El seductor sincero (100 años del nacimiento de Giuseppe Di Stefano)

Cuando se habla de Giuseppe Di Stefano, es inevitable reparar en las cualidades de un timbre vocal privilegiado, como pocas veces se ha escuchado: aterciopelado, suave, solar. Una voz luminosa que por sí sola dibujaba un paisaje. Aun así, el éxito abrumador de Di Stefano en una época plagada de grandes cantantes no se explica solamente con el color de una voz incomparable. Había algo más, y era su capacidad innata para “presentar” la palabra, ofrecerla al público en unas condiciones absolutamente persuasivas.
Un buen ejemplo puede ser “O dolci mani” de Tosca, ópera de la que firmó un legendario registro al lado de Callas, Gobbi y De Sabata. Aquí, además de cantar, Di Stefano cincela, insinúa: un acento, un color, una mezza voce, un rallentando… el comienzo parece música de cámara, como si el tenor hiciese partícipe al oyente de una intimidad que trasciende el espacio público de la función operística o de la grabación. Todo ello apoyado en una dicción admirablemente clara y en un sentimiento palpitante al que resulta difícil resistirse.
Di Stefano fue un artista instintivo, cuyas limitaciones estilísticas y técnicas quedaban compensadas por el talante apasionado y generoso, así como por una voz radiosa, acariciante y sensual. Fue un seductor, pero un seductor sincero, que no ocultaba en el escenario sus virtudes y defectos por amor al canto. El público nunca ha dejado de agradecerle esta sinceridad y entrega.
Giuseppe Di Stefano nació en Motta Sant’Anastasia un 24 de julio de 1921, hace exactamente cien años. Tras debutar un 20 de abril de 1946 en Reggio Emilia como Des Grieux (Manon de Massenet), emprendió una carrera fulgurante que le llevó al año siguiente a debutar en la Scala de Milán. A 1948 se remonta su primera presentación en el Metropolitan de Nueva York. La popularidad del tenor alcanzó cotas aún más espectaculares al lado de Maria Callas, con quien formó sobre el escenario una pareja legendaria. Su colaboración empezó en São Paulo en 1951 y dio pie en la Scala de Milán a funciones memorables como Lucia di Lammermoor (1954), bajo la batuta de Karajan, Traviata (1955) con dirección de Giulini, y Ballo in maschera (1957) con Gianandrea Gavazzeni en el foso.
Ya en la segunda mitad de los años cincuenta, su voz empezó a mostrar evidentes signos de deterioro debido a la incorporación de papeles dramáticos demasiado pesados para su registro lírico (Manrico, Andrea Chénier, Calaf). Dejó la mejor huella de su personalidad en roles como Rodolfo (Bohème), Alfredo Germont (Traviata), Duque de Mantua (Rigoletto), Cavaradossi (Tosca), Edgardo (Lucia di Lammermoor), Des Grieux (Manon de Massenet) y Werther (Massenet).
Sus menguantes condiciones vocales le obligaron desde mediados de los años sesenta a reducir su presencia en los escenarios, aunque siguió ofreciendo recitales y conciertos. Especial resonancia tuvo la gira mundial que realizó en 1973 con su gran compañera de antaño, Maria Callas. También se dedicó a la canción napolitana y a la canción ligera (llegó a participar, en 1966, al Festival de Sanremo).
Su última aparición en una representación operística tuvo lugar en Roma en 1992 en el papel del Emperador Altoum de Turandot. A finales de 2004, fue víctima de una violenta agresión en su casa de Kenia, donde residía desde hacía unos años. El tenor nunca logró recuperarse y falleció el 3 de marzo de 2008.