El clarinete en invierno
BRAHMS: 3 Sonatas para clarinete / Michael Collins, clarinete; Stephen Hough, piano / BIS
ORIGINES ET DÉPARTS (Música francesa para clarinete); Obras de Poulenc, Saint-Saéns, Honegger… / Maximiliano Martín, clarinete, Scott Mitchell, piano / Delphian
Enero es el mes en el que todos dejamos de beber, nos hacemos veganos, regresamos a la oficina y escuchamos música para clarinete. Al menos, esa es la conclusión que se desprende de estos dos CDs que han llegado a mi casa.
¿Tres sonatas de Brahms? Conocía dos, pero Michael Collins ha adaptado para el instrumento la sonata para violín de 1886 y, para sorpresa de todos, no funciona. Collins es un magnífico intérprete con el oído de un director de orquesta y su pianista, Stephen Hough, posee la sensibilidad de un compositor. Pero Brahms conocía el violín y le faltaban algunos años para enamorarse tardíamente del exigente clarinete de Richard Mühlfeld. En la adaptación, los giros más melifluos de Collins suenan demasiado suaves. Mi oído pide a gritos ese sonido afilado del violín que Brahms escribió para Joseph Joachim.
Collins y Hough ofrecen en todo caso buenas lecturas de las dos sonatas para clarinete de 1894, opus 120/1 y 120/2. Buenas, aunque no deslumbrantes. Por alguna razón que nunca he llegado a comprender, estas obras crepusculares resultan mejor cuando son tocadas por dedos jóvenes que por aquellos con décadas de experiencia.
Otra cosa es el programa en torno a la música francesa para clarinete propuesto por Maximiliano Martín bajo el título Origines et départs. El clarinetista canario -director asimismo de la Orquesta de Cámara de Escocia- acompañado en esta ocasión por el pianista escocés Scott Mitchell, aporta un toque del iberismo de Ravel a la sonata de Camille Saint-Saens de 1921 y a una obra también tardía de Francis Poulenc.
Este solista se deleita en los sonidos que produce, captando el oído del oyente mediante un gran manejo del discurso sonoro. Incluso el fatigoso Honegger suena como un soplo de aire fresco de enero. La guinda del pastel es un vals elegíaco de un tal Eddie McGuire, una visión de las austeras colinas escocesas en una tarde que se alarga. No se lo pierda.