FERROL / El Mozart total de Javier Perianes

Ferrol. Auditorio. 18-XI-2022. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director y piano: Javier Perianes. Mozart: Conciertos para piano nº 20 y º 23.
Justo en estos días se cumplen los veinte años del debut de Javier Perianes como solista con la Orquesta Sinfónica de Galicia. Fue en 2002, con el Concierto nº 9 de Mozart y dirigiendo Jesús López Cobos. Cualquier aficionado sabe lo que ha crecido el pianista onubense en veinte años, cómo aquella promesa se ha convertido en uno de los grandísimos nombres del teclado de nuestros días —no tengamos miedo en adjudicarle semejante mérito a un compatriota que se lo ha ganado a pulso— y cómo cada una de sus presencias en un escenario supone una lección, siempre en progreso, de cómo se busca, y se va alcanzando, la excelencia cuando están por medio la inteligencia, la disciplina y eso tan inasible que llamamos genio. Es decir, lo que apareció clarísimo en esta cita ferrolana, correspondiente a la programación de la muy benemérita Asociación Filarmónica de la ciudad departamental, y que culminaba la gira gallega con la que solista —artista en residencia esta temporada— y orquesta celebraban tal efeméride.
Se trataba, sí, de conmemorar dos decenios de un debut pero, además de lo significativo de la fecha, de escuchar a Perianes y de verlo dirigir desde el piano. Quizá algún aficionado escéptico pensaría que hay que andar con cuidado, que eso ya lo han intentado antes otros y que, bueno, ni de lejos se parecen, cuando dirigen, a esas ocasiones en las que son dirigidos. Los menos reservones aducen nombres y despiertan la duda de sus antagonistas: Barenboim, Perahia, Zacharias… Bien, pues en la liga de este triunvirato parece querer jugar nuestro pianista y, yendo más lejos, me parece que en la línea del primero de los citados, precisamente por la importancia que parece dar al concepto estrictamente directorial sin que este se coma ni un pedazo de teclado. Bastó con escuchar los primeros compases de cualquiera de las dos joyas mozartianas que se nos ofrecieron para que quedara claro lo dicho.
La elegancia con que se planteaba el 23 y el drama conscientemente expuesto con que se abría el 20, en una concepción en la que lo beethoveniano no aparecería solo en las cadenzas, fueron muestras sucesivas —un acierto que no hubiera intermedio— de que no estábamos ante una suerte de ejercicio de prueba y error con ocasión de una celebración que permitiría ciertas licencias. De entrada, el orgánico estaba perfectamente administrado —10/8/6/4/3 en las cuerdas con vientos a dos y flauta sola—, y estupendamente adecuado a la magnífica acústica del Auditorio de Ferrol. Ello permitía una visión de los dos conciertos con la suficiente amplitud expresiva, en la línea que explica mejor su raíz en el estilo clásico, pero también lo que ambas piezas tienen de superación del molde formal a que pertenecen. En eso, Perianes, que expuso todas las cadenzas —sensacionales, emocionantísimas en su propuesta mucho más que técnica, las del 20— con un virtuosismo y una inteligencia admirables, supo, a la vez, trabajar sobre seguro en una línea de amplitud sonora y expresiva que permitía al discurso volar con una personalidad tan clara como libre.
Para eso le hizo falta no sólo tocar su parte, naturalmente, con la solvencia que se le supone, sino dirigir desde las posibilidades que ofrece precisamente el hecho de actuar, al mismo tiempo y plenamente consciente, como solista. Vehemente en el gesto, agudo en la mirada, está claro que Perianes supo en los ensayos explicar muy bien qué quería de la orquesta y que esta lo entendió a la perfección, tanto como para saber que en el concierto todavía pueden pasar cosas. Sólo así se comprende el maravilloso Allegro assai del 23 en el que toda su belleza fluía tan incontenible como controlada —“una pasada”, afirmaba un joven oyente al terminar la sesión— o el equilibrio primoroso de la Romanza del 20.
En resultado de este concierto magnífico tuvo mucho que ver una OSG que vive sus mejores días. Todos sus atriles respondieron —no había más que ver las caras de sus titulares— con el entusiasmo de las grandes ocasiones y la competencia que atesoran veteranos y noveles. A ellos se añadía, en cometido fundamental, Cibrán Sierra, proactivísimo concertino invitado que supo ser, como corresponde, una especie de pletórico adjunto a la dirección en esta tarde-noche para el recuerdo.
Luis Suñén
1 comentario para “FERROL / El Mozart total de Javier Perianes”
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