El iPad como herramienta musical

En mayo de 2014, Esa-Pekka Salonen protagonizó una campaña publicitaria de Apple en televisión. Pudimos ver al músico finlandés componiendo el inicio de su Concierto para violín, con aplicaciones de iOS como Notion o Pianist Pro, y después dirigiéndolo a la Philharmonia Orchestra con Leila Josefowicz como solista. Pero también aparecía paseando, mientras absorbía la inspiración sonora de todo lo que le rodeaba, ya fuese el paso de un tren, su propia respiración o el canto de los pájaros en el bosque. Y el iPad era su herramienta ideal. Reconocía su fascinación por la versatilidad e inmediatez de este dispositivo con frases muy efectivas como: “El iPad es una extensión de mi mano, una extensión de mi mente. Es lo más cercano a leer un pensamiento que conozco”
Estos anuncios suscitaron varios comentarios elogiosos en la prensa. Uno de ellos lo realizó Alex Ross, en las páginas de The New Yorker, donde calificó la campaña publicitaria de “fresca y elegante”. También aseguró que el entusiasmo de Salonen por Apple era genuino. Y recordó un perfil suyo, que había publicado en 2007, bajo el titular de The Anti-maestro, en donde comentaba cómo había transformado a la Filarmónica de Los Ángeles. Un relato que arrancaba, precisamente, durante una charla en una Apple Store de Santa Monica, en donde explicó qué programas informáticos había utilizado para componer Helix, un denso poema sinfónico que suele compararse con una espiral y cuya creciente propulsión fue diseñada con su iMac.
Es posible que la música de Salonen, en general, y su Concierto para violín, en particular, no sean lo más relevante producido en los últimos años, pero nadie puede discutir que ha disfrutado de una difusión impresionante a través de Apple. Y no me refiero a que la campaña de su tableta tuviera medio millón de visualizaciones en YouTube en pocos días, aparte de su presencia en canales de televisión de medio mundo. Estoy hablando de que la grabación del concierto violinístico de Salonen fue difundida gratuitamente a través de iTunes, y se convirtió en una de las piezas más descargadas de música clásica. Y, por si fuera poco, la obra formó parte de la estupenda app Orchestra, en 2012, una aplicación para iPad que permitía ver, escuchar, estudiar y hasta analizar con diferentes formatos gráficos varios movimientos sinfónicos de Haydn, Beethoven, Berlioz, Debussy, Mahler, Stravinsky, Lutoslawski y Salonen.
Años después de esa campaña de Apple, en febrero de 2017, tuve la oportunidad de entrevistar a Salonen para El País en la cafetería del Hotel Mondrian de Londres. Aunque el objeto de la entrevista era su próxima gira española con Ibermúsica, donde estrenaría Canto fúnebre, la composición de Stravinsky recién redescubierta, hablamos de su relación con la compañía de la manzana mordida. Y me confesó su sincero interés por la tecnología. Para él era algo común entre muchos compositores, desde Beethoven y Wagner en adelante. Pero no tan sólo como apoyo a la creatividad, sino también como forma de atraer al público. Me habló de sus ideas acerca de las posibilidades que podría ofrecer la realidad virtual en una sala de conciertos. Y destacó cómo Apple ha combinado idealmente esos dos elementos. Recuerdo que se sonrió al comentar todo esto a un individuo que grababa su conversación con un iPhone, llevaba las anotaciones de la entrevista escritas en un iPad Pro, que anotaba con una Apple Pencil, y controlaba el tiempo de la entrevista con un Apple Watch.
No voy a ocultar mi predilección por estos aparatos portátiles de Apple desde tiempos inmemoriales. Mi primer trabajo de investigación lo redacté con un Macintosh Portable de segunda mano y durante mi último año de carrera, allá por 1995, tomaba apuntes en clase con un PowerBook 145B prestado, hasta que pude comprarme mi primer portátil nuevo, un flamante PowerBook 150. Pero el iPad siempre ha sido mi dispositivo favorito. Me acuerdo cuando Steve Jobs presentó la tableta de Apple, el 27 de enero de 2010, y leí la noticia a la salida del Auditorio de Zaragoza, tras escuchar a Jonathan Nott y la Sinfónica de Bamberg una Primera sinfonía, de Mahler, donde había luchado contra la oscuridad de la sala para poder leer con comodidad la partitura en papel durante el concierto. Pensé, de inmediato, que una tableta así permitiría hacerlo con total comodidad, pues a través de la Petrucci Music Library (IMSLP) ya se disponía, por entonces, de la Universal Edition de esa partitura en PDF. Así fue. Pocos meses más tarde, a comienzos de julio, pude seguir la interpretación de Daniel Barenboim al frente de la Staatskapelle de Berlín, de las sinfonías Quinta y Sexta de Bruckner, en el Auditorio Nacional, con la primera versión del iPad. Y este dispositivo se ha convertido en un compañero habitual de cada concierto al que asisto.
