El año de Francisco Coll

Un cuadro puede ser motivo de inspiración, pero también apéndice de una obra musical. Depende del compositor. Y Francisco Coll (Valencia, 36 años) insiste en su necesidad de pintar mientras compone. En 2018, cuando estaba inmerso en la redacción de su doble concierto para violín, violonchelo y pequeña orquesta, Les plaisirs illuminés, empezó a pintar un paisaje alpino con ese mismo título.
Coll hizo crecer su nueva obra a partir del dúo para violín y violonchelo Rizoma (2017), una obra dedicada al excelente dúo formado por la violinista Patricia Kopatchinskaja y la violonchelista Sol Gabetta. Ambas grabaron esta pieza, en 2018, y la acaban de incluir dentro de su primer lanzamiento como dúo, en el sello Alpha. En las notas del libreto hablan de su adoración hacia el compositor valenciano: “Atesoramos cada pieza que nos escribe. Se ha convertido en un amigo”, admite Kopatchinskaja. Las dos valoran su claridad de ideas junto a la exigencia que implica su música, pero también su disponibilidad para aclararles dudas. Y revelan, inconscientemente, sus diferencias; mientras Gabetta se muestra preocupada por haber grabado varias notas erróneas, que detalla con número de compás, Kopatchinskaja asegura que eso no es importante: “Es lo que sucede en las primeras interpretaciones”.
Del inicio de Rizoma brotó el lamento final del concierto Les plaisirs illuminésy del praeludium inicial su continuación, mientras Coll prosiguió con su obra pictórica, y dispuso óleo y acrílico sobre lienzo. El compositor siguió escribiendo una desgarradora Wiegenlied (o canción de cuna), para el segundo movimiento, a la vez que añadía plástico quemado sobre la superficie del cuadro. Había pedido cuerdas desechadas, tanto a Kopatchinskaja como a Gabetta, y las colocó en los orificios que el plástico quemado había formado sobre la superficie del lienzo. Por fin, el doble concierto adquirió su fisonomía completa, en unos veinte minutos de duración, con un palo flamenco: unas alegrías que abren el tercer movimiento, con la orquesta respondiendo al “tirititrán, trán, trán” de las dos solistas.
Pero este doble concierto también está inspirado en Les plaisirs illuminés (1929), de Salvador Dalí. Coll hace sonar de manera muy realista esas perturbadoras imágenes de la mente del artista ampurdanés. Sueños, traumas, recuerdos y fantasías que la Camerata de Berna estrenó, en junio de 2019, bajo la dirección del compositor, como parte de su residencia y con la violinista y violonchelista como solistas. Fue su primera experiencia como director y el mismo día del estreno, su cuadro, de unos dos metros de largo, se expuso en el hall del Kursaal de Berna.
Poco después grabaron la nueva obra en el estudio radiofónico de la SRF de Zúrich, como parte de un lanzamiento que Alpha publicó en enero de 2021, un año muy especial para Coll a nivel fonográfico. El disco incluye, además, LalulaLied (2018), basado en un poema dadaísta de Christian Morgenstern, que Kopatchinskaja hace suyo con su voz y su violín a dúo con su colega Suyeon Kang y la contrabajista Käthi Steuri.
El sello BIS también publicó hace ahora un año la primera grabación de Turia, un concierto para guitarra y conjunto instrumental que Coll escribió, en 2017, para el guitarrista Jacob Kellermann y el director de orquesta Christian Karlsen. Ambos intérpretes lo han registrado, junto a la Norrbotten NEO, dentro de un disco que es “una evocación de la soleada España desde la fría Suecia luterana”. Turia es una reminiscencia del río casi surrealista que cruza su ciudad natal, cuyo cauce seco está ocupado por jardines, pistas deportivas y hasta por un teatro de ópera. “De niño solía pasear por este insólito río lleno de luz, flores y gentío. Siempre pensé que algún día escribiría su música”, recordaba Coll tras su estreno.
