ELVAS / La magnificencia organística de Juan de la Rubia

Elvas. Catedral. 27-IV-2019. Festival Terras Sem Sombra. Juan de la Rubia, órgano. Obras de Antonio y Hernando de Cabezón, William Byrd, Jusepe Ximénez, Jacques Arcadelt e improvisaciones.
Andrés Moreno Mengíbar
El organero italiano Pasquale Gaetano Oldovini construyó entre 1760 y 1772 un magnífico órgano para la catedral de Elvas, recientemente restaurado. Se trata de un órgano de tradición ibérica (registros partidos), pero con rasgos innovadores, como la presencia de un pedalero de una octava y con una trompetería menos contundente, con buena variedad de registros y que en manos de Juan de la Rubia sonó con plena magnificencia. El organista castellonense planteó un muy atractivo programa que, bajo el título de Antonio de Cabezón: Itinerarios por Europa al servicio del Rey establecía interesantes relaciones entre el genial compositor de Castrillo de Matajudíos y algunos de sus contemporáneos.
De Cabezón supo mostrar las facetas de su obra, tientos, diferencias y glosas, en una muy didáctica selección. En las Diferencias sobre el canto del caballero supo equilibrar sabiamente la relevancia del tema original con las variaciones, con un fraseo lleno de claridad basado en los juegos de flautados. Para las Diferencias sobre la gallarda milanesa, en cambio, optó por una mixtura diferente para cada diferencia, siempre marcando con relieve el ritmo de la danza original. Esa atención por un tempo que no dejase caer las frases fue la característica básica de su versión de Ancor che col partire de Cipriano de Rore, lo que no estuvo reñido con una fraseo lleno de poesía y de intimidad, muy acorde con el texto de Alfonso d’Avalos. Para el Tiento de quinto tono optó por una expresión solemne complementado por una registración llena de nobleza, sobresaliendo en su interpretación la claridad meridiana con la que se podían seguir todas las voces. Para el Douce memoire de Hernando de Cabezón, de la Rubia optó por una registración oscura y un fraseo de cierta languidez muy acorde con la melodía original de Pierre Sandrin.
Para mostrar las capacidades tímbricas del instrumento, el laureado organista eligió la Batalla de sexto tono de Jusepe Ximénez, donde el público se sorprendió con el simpático registro de ‘paxarillos’ y los juegos de respuestas entre chirimías, bombardas y cromornos, pero con el hándicap de una trompetería algo menos potente que la precisa para obtener todo el efecto sonoro de este tipo de composiciones, así como la insuficiencia de la presión para conseguir unos llenos poderosos. Puede que para resarcirse, de la Rubia optó por cerrar el recital con una improvisación muy idiomática y muy en estilo de la escuela aragonesa sobre la fórmula de la batalla organística, pieza en la que, al igual que su anterior improvisación “sobre un tema antigua” (los famosos Marizápalos), triunfó gracias a su capacidad de mimetizar el estilo (sobre todo el complejo contrapunto imitativo) y su absoluto dominio de los recursos técnicos y expresivos del órgano.
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