Ferrara salda su deuda con Vivaldi
Los reveses sufridos por Vivaldi en Ferrara cuentan sin duda entre los episodios más amargos de sus últimos años de vida. La correspondencia entre el músico y su protector ferrarés, el Marqués Guido Bentivoglio d’Aragona, ilumina los entresijos de la historia.
Ante las crecientes dificultades para competir en los teatros venecianos, Vivaldi había buscado salida en escenarios más periféricos. Gracias a los buenos contactos con el Marqués Bentivoglio, el compositor logró hacerse con la gestión del Teatro Bonacossi de Ferrara. La iniciativa chocó no obstante con la firme oposición del arzobispo de Ferrara, Tommaso Ruffo, quien prohibió a Vivaldi la entrada a la ciudad. Como parte del Estado Pontificio, Ferrara se encontraba bajo la jurisdicción directa de la Iglesia y Ruffo no toleraba que un cura (y Vivaldi lo era) se implicase en el mundo de la ópera. Pero Vivaldi no estaba en entredicho sólo por sus actividades empresariales; Ruffo le recriminaba también el hecho de no decir misa y la dudosa naturaleza de sus relaciones con la soprano Anna Girò.
En su defensa, el músico rebatió que la relación con Girò era puramente artística y justificó el hecho de no oficiar misa con el asma que padecía desde hacía décadas. Aun así, Ruffo se mostró inamovible y tampoco surtió efecto la intercesión del Marqués Bentivoglio. Vivaldi se vio obligado a poner sus óperas en manos de intermediarios con resultados desastrosos. En 1739, Siroe re di Persia fue un sonado fracaso (según Vivaldi, por la ineptitud del clavecinista Pietro Beretta) y el otro título programado, Farnace, se canceló pese a que el compositor había preparado una nueva versión expresamente para Ferrara (el estreno de este melodrama se remontaba a 1727). La debacle no fue sólo artística, sino también financiera. Vivaldi sufrió un serio revés económico porque, en calidad de empresario, había adelantado mucho dinero de su bolsillo.
Es posible que lo ocurrido en Ferrara, con la carga de agravios y humillaciones que supuso, hiciese madurar en el compositor la drástica decisión de probar suerte en el extranjero, con las consecuencias que todos conocen. Vivaldi vendió la mayor parte de sus manuscritos y se trasladó a Viena en 1740, confiando probablemente en el apoyo de Carlos VI de Habsburgo y en los gustos más tradicionalistas de los vieneses. Sin embargo, al poco tiempo de llegar a la capital, el Emperador falleció y el luto decretado por su muerte conllevó la suspensión de la actividad artística y el cierre de los teatros. En esas circunstancias, Vivaldi se las arregló como pudo para seguir adelante hasta que el 28 de julio de 1741 murió en Viena por una infección intestinal.
283 años después de aquel convulso desencuentro, Ferrara salda su deuda con Vivaldi. Los próximos días 30 y 31 de diciembre, Farnace se representa por fin en la ciudad, concretamente en el Teatro Comunal “Claudio Abbado”. La dirección musical correrá a cargo de todo un especialista vivaldiano, Federico Maria Sardelli [en la foto], al frente de la orquesta historicista Accademia dello Spirito Santo.
Sardelli ofrecerá Farnace en la versión que Vivaldi preparó en 1738 para Ferrara, y de la que se conservan sólo los dos primeros actos. En esos casos es habitual completar la ópera con el tercer acto de la versión de 1731 para Pavía (así lo hizo Fasolis en su grabación de Farnace), pero Sardelli ha descartado esta opción para mantener la coherencia de la propuesta. El director de escena Marco Belussi firma una producción cuyo reparto vocal estará encabezado por el contratenor Raffaele Pe.
Stefano Russomanno