma impactante por el barítono Erik van Heyningen) se arrepiente luego de haberla sacrificado por el bien del Estado.
El desastre ha sucedido cuando Francesca yace en su monstruosa cama al principio de la ópera, sumida en una profunda congoja. El suelo brilla como un espejo negro. El escenógrafo Johannes Leiacker nos transporta a la época del Romanticismo más oscuro, con libros apilados y una oscura roca de granito elevándose desde la izquierda. El director del montaje, Hans Walter Richter, apoyándose asimismo en los estupendos trajes de Raphaela Rose, salpica la producción de detalles que remiten sutilmente a la historia del infierno medieval concebida por Dante, que se funden con la propuesta romántica que domina la producción. El coro de damas, por ejemplo, viste ropas de estilo Biedermeier, mientras que los sonoros caballeros están ataviados con vestimentas que recuerdan la Revolución de Julio de 1830.
Poco después, los trágicos amantes Francesca y Paolo se pierden en los versos sobre el caballero Lancelot de Chrétien de Troyes. Durante las deseantes caricias de Paolo: “¡Déjame abrazar tus rodillas!”, son descubiertos por el iracundo marido de Francesca, Lanciotto, que quema los versos heréticos, acusa cara a cara a Francesca y levanta su puño de hierro en el aire en señal de violencia. El claustrofóbico espacio se abre para mostrar un monasterio en ruinas que recuerda a Caspar David Friedrich. Allí, los dobles de Paolo y Francesca bailan juntos; la sublimación de los deseos tiene lugar en la danza.
En el muy exigente papel protagonista de Francesca, y ataviada con una túnica blanca que recordaba a la protagonista del lienzo La pesadilla de Füssli, Jessica Pratt se mostró vocalmente exultante y al mismo tiempo profundamente conmovedora, sobre todo en el aria en la que está acompañada por los tristes y perlados sonidos de un arpa. En el no menos exigente papel de Paolo, la mezzo Kelsey Lauritano, de voz áurea y perfectamente equilibrada, resultó asimismo del todo punto cautivadora. Por su parte, el tenor Theo Lebow, en el rol de Lanciotto, afrontó con coraje todos los desafíos vocales de su difícil parte. Admirable. El resto del elenco mantuvo el tono general de excelencia canora de la representación. En cuanto a las prestaciones instrumentales, la sabia dirección del español Ramón Tébar consiguió, a pesar de ciertas longitudes, que del foso fluyese un sonido dúctil y de brillante inspiración.
En resumen, un magnífico homenaje a Mercadante que no merece más que un decidido elogio y que fue además recibido con entusiasmo por el público.
Barbara Röder
(Fotos: Barbara Aumüller)