El arte de la transcripción
BEETHOVEN/LISZT & MOZART/ALKAN: Transcripciones para piano de la Sinfonía Eroica y el Concierto para piano n.20 / Paul Wee, piano / BIS
Franz Liszt hizo más por difundir la apreciación musical que todo el sistema educativo de su época. Tras escuchar alguna pieza que le causaba especial admiración, Liszt hacía una transcripción para piano. De estas, las que realizó sobre arias italianas de Bellini y Donizetti fueron las más aplaudidas, pero Liszt siempre estuvo imbuido de una especie de celo misionero, de modo que introdujo sinfonías completas de Beethoven en pueblos pequeños donde nunca había tocado una orquesta profesional.
Su transcripción de la Eroica de Beethoven es a la vez inspiradora y desconcertante, una fiel representación de los temas beethovenianos, aunque sin las sutilezas de la textura. No hay muchos pianistas que consigan transmitir la riqueza de esta partitura pianística sin que el oyente se sienta defraudado.
Paul Wee, un abogado londinense que posee una fenomenal técnica al teclado, lo entrega todo en esta lectura de la Eroica de Liszt/Beethoven, hasta el punto de resultar a veces excesivo. Toca rápido y fuerte en el primer movimiento, consiguiendo impacto sin demasiada penetración, y propulsión sin ese indefinible Schwung que un gran pianista-director suele aportar a la partitura. La marcha fúnebre suscita la emoción, pero el conjunto no acaba de funcionar del todo.
El álbum se redime con una lectura trascendental de una transcripción del Concierto para piano n. 20, en Re menor, K.466, de Mozart, realizada por el excéntrico pianista y compositor parisino Charles-Valentin Alkan. Por supuesto, es mucho más fácil simular una pequeña orquesta de Mozart con un piano solo que proyectar una de las grandes partituras sinfónicas de Beethoven, pero Alkan lo hace con tanta delicadeza -y Wee toca con tanta empatía- que difícilmente se podría imaginar una interpretación mejor del concierto con orquesta completa. Con sólo dos manos, Alkan logra diferenciar la línea del piano del acompañamiento orquestal, y Wee mantiene la conversación con una convicción infalible. ¿Hacer a Mozart grande de nuevo? Alkan lo consigue, del mismo modo que Liszt. Las páginas finales del Allegro despegan como un vuelo de garzas reales, elevando el corazón y todo lo que el corazón contiene.
Norman Lebrecht