Fallece a los 91 años la bailarina, maestra y coreógrafa Victoria Eugenia
La bailarina, maestra, coreógrafa y exdirectora del Ballet Nacional de España, de nombre artístico Victoria Eugenia y conocida cariñosamente dentro de la profesión como Betty, ha muerto en Madrid el pasado miércoles 31 de julio a los 91 años. Su nombre real era Benita Jabato Muñoz y había nacido en Madrid en 1933. Entre 1993 y 1997 codirigió el Ballet Nacional de España (BNE) en régimen de triunvirato compartido con las también destacadas exbailarinas y maestras Aurora Pons y Nana Lorca.
La dilatada experiencia escénica y profesional de Victoria Eugenia la definió como una de las más importantes pedagogas de la danza escénica española y el ballet español. Betty estudió en la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Madrid bajo la supervisión de Laura de San Telmo, donde se graduó con Premio Extraordinario de Fin de Carrera en 1948, y amplió sus conocimientos de danza española y ballet académico-clásico, así como de los Bailes de Palillos (la llamada comúnmente Escuela Bolera clásica) con la familia Pericet (especialmente con Ángel Pericet padre) y en el centro Karen Taft (Karen Maria Jenssen) de Madrid, además de recibir lecciones de Paquita Pagan, el maestro Leif Omberg y María Ibars.
Taft jugó un papel básico en la formación de Betty y de otras bailarinas de su tiempo, pues la maestra venía de la escuela danesa y el método de August Bournonville aportando rigor, precisión, rapidez en la ejecutoria y detallismo musical; todos estos elementos estarán después en su baile y tanto en sus enseñanzas como en sus coreografías. En su última etapa activa, impartió cursos de metodología de danza española.
Tras varios años dedicada exclusivamente a la enseñanza, debutó como intérprete en el Ballet de Antonio Ruiz Soler, en el que ingresó en 1953, permaneciendo en sus filas alrededor de cinco temporadas y donde enseguida Antonio la destacó con papeles creados para ella en obras que han permanecido y han sido transmitidas hasta las generaciones actuales, como Allegro de concierto, Viva Navarra o Sonatas del Padre Soler, entre otras obras donde se alternaba en trabajo virtuoso de zapatillas y palillos con el más terrenal y ligado a las influencias del flamenco.
Es Alberto Lorca quien, tras darle lecciones, la anima a dedicarse a la coreografía. En su diversidad didáctica, tuvo de alumnas y le hizo coreografías a destacadas figuras de la canción española, como Paquita Rico y Carmen Sevilla, entre otras. Como bailarina muy depurada de la Escuela Bolera, en su repertorio acumuló una serie de bailes clásicos del repertorio como Ole de la Curra, Sevillanas Boleras, Seguidillas manchegas, Bolero de Medio Paso y Malagueñas, entre otras.
Betty tuvo una larga relación con el BNE en diferentes etapas, pues llegó como bailarina principal de carácter en 1980 y, a la vez, ya ejerció como repetidora y maestra, roles que desempeñó bajo diferentes directores artísticos. Inolvidable fue su sello creador en el papel de La Nodriza en la Medea de José Granero, una de las más importantes y señeras coreografías del ballet español que están vivas y resisten gallardamente el tiempo.
Betty concibió sus primeras piezas en los años sesenta del siglo pasado: Benamor (Luna), El Barberillo de Lavapiés (Barbieri), Pasión gitana (Ruiz de Luna), Tres danzas (Granados) y Rondeña (Albéniz), entre otras obras que siempre destacan por su musicalidad y por extraer de cada bailarín sus mejores facultades. Para el Ballet Región de Murcia creó Variaciones, sobre música del siglo XVIII de Blas de Laserna, adaptada por Ángeles Calahorra, y se estrenó en Itálica (Sevilla) durante el amplio programa de la Expo Universal 1992.
Unos años más tarde, ya dentro del Ballet Nacional, donde ejercía de maestra titular de danza española, creó una serie de deliciosas obras breves pletóricas de detallismo y buen gusto que funcionaron muy bien como comodines en los programas del BNE y que se vieron en muchos sitios, como Solo (con música de Adela Mascaraque, que fuera pianista histórica del conjunto, en junio de 1984), Danza IX (música de Enrique Granados en una sensible orquestación de Ernesto Halffter, y figurines de Emilio Burgos en 1985) y Chacona (partitura de José Nieto y diseños de Pedro Moreno, 1990) dedicada reverencialmente a Alberto Lorca y al importante papel que jugó en su carrera y que fue estrenada en Atenas en 1990.
Ya en la dirección del BNE, Betty sacó tiempo para coreografiar, siempre en su estilo de miniatura preciosista, ideando una versión de La oración del torero de Joaquín Turina (en septiembre de 1994) y dedicado al matador Ortega Cano; A mi aire (con la Danza VIII de Enrique Granados, 1994), dedicada a Cristina Lage y Goyescas (Granados, septiembre de 1996). Todos los bailarines que trabajaron con Victoria Eugenia coinciden en su capacidad de inventiva, delicadeza y buen hacer que evocaba los tiempos de oro del ballet español. Betty nunca dejó de lado la parte didáctica de su carrera, y repetía frecuentemente que era ese el mayor deber de los artistas de la danza: legar sus conocimientos y los detalles de los estilos. A la vez, la parte recia de su carácter hablaba de otra época del baile español. Su labor didáctica a nivel internacional la llevó a Suecia, Israel, Francia, Alemania y, y en este último país creó coreografías para el Ballet de Yoko Komatsubara.
Roger Salas