Fallece a los 95 años la mezzo austriaca Hertha Töpper

En estos días ingratos estamos asistiendo a la desaparición de algunos cantantes históricos, no siempre apartados de este mundo por el fatídico coronavirus. Es el caso de la mezzosoprano, a veces calificada de contralto, Hertha Töpper, que nació en la ciudad austriaca de Graz –patria chica también, por cierto, del director Karl Böhm- el 19 de abril de 1924 y fallecida el 28 de marzo de este año. Contaba, pues, con la friolera de casi 96 años. Llevaba mucho tiempo retirada de la escena y de los conciertos; también de la docencia, que había desempeñado de 1971 a 1981 en la Hochschule für Musik und Theater de Munich.
Era hija de un profesor de música, que la puso en el camino de las corcheas hasta que ingresó para estudiar canto en el Conservatorio de su ciudad, en cuyo Teatro de la Ópera inició su carrera a los 21 años debutando nada menos que en el papel de Ulrica de Un ballo in maschera de Verdi, que, como era costumbre en esa época, cantaría en alemán. En 1951 estaba ya instalada en el renacido Festival de Bayreuth donde participó activamente en el Anillo y que siguió frecuentando en años posteriores, enfrentándose a las principales partes de su cuerda habilitadas por Wagner. En 1960 acometía el papel de Fricka. Tres años antes, en 1957, había participado en el estreno de La Armonía del mundo de Hindetmith.
Su carrera fue ya imparable y acudió a los escenarios más importantes de Europa cultivando un repertorio muy amplio, que iba del Oktavian de El caballero de la rosa o la Clarion de Capriccio, ambas de Strauss, a Magdalena de Los Maestros cantores de Wagner, Dorabella de Così fan tutte de Mozart o las dramáticas verdianas Eboli o Amneris. Y no descuidó la música barroca. Junto a Karl Richter y su Orquesta Bach de Munich interpretó y grabó las Pasiones y la Misa en si menor del Cantor, siguiendo la discutible línea estilística marcada por ese maestro.
La voz de Töpper era grande, oscura, extensa –tanto como para descender a las profundidades de Ulrica y como para ascender a las alturas de Eboli-, consistente y corpórea, caracterizada por una impronta tímbrica fuertemente nasal, consecuencia de una técnica a la máscara a la tedesca, diríamos. Le emisión parecía a veces trabajosa a consecuencia de una inevitable aspereza emisora que otorgaba un curiosa rugosidad al espectro sonoro, lo que privaba de tersura y sana vibración al instrumento, abundoso con frecuencia en notas fijas. No obstante, la técnica, muy sólida, le permitía capear cualquier tipo de temporal y le facilitaba, apoyada también en su musicalidad, el abordaje de partes de escritura más dificultosa y esquinada, como la de Paengdok, que tuvo que defender en el estreno mundial, en Munich, 1971, de la ópera de Isang Yung Sim Tjong, sobre una leyenda coreana.
Töpper grabó bastante y para distintos sellos: Maestros cantores, Bodas de Fígaro, Castillo de Barba Azul, Oedipus Rex, Gurre–Lieder, Misa en si menor de Bach (DG), La walkiria (EMI), Tetralogía, Caballero de la rosa (Melodram), Eugen Onegin (Topaz-Video). Son solo unas muestras de su carrera discográfica. Y fue acreedora a diversos premios. El último, muy valioso: Meistersinger-Medaille de la Ópera Estatal de Baviera.