El jazz-flamenco se reinventa
El jazz-flamenco alcanzó en los años 80 su mejor expresión como estilo musical perfectamente definido y como último abrazo de un romance que, en la década anterior, había casi perfeccionado el grupo Dolores, con Pedro Ruy Blas y Jorge Pardo a la cabeza. En aquel momento nuestro jazz dejó de ser espejo para convertirse en imagen propia y, no es que ya muchos de nuestros jazzistas apostaran por esta asociación de lenguajes, sino que desde otros puntos de España se adaptó el modelo: el saxofonista José Luis Gutiérrez en Castilla y León, el pianista Iñaki Salvador en el País Vasco, el guitarrista Chema Saiz en Madrid, la cantante Carmen París en Aragón, el contrabajista Baldo Martínez en Galicia… La fusión de los distintos folclores con el jazz fue y es la solución creativa que actualmente marca el paso del jazz, junto con su maridaje con los sonidos de la cultura urbana, desde la música electrónica al rap. Pero en nuestro país, sin duda, fue el jazz-flamenco lo que marcó un cambio de rumbo en su modernidad, por la profundidad de su propuesta conceptual e interpretativa.
Actualmente, y superada la explosión de este nuevo relato jazzístico en el que convivieron muchos de nuestros músicos hasta la saturación más insoportable —todo el mundo hacía prácticamente lo mismo—, el jazz-flamenco está reinventándose de nuevo, incluso en las nuevas aventuras de maestros como el pianista Chano Domínguez o el mencionado Jorge Pardo. Al margen de estas icónicas figuras, el contrabajista vitoriano Pablo Martín Caminero (Vitoria, 1974) [en la foto] viene protagonizando una experimentación que acostumbra a partir del jazz y no del flamenco, al contrario de lo que hasta ahora había sucedido. Hace años emprendió un proyecto en el que pretendía crear el gran songbook del jazz-flamenco, Flamenco Standards, y recientemente en su disco Al toque nos amplía las emociones de partituras firmadas por grandes guitarristas flamencos: Manolo Sanlúcar, Moraíto Chico, Vicente Amigo, Sabicas, Rafael Riqueni… Detrás de ellos hay un titánico trabajo de escritura musical, composición y arreglos, dándole la vuelta a los patrones jazzístico-flamencos hasta ahora academizados. Es, sin lugar a duda, el creador más sabio e intuitivo que el jazz-flamenco cuenta en la actualidad, sumando a su obra una no menos interesante aportación de otras culturas sonoras, como la música clásica contemporánea. Efectivamente en su exposición se observan los ritmos propios de bulerías y soleás, pero su tratamiento implica un gran instinto e inteligencia para asociarlos a nuevos desarrollos armónicos, que encumbran cada una de sus creaciones.
El que bien puede considerarse como el gran relevo de ese otro contrabajista monumental que es Javier Colina, cuenta a su lado con otros músicos de inspiración afín, caso del guitarrista Rycardo Moreno o el trompetista flamenco Enriquito, quienes, de igual manera, desde sus propias trincheras, han llegado para renovar el jazz-flamenco. Con igual instinto creativo, el saxofonista malagueño Ernesto Aurignac viene consolidando una experimentación en torno al flamenco y el cancionero andaluz realmente audaz, también apoyado en un enorme trabajo de arreglos para grupos de gran formato. También la flautista María Toro, tras sus residencias en Estados Unidos y Brasil, regresó a nuestro país para madurar un discurso jazzístico-flamenco que nos conecta a emociones distintas, marcadamente contemporáneas. E igualmente ese percusionista y baterista por todos solicitado a una y otra orilla del jazz y el flamenco, Pablo Martin Jones.
Esta manera nueva de entender el bebop con lo jondo ha servido de impulso y estímulo para el origen de aventuras como Euscádiz, donde el cantante-cantaor Juanito Macandé y el pianista Juan Sebastián Vázquez se fusionan con repertorios vascos, por no hablar del acicate que este nuevo pensamiento musical ha provocado en el propio flamenco —un género más estático que el jazz—, donde actualmente sorprenden las interesantes fusiones con la música electrónica del guitarrista Raúl Cantizano y los hermanos Pedro y Benito Jiménez, de Los Voluble. O la loca herejía musical del mismísimo Niño de Elche. Hasta los maestros se suman a esta nueva vuelta de tuerca del jazz y el flamenco, caso de Jorge Pardo, que también incorpora la elecvtrónica a sus últimos discos, Metaflamenco Djinn o Historias de Radha y Krishna.
El jazz-flamenco atraviesa un momento creativo de profunda experimentación y renovación, y a la cabeza de este movimiento bien podría situarse el contrabajista vitoriano Martín Caminero, que para eso aboga —con su habitual y afilado sentido del humor— que el flamenco “nació en Euskadi”. ¶
Pablo Sanz
(Foto: Noah Shaye)
(Artículo publicado en el nº 381 de SCHERZO, de febrero de 2022)