Pero esa comodidad para el crítico musical, en la platea, también ha terminado invadiendo el escenario de la sala de conciertos. Hoy resulta cada vez más habitual ver a solistas y conjuntos frente a la tableta de Apple en sus actuaciones. Es el caso del Cuarteto Belcea que implantó, en 2018, el uso del iPad de forma habitual en sus conciertos. En enero de 2020, durante el festival de música de cámara de la Beethoven-Haus de Bonn, ayudé por casualidad a sus integrantes a recoger sus dispositivos, tras su última actuación, donde tocaron una versión deslumbrante del Cuarteto op. 130 con la Gran Fuga como movimiento final. Y me interesé por la forma en que habían integrado el iPad en su trabajo. Me sorprendió que ninguno de ellos estuviera especialmente interesado en la tecnología, aunque manejasen con total naturalidad el dispositivo sobre el escenario. Utilizaban la versión más grande del iPad Pro de 2018, con la app forScore y el Apple Pencil, para leer y anotar sus partituras. Pero, además, habían añadido el set de un soporte iKlip Stage, para sujetar el dispositivo, con el pedal bluetooth Blue Turn de iRing, que utilizaban para el paso de las páginas con el pie.
En adelante, otras formaciones, incluso sinfónicas, han ido colocando el iPad sobre sus atriles. Ello ha impulsado el surgimiento de otras aplicaciones alternativas a forScore. Un ejemplo es Newzik que utiliza la Orquesta Tonkünstler de Viena desde 2019. Se trata de una app que permite crear partituras electrónicas escaneando ediciones en papel, lo que facilita al bibliotecario de la orquesta el envío del material, ya que cada integrante del conjunto tiene su propio dispositivo. De igual forma, dispone de una herramienta llamada Band Mode que facilita la posibilidad de conectar pantallas, de forma que las digitaciones del responsable de una sección se copian automáticamente en los demás dispositivos conectados.
Pero hay más programas para la lectura de partituras en un iPad. Algunos han sido lanzados por editoriales e incluyen tiendas virtuales de partituras. Es el caso de Henle Library y de Bärenreiter Study Score. La primera fue lanzada en 2016 con un imponente catálogo de partituras de la G. Henle Verlag, principalmente para instrumento a solo y música de cámara, con un sistema de compra basado en créditos, que equipara los precios digitales con las ediciones en papel para adquirir piezas sueltas o colecciones completas (la Hammerklavier sale por 9 euros, mientras que la edición completa de las sonatas pianísticas de Beethoven cuesta unos 60). Dispone de la posibilidad de personalizar las ediciones y de anotarlas e incluso también de comprar las digitaciones de un intérprete famoso. Al mismo tiempo, añade un metrónomo y una herramienta para grabar, aunque esta app ha dado problemas a los intérpretes en el pasado con algunos leves retrasos en el paso de páginas o de problemas para guardar sus anotaciones. En el caso de Bärenreiter, su app resulta todavía más rudimentaria y dispone de un pobre sistema de anotaciones, aunque permite comprar casi al mismo precio que en papel unas doscientas partituras, en su mayoría obras orquestales, concertantes y sinfónico-corales. Por ejemplo, aquí se puede adquirir la famosa edición de cada una de las sinfonías de Beethoven, de Jonathan Del Mar, en la edición de estudio sin notas críticas, por algo menos de 90 euros, frente a los poco más de cien que cuesta la caja con todas las sinfonías en papel.