La obra consta de cinco movimientos en los que evoca la luz pero también las tinieblas. El sonido de la iluminación pictórica de Sorolla y la negrura poética de Lorca; Coll alude expresamente al poema Se ha puesto el sol, en su explicación de la obra dentro del libreto, con esos árboles que meditan como estatuas, el trigo segado y la tristeza que emana de las norias paradas. Esas imágenes inspiran, seguramente, el oasis lírico del primer movimiento con la guitarra entonando un quejío. También elevan el extático movimiento central y lo conectan con el cuarto, una intensa cadenza del solista exquisitamente respaldado por el conjunto instrumental. De hecho, Coll vuelve a encontrar en el flamenco, una vez más, la argamasa ideal para esa mezcla extrema de contrarios, de fantasía, arrebato y embeleso que es su música.
Además de la inclusión de obras suyas en este lanzamiento de BIS, junto a los dos anteriores de Alpha, Pentatone ha llegado todavía más lejos. El sello neerlandés publicó, antes del pasado verano, un disco monográfico dedicado a la música orquestal de Coll dirigido por Gustavo Gimeno al frente de la Filarmónica de Luxemburgo. Una selección de obras sinfónicas y concertantes desde su opus 1, Aqua Cinerea (2005), hasta su reciente Concierto para violín (2019) con Kopatchinskaja como solista. Pero que también incluyó las Four Iberian Miniatures (2014) para violín y orquesta, la obertura Hidd’n Blue (2009-11) y la sinfonía Mural (2013-15).
Coll y Gimeno se conocieron durante el Festival de Lucerna, en el verano de 2013. Creo recordar que los presentó el flautista valenciano y miembro de la orquesta del festival, Paco Varoch. Al parecer, ninguno de los dos mostró mucho interés por el otro. Pero todo cambió entre ellos, en 2014, coincidiendo con el despegue internacional de la carrera de Gimeno. El director valenciano recuerda su toma de contacto con Coll en un programa de mano: “Compartimos una comida y me prometió enviarme partituras y grabaciones, lo que hizo. Recuerdo haber abierto una partitura mientras escuchaba la grabación, en mi casa de Ámsterdam. Y quedar paralizado físicamente, entusiasmado y alerta. Inmediatamente tuve claro que quería participar en el desarrollo artístico de este compositor y colaborar con él”.
Ya en su presentación con la Filarmónica de Luxemburgo, previa a su nombramiento como titular, en septiembre de 2014, el director valenciano dirigió Hidd’n Blue. Dos años más tarde, programó el estreno absoluto de Mural, en septiembre de 2016, que el compositor Thomas Adès, maestro y mentor de Coll, dirigió en los Proms, en el verano de 2017. Fue entonces cuando tuve mi primer contacto con Coll a través del correo electrónico. Había viajado a Londres para cubrir, en el diario El País, la “invasión” española de esa edición, en el histórico festival londinense, con el debut de Javier Perianes y Pablo Heras-Casado, junto a actuaciones de Juanjo Mena, el Orfeón Donostiarra y el Orfeó Català. Pero el único compositor español contemporáneo programado ese año en los Proms fue Coll, cuya música ya había sonado, en la edición anterior, con Four Iberian Miniatures.
Hidd’n Blue y Mural son dos de las mejores partituras de Coll. Y ambas están imbuidas por esa experiencia pictórica del sonido del compositor valenciano. La primera surgió como encargo de la London Symphony, dentro del programa LSO Discovery, entre 2009 y 2011, durante su etapa como alumno privado de Adès, que la estrenó al frente de esa orquesta inglesa, en enero de 2012. La obra alude, según Coll, a un azul profundo y misterioso que se superpone a otros colores más claros y arremolinados. Conforma un lienzo sonoro, colorista y brillante, lleno de intensos contrastes, donde los motivos rebotan de un instrumento a otro. Está construida sobre un extenso canon oculto entre la riqueza de una instrumentación encaminada, en sus cinco minutos de duración, hacia un incandescente clímax. Gimeno no sólo asegura la transparencia de su tejido sonoro, sino que consigue que cada sección de la orquesta respire con naturalidad.
El director valenciano logra, con este último lanzamiento de Pentatone, su resultado fonográfico más asombroso al frente de la orquesta luxemburguesa. Un disco grabado, en año y medio, que pudo culminarse en tiempo y forma, a pesar de la irrupción de la pandemia. De hecho, los registros de Hidd’n Blue y Mural fueron realizados antes de la llegada a nuestras vidas del coronavirus, en julio de 2019, con sus vastas fuerzas orquestales perfectamente engarzadas, al margen de las limitaciones sobre un escenario que conocimos en 2020.
