Fallece por Covid el director de escena australiano Elijah Moshinsky

En estos tiempos de pandemias mortales, hay noticias que quedan opacadas o que, directamente, no se publican en los grandes medios de comunicación. Acaso por ello había pasado inadvertido hasta ahora el fallecimiento en Londres, el pasado 14 de enero, del director de ópera australiano Elijah Moshinsky, a los 75 años, víctima de la implacable Covid-19, de la que se había contagiado en el hospital donde había sido ingresado por una fractura en una caída sufrida en su domicilio.
Había nacido el 8 de enero de 1946, hijo de padres judíos rusos que huyeron de Vladivostok a Shanghái durante la II Guerra Mundial, para establecerse en la concesión francesa de la mencionada ciudad china. Cuando cumplió los cinco años, la familia se mudó a Australia, a Melbourne. Ya en tiempos escolares, Moshinsky dirigió su primera obra, una adaptación de El proceso de Kafka. Se doctoró en Historia y estudió paralelamente flauta, llegando a pertenecer a la plantilla de la Orquesta Sinfónica de Melbourne. En 1973 se trasladó, gracias a una beca, a Oxford (ingresó en el St Antony’s College), con el propósito de estudiar al liberal ruso del siglo XIX Alexander Herzen. Y allí, en la ciudad oxoniense, comenzó a dirigir sus primeras óperas.
Radicado en Inglaterra, trabajó para la Royal Opera House, el Royal National Theatre y la BBC Television, pero también para la Metropolitan Opera de Nueva York. Destacó (sobre todo, durante los años 80) por su trabajo en los dos teatros de ópera de Londres, inclinándose hacia la escuela ligeramente innovadora de Peter Hall, Jonathan Miller o Nicholas Hytner más que hacia la escuela radicalmente revisionista de directores de la Alemania Oriental como Harry Kupfer, Götz Friedrich o Joachim Herz.
Su producción de The Rake’s Progress de Stravinsky en el Covent Garden (1979) fue muy elogiada, por desplegar técnicas brechtianas, y por su narrativa ingeniosa y sin elementos extraños. A finales de la década de 1980, Moshinsky se había convertido en un ferviente verdiano, acometiendo una serie de producciones notables del compositor italiano: Otello (1987), Attila (1990), Simon Boccanegra (1991), Stiffelio (1993) y Aida (1994), todas para el Covent Garden, así como un Rigoletto para la Opera Australia en 1991
Además de sus producciones londinenses, también trabajó con la Welsh National Opera, la Scottish Opera y el Festival Buxton. Su carrera internacional incluyó producciones en el Metropolitan, la Opera Australia y la Lyric Opera de Chicago, así como en teatros de San Petersburgo, Pekín o Seúl.