Este artículo no pretende ser exhaustivo, aunque hay más aplicaciones de editoriales que permiten comprar y estudiar partituras con un iPad, como es el caso de Carus Music de Carus-Verlag, para la música coral, o incluso en la app de Kindle de Amazon pueden comprarse ediciones digitales de las icónicas partituras de bolsillo amarillas de Eulenburg. En todo caso, mi interés como crítico se decanta hacia la app nKoda. Hablamos del “Spotify” de las partituras, pues con una suscripción mensual o anual accedemos a un volumen inmenso de partituras de las principales editoriales. En la actualidad está dividida en dos app diferentes pero interconectadas: nKoda Library y nKoda Reader. La primera te permite acceder al nutrido escritorio en la pestaña “Descubrir” que incluye una sección destacada que resalta algunas colecciones, como la referida integral de las sinfonías de Beethoven de Jonathan Del Mar, en Bärenreiter (aquí no sólo con todos los comentarios críticos, sino incluso con la parte separada para cada instrumento, además de la general para toda la orquesta), junto a varias secciones. Por ejemplo, en “música orquestal” encontramos destacadas ediciones de Boosey & Hawkes del Scheherezade de Rimski-Kórsakov, de Beethoven en Breitkopf & Härtel y en Edition Wilhelm Hansen de música de Hans Abrahamsen. Siguen otras secciones dedicadas a la música vocal e instrumental del Renacimiento y el Barroco, la evolución de la orquesta, la historia de la ópera y una selección de la música de cámara, en donde la edición de Bärenreiter del Quinteto con clarinete de Mozart convive con Omaggio a György Kurtág de Luigi Nono o con Different Trains de Steve Reich.
También existen varias aplicaciones actuales para el iPad que permiten escribir música y que superan el sencillo interfaz de Notation que utilizaba Salonen, en 2014. Un buen ejemplo es StaffPad, un software creado inicialmente, en 2015, para Windows 8 que aterrizó cinco años más tarde en iPadOs. Lo hizo con una app especialmente pensada para los iPad Pro con Apple Pencil, adaptada desde la Surface de Microsoft y su lápiz electrónico, que reconoce la escritura musical a mano; me refiero a que dispone de un sistema OCR de reconocimiento de escritura musical en tiempo real. Está diseñada para compositores y arreglistas, pero resulta muy útil para añadir algún ejemplo musical en un artículo de forma rápida y sencilla. Tuve la oportunidad de asistir a una presentación profesional de StaffPad para iPad, en diciembre pasado, y pude verificar su potencial. Se trata no sólo de una herramienta ideal para componer o arreglar obras, sino que permite escuchar cómo suenan las partituras, pues incluye hasta 55 instrumentos y permite añadir varias librerías profesionales, como Orchestral Tools. Además, sirve para la interpretación musical, ya que dispone de una versión Reader que permite sincronizar la partitura editada con varios iPad a los que puedes mostrar tan sólo la parte que deben tocar y gestionar de una forma centralizada no sólo el paso de las páginas, sino además cualquier anotación, digitación, cambio o alteración sobre la marcha. Pero, por desgracia, esta app no está pensada para la interpretación históricamente informada y no ofrece ninguna facilidad para las particularidades relacionadas con las notaciones antiguas.
Termino comentando brevemente los dos dispositivos de iPad que considero ideales como herramienta musical. Me refiero a las últimas versiones del iPad mini y del iPad Pro de 11 pulgadas, que tengo cedidos por Apple desde diciembre en la opción wifi+celular, y respectivamente de 256 y 512 GB. El primero lo utilizo casi como un sustituto del iPhone, pues dispone de una pantalla ideal para la lectura de textos y partituras de bolsillo. Esta 6ª generación de la tableta pequeña de Apple, que fue lanzada en septiembre pasado y que ha añadido un diseño cercano al iPad Pro, es un dispositivo excepcional, aunque no haya sido bendecido con el chip M1. En esto último, el iPad Pro lo eleva hasta convertirlo en un firme candidato para sustituir al portátil. De hecho, desde que dispongo de este modelo de iPad, mi portátil MacBook Air con chip M1, que adquirí a finales de 2020, se ha convertido en un ordenador de mesa proyectado en la excelente pantalla Huawei MateView 28. Ambas tabletas de Apple son útiles para viajar, pues permiten leer y escribir con suma comodidad. No obstante, el iPad mini carece hasta el momento de un teclado físico de Apple y la opción del teclado ultrafino Keys-to-Go de Logitech no me resulta ideal, aunque funcione francamente bien. La comodidad y calidad del Magic Keyboard de Apple para el iPad Pro, que dispone hasta de ratón, lo acercan al ordenador portátil, obviamente con limitaciones en la edición de páginas web, vídeo y sonido. Se trata de un teclado claramente preferible al diseñado por Logitech como Funda Combo Touch en cuanto a fiabilidad y comodidad, al disponer hasta de un puerto USB-C suplementario que te permite cargarlo a la vez que utilizas un periférico. Ciertamente, no existe hoy ningún dispositivo que pueda competir con el iPad como herramienta musical. Una verdadera extensión de la mano y de la mente, tal como proclamaba Salonen.
Pablo L. Rodríguez