El ‘carpe diem’ de Igor Levit
“El tipo no es comercializable” fue el dictamen de un directivo de Sony Classical acerca del pianista Igor Levit, en octubre de 2011. Había asistido a un extraño recital suyo, en Berlín, donde el pianista interpretó una particular sucesión de composiciones en la tonalidad de re menor. Obras de los siglos XVII al XIX tanto de Johann Caspar Kerll, como de Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven y Franz Liszt. A ello siguió un encuentro en la terraza de un restaurante. Y el aspirante a artista exclusivo del sello discográfico no sólo negó su interés hacia Mozart o Chopin, sino que propuso grabar la música de un ignoto contemporáneo como Frederic Rzewski. Como remate, insistió en su compromiso político izquierdista y ecologista, y se manifestó en contra de la crisis financiera y la catástrofe climática.
Leemos esta historia en House Concert, un diario personal de Levit que abarca desde finales de 2019 hasta el otoño de 2020, redactado en colaboración con el periodista Florian Zinnecker, y que acaba de publicar en inglés Polity Books. Pero en medio de toda este relato surge la figura de Anselm Cybinski. Un productor en pleno proceso de transición, desde ECM a Sony Classical, con el talento para convertir los delirios fonográficos de Levit en grabaciones excepcionales. Empezaron con proyectos tradicionales, relacionados con las cinco últimas sonatas de Beethoven o las seis partitas de Bach, entre 2013 y 2014, hasta conseguir que la compañía estadounidense aceptase empresas mucho más arriesgadas. Ese fue el caso del triple set de variaciones, de 2015, con las Goldberg de Bach, las Diabelli de Beethoven y El pueblo unido jamás será vencido de Rzewski que la revista Gramophone convirtió en disco del año.
Después llegaron propuestas mucho más personales. Como Vida (2018), en donde reflexionaba sobre la muerte de su amigo, el artista Hannes Malte Mahler, o Encuentro (2020), que afrontó la trascendencia de la música durante los meses más duros de la pandemia. En ambos casos, Levit amplió las limitaciones del repertorio convencional para piano con transcripciones de eminentes compositores, como Ferrucio Busoni y Max Reger, hasta conformar un programa con un hipnótico atractivo. Pero, en medio de ambos lanzamientos, Levit completó su integral de las sonatas beethovenianas (2019), como adelanto de los fastos conmemorativos de su 150º aniversario.
Quedaba claro en sus discos ese juego de extremos que propugnaba. La perentoria intensidad, pero también la profundidad musical, hondura poética y tensión narrativa de su pianismo. En su penúltimo lanzamiento, de 2021, apostó por convertir el piano en un súper instrumento, no sólo con la grabación de los Preludios y fugas op. 87 de Dmitri Shostakóvich, sino especialmente con la magna Passacaglia on DSCH de Ronald Stevenson. Y ha seguido transitando por la misma senda en su último disco, titulado Tristán, que Sony Classical publicó en septiembre. Una vez más, Cybinski actúa de intermediario de las intenciones de Levit y aclara, en su texto dentro del libreto del disco, que su contenido “examina los vínculos entre el amor, la muerte y nuestra necesidad de redención”. Un programa que gira en torno a drama musical Tristán e Isolda, de Richard Wagner, pero que no eclipsa otros tormentos epigónicos de Gustav Mahler y Hans Werner Henze y, además, se compensa con la expresividad casi ascética de dos composiciones de Franz Liszt que enmarcan el programa.
Levit se muestra capaz de envolver al oyente en sus relatos sonoros. Esa faceta de storyteller, tan evidente en sus actuaciones en vivo, la escuchamos en el Sueño de amor núm. 3 de Liszt que abre el disco. El pianista remite a la versión original de la pieza como nocturno vocal O lieb so lang du lieben kannst, S. 298, a partir de los versos de Ferdinand Freiligrath, para convertirlo en una especie de carpe diem sentimental que da sentido a todo el disco: “Ama tanto como sea posible, pues llegará la hora en que estarás junto a la tumba y te lamentarás”. Le sigue Tristan, de Henze, un extenso conjunto de preludios para piano, de 1973, acompañados por orquesta y cinta con sonidos manipulados electrónicamente, que nos traslada a un universo sonoro donde se evoca, contradice y hasta critica a Wagner.
