Estremecedora ‘Mujer sin sombra’

STRAUSS: La mujer sin sombra. Nina Stemme (La mujer del tintorero), Camilla Nylund (La emperatriz), Evelyn Herlitzius (La nodriza), Stephen Gould (El emperador), Wolfgang Koch (Barak, el tintorero), Sebastian Holecek (Mensajero del reino de los espíritus), Maria Nazarova (Voz del halcón), Benjamin Bruns (Voz de un joven hermoso)… Orquesta de la Staatsoper de Viena. Dirección musical: Christian Thielemann. 3 cedés. Grabación: Viena, Staatsoper, 25.V.2019.
Una grabación histórica. A pesar de haberse registrado hace apenas un año, esta deslumbrante y apasionada versión de La mujer sin sombra se emplaza entre las referencias operísticas de la historia del disco, equiparable a milagros como la Tosca milanesa de Callas/Sabata de agosto de 1953 o el Tristan londinense de Furtwängler con Flagstad y Suthaus de 1952. Tal es la intensa solera straussiana de esta estremecedora versión. También la calidad de cantantes, orquesta y, sobre todo y todos, de un portentoso Christian Thielemann que más que interpretar, su sumerge en la obra maestra de Strauss para dejarla levitar desde sí misma.
La grabación rezuma suntuosidad orquestal nacida de una Filarmónica de Viena en jornada de gloria, y se beneficia de un elenco vocal que, más allá de los detalles particulares de cada uno de sus componentes, se entrega sin reservas y a corazón abierto al prodigio dramático y musical de libreto y partitura. Como motor, impulsor y dinamizador de todo, Thielemann concierta y calibra con mimo cada detalle, sin restar por un ello un ápice de elocuencia sonora y grandiosidad teatral, como el arrebatador final del segundo acto, de una fuerza dramática absolutamente excelsa y telúrica. Hacía tres años que el maestro berlinés no ponía un pie en la Ópera de Viena. El reencuentro no ha podido ser más pertinente y ha servido para retomar los grandes días, cuando el foso vienés era frecuentado por los Kleiber, Solti. Karajan, Abbado, Maazel, y aún más lejos, Mahler o el propio Richard Strauss.
Hoffmansthal y Strauss. Drama y música. Y Thielemann en una noche de gloria programada el 25 de mayo de 2019 con el doble motivo de conmemorarse el centenario del estreno absoluto en el mismo escenario –el 19 de octubre de 1919, dirigida por Franz Schalk– de La mujer sin sombra, y el 150º aniversario de la inauguración del teatro de la Staatsoper de Viena (el 25 de mayo de 1869, con Don Giovanni). Los melómanos que tuvieron el privilegio de asistir a la función la recuerdan como algo “inolvidable” e “irrepetible”. La Filarmónica de Viena –en su versión de orquesta de la ópera– está sencillamente soberbia, incluso –¡si cabe!– aún más dúctil, flexible y fastuosa que cuando esta misma ópera sonó en 1992 con Solti en Salzburgo.
Los melómanos que tuvieron el privilegio de asistir a esta thielemanniana y ya histórica representación no se cansan de alabar la abrasadora, efusiva y lírica versión del furibundo straussiano que es Thielemann, quien concierta todo con naturalidad, precisión y un sentido narrativo que en él parece consustancial, y que se implica con cómplice decisión en la escena diseñada por el francés Vicent Huguet. El reparto vocal es igualmente de campanillas, con un trío vocal femenino hoy día difícilmente superable: Nina Stemme es la mejor mujer del tintorero imaginable, y redondea un apasionante segundo acto, cargado de fuerza vocal y dramática, con unos agudos afilados siempre precisos y perfectamente proyectados. Camilla Nylund es una Emperatriz de resonancias líricas. Borda el tercer acto, donde desempeña máximo protagonismo, y solventa cum laude la gran escena que en este mismo acto le reservan Hoffmansthal y Strauss. La veterana Evelyn Herlitzius pone sus poderosos medios dramáticos al servicio de una poliédrica nodriza de infinitas aristas expresivas.
Entre los varones, el tenor estadounidense Stephen Gould afronta con valentía, solvencia y por derecho el en todos los sentidos ingrato papel del Emperador, mientras que el barítono-bajo Wolfgang Koch, en el más interesante y grato rol del tintorero Barak, fundamenta su rodada encarnación en la intensa y contagiosa expresividad que siempre distingue sus actuaciones. Hierático y sobrecogedor el barítono austriaco Sebastian Holecek como Mensajero del reino de los espíritus. Sobresaliente siempre el Coro de la Ópera de Viena en una ópera que ha cantando ciento y una veces, como también el coro infantil de niños no nacidos. En definitiva, una función redonda, histórica, maravillosamente grabada, y cuyos promotores han tenido el acierto de incluir los aplausos atronadores, entusiastas y comprensiblemente interminables que coronaron la histórica función, tras el prodigioso cuarteto que cierra el tercer acto. Una maravilla, una referencia imprescindible para todo buen melómano.