Esta sinfonía en cinco movimientos, escrita entre 2013 y 2015, sigue siendo una de mis composiciones favoritas de Coll. Compila todo su universo sonoro, artístico e intelectual en menos de treinta minutos. En el primer movimiento, parte del surrealismo y culmina en la hipermodernidad. Dos visiones extremas, aquí presentadas por una orquesta masiva. Un desenfreno festivo que contrasta, en el episodio central, con una instrumentación que se contrae para mostrar la soledad camerística de un expresivo corno inglés. Ese mundo frenético y desbocado en que vivimos se retrata, a continuación, en el scherzo, donde Coll elabora su propio Hyperlude III para violín solo. Pero le sigue, a modo de reacción, un bellísimo canon en la cuerda, desestabilizado por el viento madera y metal, que descarga en otra expresión dionisíaca.
El compositor ha confesado que, mientras componía Mural, pensó en darle el título genérico de “sinfonía grotesca”, aludiendo a ese encuentro sonoro entre Apolo y Dionisios en varios movimientos de la obra. El cuarto es un buen ejemplo. Aquí escuchamos una serie de referencias al introitodel Réquiem de Tomás Luis de Victoria, en la cuerda, sacudidas por violentos acordes del viento y la percusión que terminan por conjugarse en un caos ordenado y desembocan en un sorprendente pasaje camerístico para dos violines acompañados por el harpa y el palo de lluvia. Pero la verdadera cúspide de esta composición se escala en el quinto movimiento, que vuelve a ser otro excepcional momento expresivo. En esta ocasión, Coll construye poco a poco un inmenso coral. Avanza desde texturas camerísticas a bloques masivos y lo llena de escarpadas armonías. La conclusión de este movimiento coincidió con otro cuadro pintado por el compositor: un inquietante paisaje alpino titulado Mural y que simboliza a las montañas vistas como catedrales. Pero la coda despeja la tormenta climática hasta conformar un cluster del que emerge un misterioso acorde final en mi mayor.
El disco de Pentatone se completa con la presencia estelar de Patricia Kopatchinskaja. La irrupción de la violinista moldava en la vida de Coll fue tan fortuita como venturosa. Se produjo, en noviembre de 2016, por intercesión de Gimeno. Todo sucedió en Valencia durante la primera gira española de la Filarmónica de Luxemburgo. El director valenciano colaboró con la violinista en los conciertos de Schumann y Chaikovski. Y pudo comprobar su asombrosa capacidad para encontrar en ambas un discurso plenamente contemporáneo. Recuerdo perfectamente una interesante visita de Koptachinskaja al camerino del director en la Philharmonie luxemburguesa, mientras le hacía una entrevista para El País, para acordar con él algunos detalles de su interpretación de Schumann partitura en mano.
En el AVE que trasladaba a la orquesta de Luxemburgo, de Madrid a Valencia, Kopatchinskaja se interesó por tocar como propina una obra contemporánea de un joven compositor valenciano. Venía de regalar, en su actuación en Madrid, versiones impactantes de Crin, de Jorge Sánchez-Chiong, junto a dos pasajes de Kafka-Fragmente, de Kurtág. Gimeno contactó con Coll, que casualmente estaba en Valencia y le facilitó la partitura de su Hyperlude IV para violín solo. Su interpretación de esta pieza, prácticamente a primera vista, fue asombrosa. La violinista moldava hizo suya la página de Coll con esa mezcla de intensidad y elocuencia. Y esa interpretación fue el detonante del Concierto para violín, cuyo segundo movimiento incluye una reelaboración de ese hyperludio. El vídeo promocional de Pentatone resalta, precisamente, este fragmento de la obra.
El Concierto para violín, cuyo estreno absoluto se pudo ver a través de la plataforma Takt1, el 13 de febrero de 2020, es otra composición impresionante donde muestra esa combinación de belleza y brutalidad que escuchamos en Mural. Ambas obras conforman el foco central de este excepcional disco de Pentatone. El propio Coll me confesó, durante la serie de conversaciones #LaMúsicaConfinada que realizamos en Scherzo, en junio de 2020, cómo la obra es un retrato de la violinista.
