El violín de Villa-Lobos
HEITOR VILLA-LOBOS:
Sonatas para violín. Emmanuele Baldini, violín. Paolo Rossi, piano / NAXOS
La pandemia ha reducido tanto nuestras perspectivas que apenas somos conscientes del mundo exterior. Brasil ha sufrido 19 millones de casos, con más de medio millón de muertos, aislando al país como nunca antes entre la comunidad de naciones. Villa-Lobos, su compositor nacional, aclamado mundialmente desde los años treinta hasta los cincuenta del siglo pasado, hace tiempo que parece haberse desvanecido. Sin embargo, cada vez que regreso a ella, su música siempre suena fresca, brillando con el vaivén de caderas de una noche de verano en Copacabana.
Las tres sonatas para violín y piano de Villa-Lobos, escritas pensando en un público internacional, están impregnadas de influencias de Brahms, Debussy y Saint-Saëns, pero los ritmos no tardan en animarse con un toque de swing y la tonalidad se adentra en el corazón de la selva amazónica. En un año en el que viajar en avión es difícil o imposible, se me ocurren pocos compositores que te transporten de forma tan etérea e inmediata a otra zona temporal y a otro clima. Diez minutos de Villa-Lobos y uno se siente preparado para el carnaval.
Su música, así y todo, no está exenta de defectos. Villa-Lobos no sabía tocar el piano antes de casarse y su escritura para el teclado suele ser poco fluida. Por el contrario, las partes de violín fluyen con facilidad, acompañadas a veces de enormes exigencias técnicas en la digitación. El italiano Emmanuele Baldini, concertino de la orquesta sinfónica de Sao Paulo, está a la altura del reto, mientras que el pianista brasileño Paolo Rossi confiere empaque a la magra escritura pianística. Despierte y huela el aroma de café que exhala este álbum. Hay mucha música en Brasil.