El triunfo de Pérez Floristán en Tel Aviv: la crónica de ‘Haaretz’

El español Juan Pérez Floristán ha sido el ganador de la decimosexta edición del Concurso Internacional de Piano Arthur Rubinstein. Así lo decidió el lunes 3 de mayo en el Auditorio Bronfman de Tel Aviv un jurado presidido por el profesor Arie Vardi. Floristán recibió la medalla de oro Rubinstein acompañada de un premio de 40.000 dólares. El segundo premio fue para Shiori Kuwahara, de Japón, y el tercero para Cunmo Yin, de China. Juan Pérez Floristán ha resultado ganador asimismo del ‘premio especial del público’.
La presente edición debía haberse celebrado en 2020, y se pospuso debido a las restricciones impuestas por la CoViD-19. Este año se ha celebrado siguiendo una fórmula híbrida. Las primeras fases del concurso, que incluyen recitales en solitario, se pregrabaron en cinco lugares diferentes -Pekín, Nueva York, Potsdam, Londres y Tel Aviv- y luego se retransmitieron a través del sitio web del concurso. En la fase final, cada uno de los seis finalistas ofreció tres conciertos en directo, ante el público, en Tel Aviv: dos con orquesta y uno en formación de quinteto con piano. La complicada logística que ha hecho posible la celebración este año del concurso fue elogiada varias veces en la excepcionalmente larga ceremonia final.
Pérez Floristán, de 28 años, fue mencionado como el pianista más destacado durante todo el concurso, entre otros, por un equipo de pianistas que calificaban las interpretaciones para los espectadores en la página web. Al final de las dos fases de recitales, estos cinco pianistas israelíes describieron a Floristan como el artista de mayor personalidad entre los concursantes, circunstancia que quedó aún más en evidencia en la primera parte de la etapa final, cuando interpretó una versión muy poco convencional del Concierto para piano n. 4 de Beethoven. Esta lectura suscitó un encendido debate entre el jurado sobre si esta versión era apropiada y legítima, y se llamó a expertos extranjeros para que asesoraran. Al final, parece evidente que la capacidad de Floristán para suscitar tal debate y despertar tanta curiosidad respecto a una obra muy conocida, jugó a su favor.
Al parecer, la primera parte de la etapa final resultó especialmente difícil. Los músicos llegaron a Israel, tuvieron que someterse a un periodo de confinamiento y sólo después comenzaron a ensayar. Como homenaje a Beethoven en su 250 aniversario, el concurso decidió que sólo se podrían tocar conciertos de Beethoven en la categoría de ‘concierto clásico’, privando así a los pianistas -y al público- de los tesoros que encierran los conciertos de Mozart. Tras la grabación ante las cámaras de las primeras fases, la presencia de público debió resultar energizante para los solistas, aunque también estresante. Por desgracia, en esta etapa la orquesta no ayudó demasiado. Aunque los intérpretes de la Camerata de Israel lo hicieron lo mejor que pudieron bajo la dirección de Avner Biron (muy ajeno a sus solistas) hubo problemas de claridad, precisión y sincronía con los pianistas. Algunos de los concursantes no lograron superar estas circunstancias, ofreciendo interpretaciones de Beethoven bastante problemáticas.
En la segunda parte de la fase final se interpretaron grandes conciertos, esta vez con la Filarmónica de Israel dirigida por Yi-An Xu. Aunque la orquesta no pasa por su mejor momento, brindó apoyo y seguridad a los pianistas y la mayoría de las interpretaciones en esta fase fueron de gran calidad. Shiori Kuwahara logró la medalla de plata con un viejo caballo de batalla del concurso, el Concierto n. 3 de Rajmáninov, interpretado con bella fluidez y gran elegancia. Juan Pérez Floristán completó su trayecto hacia la medalla de oro con una carismática interpretación de otro viejo caballo de batalla: el Segundo de Rajmáninov. La elección del jurado en favor de Floristán, que volvió a desafiar en cierta medida las convenciones, parece indicar una preferencia de sus miembros por un enfoque más fresco y personal, por encima de la tradición y la disciplina.
Además de Arie Vardi, el jurado incluía a otros pianistas y profesores de piano de gran prestigio: Yefim Bronfman, Ewa Poblocka, Christopher Elton, Tomer Lev, Hung Kuan Chen, Thomas Duis, Craig Sheppard y Menahem Pressler. Hay que alabar el trabajo del jurado, tanto por el resultado como por el proceso, ya que las disputas sobre cuestiones delicadas, como la versión del Cuarto concierto de Beethoven, se trataron con mucho cuidado.
Sin embargo, y a pesar de los elogios a este jurado específico, quizá sea el momento de plantearse un cambio importante en los concursos en su conjunto. Hoy en día siguen pareciendo clubes de élite muy cerrados, mientras que la música clásica es escuchada cada vez por más gente, tanto en conciertos en China y Corea, como -sobre todo- a través de Internet. Quizás haya llegado el momento de plantear que los concursos de mayor difusión sean decididos -al igual que ocurre en la música popular- por una coalición de jurado profesional y público. Los concursos son siempre emocionantes. ¿Por qué no hacerlos más populares y con mayor participación del público?
Reproducido con la amable autorización del diario Haaretz
Foto: Yoel Levy
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