George Benjamin: “Siento como si volase cuando escribo ópera”
En 1980 se convirtió en el compositor más joven programado en los Proms, con su obra orquestal Ringed by the Flat Horizon. Tenía veinte años y estudiaba en la Universidad de Cambridge, tras una breve etapa, en París, con Olivier Messiaen. Pero la vocación compositiva de George Benjamin (Londres, 1960) ya se había manifestado con tan sólo siete años. Un acercamiento empírico a la creación sonora, que huye del dogmatismo serial en favor de la espontaneidad, y donde el análisis detallado del material producido ha determinado un proceso creativo característicamente lento. Benjamin tarda entre dos y tres años en componer cada nueva obra. Un preciosismo que ha desarrollado un lenguaje personal, lineal y contrapuntístico, poblado de exquisitos melismas, que escuchamos cristalizado en sus óperas. Sin duda, la trayectoria de Benjamin es un camino de perfección hacia la ópera, tras el inicio de su colaboración con el dramaturgo Martin Crimp, en 2005. A pesar de haberse pospuesto el estreno en el Teatro Real de Lessons in Love and Violence, Scherzo mantuvo su encuentro por Zoom con el compositor el pasado 7 de abril. Y hablamos con él de sus orígenes, sus referentes musicales, su evolución creativa y sus planes de futuro.
Acaba de terminar su Concerto for Orchestra que le ha ocupado desde 2018. ¿Qué nos puede contar acerca de esta nueva obra?
Veo que está muy bien informado. Efectivamente terminé de componer esta obra hace unos días. Y siempre es para mí un momento feliz después de tanto tiempo. Inicialmente era una pieza de unos diez minutos, pero al final tendrá dieciocho. Es mi composición orquestal más larga y elaborada desde Palimpsests (2002). Y la he escrito para la Mahler Chamber Orchestra, un maravilloso conjunto al que destiné mi ópera Written on Skin. La composición, pensada para una orquesta de tamaño medio, de unos 50 músicos, es bastante virtuosística.
Aunque he empezado por el final, me gustaría volver al principio, pues con siete años ya tenía claro que sería un compositor. Una determinación sorprendente para un niño que no pertenecía a una familia de músicos. ¿Cuál fue su primer contacto con la música?
El pop. Yo compartía una pequeña habitación con mi hermana. Y ella tenía una radio portátil vieja donde ponía música. Le hablo de 1962-64, cuando la música pop británica estaba a un nivel impresionante con The Beatles. Yo vivía esa música y solía inventar mis propias melodías, que imaginaba armonizadas intuitivamente con guitarras y otros instrumentos. Siempre he tenido la habilidad de escuchar música en mi cabeza. Después me llevaron a ver Fantasía de Walt Disney, con siete u ocho años. Y esa película supuso mi conversión a la música clásica.
¿Fue entonces cuando Beethoven se convirtió en el héroe de su infancia?
Beethoven sigue siendo parte fundamental de mi vida, y de mis clases de composición, en King’s College London, que ahora imparto por Zoom durante la pandemia. Acabo de dar un curso centrado en el primer movimiento de la Quinta Sinfonía. Examinar esta magnífica partitura con tal profundidad permite encontrar muchos detalles nuevos e inesperados. (…)
Pablo L. Rodríguez
[Foto: Matthew Lloyd]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 373 de la revista SCHERZO, de mayo de 2021)