El coronavirus se cobra la vida de la mezzosoprano Mabel Perelstein
Otro triste acontecimiento derivado de esta terrible pandemia que nos está agobiando acaba de afectar a una cantante que mantuvo con nuestro país una decisiva relación profesional y sentimental: la mezzo Mabel Perelstein ha muerto.
Argentina de nacimiento, Perelstein completó sus estudios en Madrid, ciudad donde inició su carrera profesional avalada por una serie de premios conseguidos a lo largo y ancho de Europa. Era una voz segura y amplia de tintes claros pero densos que le abrió las puertas, aparte de las salas de concierto, de la mayoría de las temporadas operísticas patrias, en especial de las madrileñas, donde mereció presencia constante desde la Madelon de Andrea Chénier de 1985, el Liceo barcelonés, el Teatro Real (a destacar su presencia en el estreno de Don Quijote de Cristóbal Halffter) y otras ciudades españolas, incluyendo las temporadas de la ABAO, donde fue capaz de cantar Zigor de Escudero como ejemplo de versatilidad.
Fue la Abuela de la pobre Salud en la inauguración del Teatro Real con La vida breve en 1997, papel que ese mismo año llevaría al disco con Josep Pons. Quien esto escribe recuerda con cierta nostalgia dos interpretaciones suyas: Madame Flora de La Medium de Menotti y Arnalta de L’incoronazione di Poppea con Alberto Zedda, ambas en el Teatro de la Zarzuela, separadas por más de dos décadas de diferencia.
Deja como seguro testimonio de preparación, voz y profesionalidad algunos legados discográficos, como Frasquita de El Gato Montés y Doña Francisca de Doña Francisquita, con Plácido Domingo y Miguel Roa, así como Emilia del Otello de Nicola Martinucci. Con ella no existían personajes de mayor o menor cuantía o validez; ella, con su indudable impacto sonoro y su destacada actitud física, siempre se hacía notar.