El primer movimiento, titulado Atomised, tiene un inicio bastante explosivo. Pero no se limita a dibujar el lado más volcánico de Kopachinskaja. Poco después, evoca su sensualidad por medio de una bella passacaglia. Y ambos elementos se alternan y hasta superponen. Casi lo mismo podría decirse del segundo movimiento, titulado Hyperhymnia . Ahora, la sensualidad del inicio adquiere un inquietante sentido erótico, a través de una elaboración personal del motivo del Venusberg del Tannhäuser wagneriano. Y comienza su alternancia con el referido fragmento del Hyperlude IV. Coll no se limita a citar su propia música para violín solo, sino que la resignifica y desarrolla con la orquesta, junto a esa evocación personal del Venusberg, hasta conformar una especie de forma rondó. De hecho, el principal reto de toda la composición reside en actualizar la estructura decimonónica del concierto romántico para violín en tres movimientos.
Al escuchar esta grabación del Concierto para violín, nadie podría pensar que esta masiva composición fue grabada con importantes restricciones sanitarias, durante el verano de 2020. El resultado es asombroso en los dos primeros movimientos. Y, especialmente, en el tercero. Lo titula Phase y arranca, casi como una continuación del anterior, con la irrupción de un motivo en ritmos rotos. Coll reconoce que este complejo motivo rítmico le surgió en una parada de autobús de Lucerna, en 2013. Lo citó en varias composiciones anteriores, como en su ópera de cámara Café Kafka, en Mural y en el inicio del segundo movimiento de Turia. Pero ahora se adueñó del movimiento final de su concierto violinístico. Con él retrata lo impulsivo e irracional, aunque sin renunciar a un lenguaje extremadamente virtuosístico. Kopatchinskaja consigue elevarlo con su inconfundible tono rapsódico y Gimeno le insufla una transparencia casi camerística al frente de la orquesta.
La moldava también lleva a su terreno personal la obra Four Iberian Miniatures, para violín solista y orquesta de cámara, que llena de aristas y espasmos. Se trata de la primera incursión de Coll en el flamenco, aunque sacudido y deformado por su mirada musical. Kopatchinskaja se transmuta en una cantaora surrealista de cuyo instrumento asoman retazos de melodías tan conocidas cómo el famoso arreglo lorquiano del Anda jaleo, casi al final de la segunda miniatura. Y el CD de Pentatone culmina con el principio del catálogo de Coll, su ópera prima: Aqua Cinerea, una composición revisada para esta grabación, pero escrita cuando todavía era un estudiante y tocaba el trombón en la Orquesta Filarmónica de la Universitat de València. Ya asoma aquí su control del discurso y las texturas extremas de su orquestación, pero también la constante riqueza de su lenguaje que se resume en la indicación inicial: statico ma stimolante. Este potencial lo reconoció de inmediato Thomas Adès, tras escuchar el registro del estreno de esta composición.
Pero 2021 no sólo ha sido el año de Francisco Coll a nivel fonográfico. En abril pudo verse, por streaming, el estreno absoluto de Hímnica, una especie de reflexión personal del confinamiento y la pandemia, en forma de extensa e hipnótica chacona orquestal de unos diez minutos. En ella asoman todas sus caras, desde la más grotesca y dramática, hasta la más onírica y surrealista, sin perder nunca el sentido del humor, aquí representado por medio de una escueta referencia a una especie de vals burlesco. Una riqueza orquestal limitada, en esta ocasión, a una formación sinfónica beethoveniana, pues la obra tuvo que amoldarse a la plantilla de la Cuarta sinfonía, de Schumann. La obra surgió como comisión de la Sinfónica de Lucerna y como despedida a James Gaffigan, tras más de una década como titular. Nada se sabía, por entonces, acerca del destino de este maestro neoyorquino como nuevo titular de la formación del Palau de les Arts de la ciudad natal de Coll.
Y todo seguirá para el compositor valenciano este 2022. El inicio del año va a coincidir con el esperado estreno absoluto de su Trío con piano, comisionado por el CNDM, el próximo 24 de enero en el Museo Reina Sofía, con el Trío Isimsiz. Y en mayo tendrá lugar, en Valencia, la postergada première de Lilith, una composición orquestal que redactó durante su residencia en la Orquesta de València que dirigirá el propio Coll. Pero los años venideros prometen muchas más novedades: un concierto para la violonchelista Sol Gabetta y otro para el pianista Javier Perianes. Sin olvidar que, en 2024, llegará al escenario del Palau de les Arts su nueva ópera en coproducción con el Teatro Real.
Pablo L. Rodríguez