Una ambiciosa e intensa composición, de unos 50 minutos, cuya extensa gestación podemos leer tanto en su libro Musik und Politik. Schriften und Gespräche 1955 – 1975 (Deutscher Taschenbuch-Verlag, 1976) como en su autobiografía de 1996 traducida al español como Canciones de viaje con Quintas bohemias (Antonio Machado Libros/Fundación Scherzo, 2004). Su origen se remonta a comienzos de 1972, como una pieza para piano, esbozada a partir de recuerdos lejanos de la armonía de Tristán e Isolda. Será el primero de una serie de preludios para teclado a los que volverá, en la primavera de 1973, con intención de componer un ballet dramático para el coreógrafo John Cranko con orquesta y varias grabaciones manipuladas electrónicamente en el estudio de Peter Zinovieff, a quien terminó dedicando la composición. Pero el proceso creativo se tiñó de luto a consecuencia de cuatro muertes que afectaron profundamente al compositor. Empezando por la del propio Cranko, que imposibilitó la realización del ballet, pero también de Salvador Allende y W. H. Auden, aunque la más dolorosa para Henze se produjo, en octubre de 1973, y cuando estaba inmerso en el número final de la obra titulado epílogo: su querida amiga y colaboradora Ingeborg Bachmann fallecía en un hospital convaleciente de un terrible accidente doméstico que le había producido quemaduras de tercer grado.
De todas formas, la referencia fundamental para profundizar en esta compleja partitura fue publicada en inglés, en 2011, por el musicólogo Stephen Downes, dentro de la serie Landmarks in Music since 1950 de la editorial Ashgate. Una monografía que vincula la obra de Henze a la tradición de composiciones del siglo XX que han aludido al Tristán wagneriano, de Berg o Messiaen, pero en este caso abarcando todo tipo de estilos, expresiones y estéticas, que la convierten en un híbrido entre el romanticismo, el modernismo y el posmodernismo. Downes estudia aquí el relato del compositor sobre el origen de la obra a la luz de sus borradores y analiza tanto la partitura como la grabación que dirigió el propio Henze, para Deutsche Grammophon, en junio de 1975, al frente de la Orquesta de la Radio de Colonia y con el pianista Homero Francesch como solista. En este nuevo registro, Levit vuela más alto que Homero Francesch, aunque Franz Welser-Möst y la Gewandhaus de Leipzig no puedan competir con la dirección musical del propio Henze, que da sentido a cada cita de Brahms, Chopin o del propio Wagner. Lo podemos comprobar en el extenso epílogo que cierra la obra donde el tono fluido y meditativo de Levit no encaja bien con el universo orquestal que pretende evocar Henze como clímax de la obra. Aquí fusiona alusiones a las referidas cuatro muertes, que se unen a la del propio Wagner, dentro de un entorno veneciano inspirado por la famosa novela de Thomas Mann, y donde cita también el preludio del tercer acto de Tristán, que acompaña con el latido de un corazón humano y los versos de Gottfried von Strassburg leídos con acento cockney por Kolinka, el hijo pequeño de Zinovieff.
El disco se completa con un admirable registro del preludio del Tristán e Isolda wagneriano en el arreglo de Zoltán Kocsis, que escucharemos en su próxima actuación madrileña. Y alcanza su cenit con una arrebatadora interpretación del Adagio de la Décima mahleriana, en la imaginativa adaptación pianística de Roland Stevenson, donde el piano adquiere densidad sonora orquestal en el famoso clímax disonante de nueve notas. Pero Levit abrocha el disco con otro Liszt, una admirable versión del Estudio trascendental núm. 11, que adopta un tono ideal entre majestuoso y crepuscular. Un lanzamiento que representa a la perfección al artista innovador, al virtuoso inconformista y al músico temerario que acaba de retratar Regina Schilling en su excelente documental de dos horas de duración titulado Igor Levit ─ No Fear, estrenado en octubre pasado, y que ojalá podamos ver pronto en España. De momento, el próximo martes, 13 de diciembre, tendremos a Igor Levit en persona, en la sala sinfónica del Auditorio Nacional, y como colofón del ciclo Grandes Intérpretes de este año en la Fundación Scherzo. Aquí pueden comprar una entrada.
Pablo L. Rodríguez