Filipe Pinto-Ribeiro: “Braganza es una ciudad emblemática e icónica, y por eso necesitaba un festival de música”
Entre el 30 de septiembre y el 9 de octubre, la ciudad portuguesa de Braganza acoge la segunda edición del Festival Internacional de Música Bragança ClassicFest, del que es director artístico el pianista Filipe Pinto-Ribeiro (Oporto, 1975). Serán siete conciertos, que tendrán lugar en Teatro Municipal y en tres iglesias (Sé Velha, Santa Maria y São Francisco), y que contarán con la participación de, entre otros artistas, la Orquesta de Cámara de Viena (dirigida por el violinista Mario Hossen), el violista Gérard Caussé, la violinista Diana Tishchenko y el Shostakovich Ensemble o el compositor y bandoneonista Marcelo Ninsiman, además del propio Pinto-Ribeiro, con quien hablamos en esta entrevista sobre un festival que ha venido para quedarse definitivamente.
¿Por qué un festival en Braganza?
Yo llevo tocando mucho en Braganza, desde hace treinta años, cuando di un recital de piano. Entonces ni siquiera existía el Teatro Municipal, que es un excelente edificio moderno, perfecto para acoger conciertos. Braganza es la capital de distrito más lejana de Lisboa y hasta hace poco era una aventura viajar hasta aquí, razón por la cual estaba fuera de la programación cultural del país. Por suerte, eso ha cambiado: ahora hay autopistas e, incluso, es la ciudad portuguesa que está más próxima al tren de alta velocidad, ya que llega desde Madrid a Sanabria, que dista de Braganza solo 65 kilómetros. En los últimos años he venido a tocar algunas veces, he desarrollado varios proyectos y hemos hablado de la posibilidad de organizar aquí un festival, porque siempre me he resistido a ver a Braganza como una ciudad aislada; la he visto como una puerta abierta a Europa. Pensé que un festival de música clásica le podría dar a la ciudad una identidad propia. Nos arriesgamos el año pasado a hacer la primera edición, todavía metidos en la pandemia, pero el aforo ya era completo y todas las localidades que se pusieron a la venta se agotaron, en todas las salas.
Desde luego era una apuesta arriesgada.
Sin duda lo era, porque no había un hábito cultural en la ciudad e, igualmente, por la pandemia. Lo cierto es que ganamos esa apuesta. Contamos, he de decirlo, con una gran ventaja: Braganza tiene universidad, por lo que existe un público joven e internacional, gente que viene aquí de Brasil y de otros países lusófonos para estudiar, y que respondió con entusiasmo a nuestra oferta. En la primera edición programamos algunas obras de esas que se consideran ‘populares’, como las Cuatro estaciones de Vivaldi, que sorprendentemente no se habían tocado en concierto aquí nunca, así que hicimos un poco trabajo de iniciación para continuarlo ahora. De hecho, ya estamos trabajando para los próximos tres años. El festival sin duda proporciona a la ciudad un sello de excelencia cultural que quizá faltaba, porque Braganza tiene otras excelencias patrimoniales e históricas, de naturaleza, de gastronomía… pero faltaba un festival de música de calidad. De tanta calidad que podría perfectamente celebrarse en grandes ciudades de Portugal, como Lisboa u Oporto, o incluso de fuera, como París o Nueva York. Hemos querido, desde el primer momento, traer lo mejor a Braganza.
No podemos olvidar que la ciudad está íntimamente ligada a la Casa de Braganza, que reinó en Portugal desde 1640 hasta mediados del siglo XIX, ni tampoco de que algunos miembros de esa familia fueron extraordinarios melómanos, como el rey João V o su hija María Bárbara, que fue reina de España por su matrimonio con Fernando VI.
La dinastía Braganza siempre ha estado muy ligada a la música, en efecto. En el contexto de la historia de Portugal, es una ciudad con una una fuerte carga histórica en muchos aspectos, y uno de ellos es, como usted indica, el musical. Creo por todas estas circunstancias el festival, en su primera edición, tuvo ya un gran impacto en todo el país, pues hubo bastante gente que se desplazó exprofeso desde Lisboa e, incluso, desde el Alentejo para asistir a los conciertos. Braganza es, sin discusión, es una ciudad emblemática e icónica, y por eso necesitaba un festival como este. Y no se trata solo de ofrecer música, también está el apartado didáctico, ya que, paralelamente, se realizan clases magistrales y encuentros en colaboración con el Conservatorio de Braganza. Varias de ellas están impartidas por músicos que vienen a tocar al festival. Yo mismo daré algunas de ellas. Queremos que toda la ciudad se enraíce de alguna manera con el festival.
Son siete conciertos, que tendrán lugar en el Teatro Municipal y en tres iglesias. El acceso a los conciertos de las iglesias es gratuito y las entradas para el Teatro cuestan solo 7 euros, que es casi un precio simbólico. Es decir, que queda claro que lo que se intenta es difundir la música más que hacer negocio con ella.
