FOZ / Alegrías y emociones
Foz. Sala Bahía. 27-VIII-2019. Ensemble Bal y Gay. Obras de Beethoven y Mozart • Basílica de San Martiño de Mondoñedo. 29-VIII-2019. Cuarteto Casals. Obras de Haydn, Mozart y Shostakovich.
El Festival Bal y Gay es un pequeño milagro en la Mariña Lucense. Son ya seis ediciones y en esta, la primera en la que alguno de sus conciertos han sido de pago, la audiencia ha vuelto a responder estupendamente. Y que el público valore una propuesta artística hasta el punto de pagar por compartirla —aunque solo sean seis euros— cuando antes no lo había hecho nunca es, en cierto modo, la prueba definitiva de que aquella está suficientemente enraizada en la sociedad que la promueve y la disfruta. La Sala Bahía y la basílica de San Martiño de Mondoñedo, dos espacios que no pueden ser más diferentes ni estar ubicados en lugares más distintos, se llenaron hasta la bandera para asistir a los dos conciertos que suponían la segunda parte del Festival tras los de El Afecto Ilustrado, en la Iglesia Parroquial de Foz, y Noelia Rodiles, en el Pazo de Fontao. Completaban el festival el concierto didáctico O mundo soa a cargo de Arco Iris y la muy animada conferencia que sobre Leonard Bernstein pronunció el presidente de la Asociación Bal y Gay, Enrique Rodríguez Baixeras, con el colofón de una magnífica versión de la Sonata para clarinete y piano —su primera obra publicada— del autor de West Side Story a cargo de Luis Cámara y Alicia G. Permuy.
Este crítico estuvo en los dos conciertos finales y la experiencia no ha podido ser más satisfactoria. En la Sala Bahía —un local de fiestas con un interior que no desmiente su uso— y bajo el nombre de Ensemble Bal y Gay, se reunieron trece músicos jóvenes españoles procedentes de orquestas como la Sinfónica de Euskadi, Gran Teatre del Liceu, Nacional de España, BBC de Escocia, Festival de Verbier o ADDA para ofrecer un programa tan hermoso como comprometido con el Octeto op. 103 de Beethoven y la Gran Partita de Mozart. El resultado, espléndido, puso de relieve la excelencia de la más joven generación de profesionales de nuestro país y la generosidad y la camaradería que se supone ha de reinar en un grupo de gentes que pretenden hacer música juntos. Ellos supieron dotar al Octeto beethoveniano —de engañoso número de opus y que vería aparecer antes de su edición como tal su arreglo para quinteto de cuerda— de ese sabor tan propio de la tradición de la Harmoniemusik entreverado con los rasgos de un genio algo más que en agraz. La Gran Partita mozartiana son palabras mayores y en ella destacó una cohesión admirable en un grupo sin director —recordemos cuántas grabaciones de referencia lo tienen—y brilló aún más la belleza de un sonido conjunto propio de un grupo estable. Si a eso añadimos ese punto climático que situaba la obra entre la serenata al aire libre y el anhelo de esa hondura que posee sin duda, el resultado no pudo ser sino excepcional.
Por su parte, el Cuarteto Casals [en la foto], en una actuación que será un hito para el festival, por su protagonista y por lo que supone su inclusión en el programa, hizo que se llenara la maravillosa San Martiño de Mondoñedo. El Casals está en un envidiable estado de forma, domina el terreno con absoluta solvencia y traduce con igual autoridad el clasicismo de Haydn y Mozart —El pájaro y La caza— y el tremendo Cuarteto nº 8 de Shostakovich. Son de admirar la afinación perfecta, lo impecable del ataque conjunto —sobrecogedor en los tiempos rápidos de Shostakovich—, las dinámicas siempre cuidadas, la atención primorosa al detalle —esas miradas entre ellos— y la adecuada pauta expresiva —marmóreos y delicados a la vez Haydn y Mozart— que, en el autor ruso, llegó a una hondura que solo se alcanza por la vía de la inteligencia. Y de la técnica, sin la cual no hay emoción que aflore plenamente. Una emoción que empezaba con el enunciado del tema DSCH por parte del violonchelo de Arnau Tomàs y llegaba a su culmen en la casi imposible línea elegíaca del violín de Vera Martínez Mehner en los dos tiempos conclusivos. La Fantasía IV de Henry Purcell, ofrecida como encore, remataba una sesión que permanecerá en la memoria de los presentes. Como lo estará también, en la de todos los que la conocimos, Maria Antonia Pérez Caballero, responsable de contabilidad y tesorería, que fallecía día y medio después de este concierto en el que ya no pudo estar. Vaya desde aquí nuestra condolencia más sincera a su esposo, Enrique Rodríguez Baixeras, y a su hija, Alba Rodríguez Pérez, directora y coordinadora del Festival.
Luis Suñén
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