EL ESCORIAL / Los colores de DiDonato

San Lorenzo de El Escorial. Teatro Auditorio. 5-VIII-2020. Joyce DiDonato, mezzosoprano. Carrie-Ann Matheson, piano. Canciones y arias de Mahler, Mozart, Luna, Hasse, Haendel, Granados, Benstein, Scheer y Arlen.
Con este recital se daba carpetazo a la tradicional muestra veraniega de la ciudad serrana, que organiza desde hace años Clece con los buenos oficios y el trabajo de Jorge Culla. Mal que bien, y pese a las limitaciones marcadas por la situación sanitaria, se ha logrado dar curso a un festival en el que no han faltado cosas de interés, con nombres acreditados en el cartellone, de los que son buen ejemplo Arcadi Volodos, Ainhoa Arteta y la protagonista del concierto que ahora comentamos, la mezzo norteamericana Joyce DiDonato, bien conocida de los aficionados españoles a través de sus múltiples actuaciones en este país sirviendo los géneros y estilos más diversos.
Ahora, cuando acaba de doblar la cincuentena, hemos tenido ocasión de disfrutarla en su vertiente de recitalista a lo largo de un programa muy variado y quizá excesivamente heterogéneo, que le ha permitido mostrar sus valores, su actual grado de madurez vocal y sus magníficas dotes artísticas y expresivas. Sigue siendo, como lo era al principio de su carrera, una mezzo muy lírica que regula y apiana, resulta firme en los ataques y magistral en los trinos, con un metal muy característico, un vibrato la mar de agradable y una singular penetración. Siempre es excitante verla en acción pues es muy expresiva y tiene el aspecto saludable de las norteamericanas modernas y decididas. Es muy versátil y posee un muy amplio repertorio. Los graves no son su fuerte, aunque su técnica le permite defenderse con cierta holgura.
Cualquier actuación de esta artista lleva el sello de la espontaneidad (puede que no del todo auténtica), por lo que su estilo acaba por resultar de lo más refrescante. El color del instrumento es claro, aunque ella sabe otorgarle los debidos claroscuros y tornasoles, las irisaciones precisas. En esta nueva actuación ha podido exhibir otra vez sus credenciales y su juvenil porte, su entusiasmo y su efusión, que mostró en más de una ocasión dirigiéndose a un público que “llenaba” el coliseo. Comenzó el recital nada menos que con tres Rückertlieder de Mahler, que expuso con convicción y sentido, morosamente, recreándose en la suerte y buscando elongaciones a veces excesivas.
Inició Ich bin der Welt abhanden gekommen con una voz casi blanca y plana, que fue engrosando paulatinamente, modelando la dicción y modulando cada frase. Se movió ágil, regulando sabiamente, en Ich atmet’ einen linden Duft, sin problemas en las notas altas. Liebst du um Schönheit fue expuesta con ejemplar refinamiento haciendo uso de una no siempre justificada morosidad. Una actitud que mantuvo a lo largo de todo el recital y que aplicó a sus límpidas versiones de la pícara Voi che sapete de Cherubino y a la soñadora, contemplativa y sensual Giunse al fin il momento de Susanna, ambas de Las bodas de Fígaro de Mozart, que desgranó con una cadenciosidad extraordinaria, quizá quitándole algo de espontaneidad, y adornándose con apoyaturas de buen gusto.
De España vengo de El niño judío de Luna —que semanas atrás ofreciera como bis Ainhoa Arteta en el mismo escenario— fue cantada con exceso de portamentos y muy aquilatada, lejos de la versión más racial de la soprano de Tolosa. Con sorprendente ensimismamiento en la sección intermedia. Cambiamos violentamente de tercio y escuchamos Morte col fiero aspetto de Marc’Antonio e Cleopatra de Hasse, en donde encontramos algunos problemas de afinación y una coloratura mejorable, al tiempo que echamos de menos en el discreto piano de Matheson un poco más de energía y premura. Mejor É pur così un giorno y su conocida aria Piangerò la sorte mia de Cleopatra de Giulio Cesare de Haendel, bien contrastada y dicha, en demostración de innegables cualidades de actriz.
Un nuevo salto estilístico nos llevó a las tres Majas dolorosas de Granados, en donde la cantante, con un castellano peculiar, se explayó a gusto extrayendo toda la sustancia dramática de unas piezas arrebatadoras y apasionadas, dichas a tono, con los peligrosos ascensos al la agudo bien resueltos y con los descensos al grave perfectamente impostados. En De aquel majo amante nos pareció que la emisión, aquí de gran anchura, proporcionaba una sonoridad demasiado hueca; pero el efecto dramático quedaba muy servido, en particular en la formulación de las palabras Ni en el mentidero ni en la Florida y siguientes, dichas con empaque.
Cuatro canciones norteamericanas pusieron fin al programa anunciado: Greeting de Bernstein, dicha muy sutilmente, Lean away de Scheer, a cappella, expuesta con extrema delicadeza, la tradicional y extensa Shenandoach, tan lírica y encantadora, y Somewhere over the Rainbow de Arlen, de carácter abiertamente folklórico, bien acentuado por DiDonato, que, ante los aplausos cerrados, ofreció dos bises: Canzonetta spagnuola de Rossini, muy adornada y con aceleración bien controlada —aunque sin hacer olvidar la interpretación de Horne—-, y El árbol del olvido de Ginastera, matizada con sigilo y convicción.