Fin del viaje inglés

THE BRITISH PROJECT / ELGAR: Sospiri, op. 70; VAUGHAN WILLIAMS: Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis / Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Directora: Mirga Gražinytė-Tyla / DEUTSCHE GRAMMOPHON
Con una obra menor y otra mayor concluye Mirga Gražinytė-Tyla su viaje inglés con la orquesta de la que es titular. Un trayecto no disponible, de momento al menos, en la discografía física —en la que hubiera ocupado un compacto de generosa duración— sino en el éter digital y en tres entregas que ahora se suman en una sola, lo que significa que si uno está abonado a cualquiera de las plataformas que a ello se dedican tiene ocasión de escuchar el final del periplo —veinte minutos—, y el resto del mismo, sin complicarse el bolsillo ni recurrir más de la cuenta al criterio ajeno o a las discografías que ponen nota.
La obra menor es Sospiri de Elgar, una miniatura de 1914, suavemente melancólica, de un alcance emocional medio, como de salón ampliado, por decirlo así. La otra son palabras, en efecto, mayores, pues se trata de la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis, de Vaughan Williams, escrita en 1910. El nombre de fantasía se corresponde con la forma que utilizaron en el pasado algunos de los grandes músicos ingleses y se inspira, naturalmente, en el consort de violas, desarrollando en plenitud las virtualidades de una orquesta de cuerdas dividida en dos partes desiguales —una de tamaño convencional y la otra con los primeros atriles de cada sección— más un cuarteto de cuerdas. Aquí se unen la unción con que se contempla el pasado, la sabiduría con que se replantea a través de la orquesta de cuerdas y la emoción verdadera que destila el resultado.
En ambas partituras la directora lituana y la formación birminghamiana rayan a gran altura. El inicio de Sospiri es justo lo que se espera de esa música y la Fantasía ofrece, al mismo tiempo, sobriedad e intensidad. En las plataformas habituales, o en los discos, encontraremos los puntos de comparación: de Barbirolli a Handley, de Andrew Davis a Neville Marriner y alguno más. Todos estupendos y cualquiera, como la maestra, plenamente convincente.