Exactamente, esa es la filosofía de la municipalidad y, claro, también del propio festival. Lo que queremos es que la gente vaya a los conciertos sin tener que pensar en los precios. Por supuesto, somos consciente de que corremos el riesgo de que algunas personas vayan a los conciertos únicamente porque son gratuitos, pero eso a la larga también es positivo, pues el contacto de gente que no tiene un trato habitual con la música clásica y que va a encontrar aquí a orquestas y a músicos de gran calidad puede que le haga cambiar definitivamente la percepción que tenía. Es parte de nuestra filosofía. Y, abundando un poco más en lo que menciona sobre los precios, le tengo que decir que un periodista, el día en que presentamos el festival, hizo una pregunta en el sentido de que los nuestros deben de ser los precios más baratos de Europa. Y le contestó el alcalde que sí, que en efecto, es algo deliberado, porque pretendemos que sea un festival lo más abierto posible. Quizá en el futuro tenga otro encuadramiento, pero por ahora es este.
Es una suerte, desde luego, contar con un alcalde que apuesta de manera tan decidida por la música. Los políticos de nuestros días no se caracterizan precisamente por su defensa de la cultura, a la que han convertido en algo residual.
La aportación económica del Ayuntamiento de Braganza es fundamental. Sin ella, no sería posible hacer un festival así. La relación que tenemos con el alcalde, con la responsable del área de cultural y con el director del Teatro Municipal es excelente. Es una visión de futuro, lo cual tampoco es demasiado común en nuestros días, porque, como dice Vargas Llosa, nos ha tocado vivir en la sociedad del entretenimiento, no en la de la cultura. En ese sentido, este festival está un poco fuera de contexto, porque hoy en día no es frecuente apostar por la excelencia tratándose de las artes. No quiero dejar pasar la ocasión de mencionar que también tenemos un apoyo muy significativo de la Fundación La Caixa, la de Portugal, claro. Como puede comprobar, la idea del diálogo con España está muy presente en el festival.
Traer grupos de fuera complica, supongo, la labor de organización. Y en su caso, esa labor ya es de por sí compleja, porque además de programar y de organizar, actúa en varios de los conciertos del festival.
Este año va a estar la Orquesta de Cámara de Viena, que son veintitantos músicos. Mover a tanta gente ya es, claro, un problema. Van a viajar desde Viena hasta Oporto, que está a dos horas en coche de Braganza, pero incluso habíamos pensado la posibilidad de que volaran a Madrid y que, después, tomaran el AVE hasta Sanabria. La logística no es fácil, tiene que estar todo muy bien coordinado. Tampoco hay una oferta hotelera demasiado grande en Braganza, lo cual nos obliga a un esfuerzo añadido. Pero hay más cosas. Por ejemplo, el piano que está en el Teatro Municipal no es de los mejores, por lo cual tenemos que traer pianos de fuera. Y afinadores para los pianos. El año pasado, para el concierto con música de Vivaldi, hubo que traer un clavecín. A ver, son siete conciertos en diez días, lo cual supone para los estamos en la organización un auténtico tour de force. Yo tocaré en tres conciertos, así que, entre esos conciertos, los ensayos y las responsabilidades que tengo como organizador, pues voy a estar bastante ocupado, sí. Pero es un placer inmenso poder compartir escenario con músicos extraordinarios, eso lo compensa todo.
La programación es muy variada: este año va desde el Clasicismo hasta la música de un autor contemporáneo como es Marcelo Nisinman.
Clasicismo, Romanticismo y lenguaje muy reciente, como el de Nisinman y el nuevo tango. Piazzolla no tuvo alumnos, pero casi podríamos decir que, en cierta manera, Nisinman sí fue discípulo suyo, pues estuvieron muy conectados. Esa es otra de las apuestas del festival: la variedad. Incluso habrá el estreno mundial de una obra de un compositor ucraniano, Bohdan Sehin, que escribió el pasado mes de julio una pieza (una especie de canción de cuna) para Diana Tishchenko, que también actúa en el festival. Es una pieza inspirada por la guerra que sufre su país tras la invasión rusa. Fíjese la carga emocional que tiene eso. Y no solo tenemos música de Nisinman, también va a haber una obra de un compositor portugués, Eurico Carrapatoso, que fue escrita en 2016. Pasaremos por obras como la Sinfonía concertante de Mozart, Tzigane de Ravel o el Quinteto de Dvorák, que pertenecen al gran repertorio, pero también por obras más recientes. La programación está ideada con ánimo de captar público no habitual, y por eso hay un poco de todo.
Decía antes que ya está preparando las próximas ediciones del festival. ¿Cuál es alguna de las ideas que tiene pergeñadas?
Quiero hacer algo con orquesta sinfónica, con alguna obra del gran repertorio. Mi sueño es hacer el próximo año la Novena sinfonía de Beethoven, ya que aquí no se ha interpretado nunca. Confío en que ese sueño se cumpla, tal vez con una orquesta sinfónica española, en ese marco de diálogo con España al que me refería antes. También tengo intención de hacer cosas con músicos jóvenes portugueses, ya que necesitan de un empujón para encaminar su carrera profesional. En este sentido, va a debutar en esta edición el Juventus Ensemble, en un concierto en el que tocaré yo. Quiero seguir en esa línea, pero hay que ir poco a poco: todo festival nace con mucho entusiasmo, pero lo fundamental es reunir la fuerza necesaria para mantenerlo en el tiempo.
Más información, en la web del festival.
Eduardo Torrico
(Foto: Rita Carmo)