Daniel Levy: “El proceso de aprendizaje nunca termina”
Exponente de relieve de la Escuela de Vicente Scaramuzza, maestro de grandes músicos como Bruno Gelber, Martha Argerich y Michele Boegner, la trayectoria musical del pianista Daniel Levy queda reflejada en los más de 50 discos grabados para sellos como Edelweiss Emission y Nimbus. En la actualidad aborda, entre otras actividades concertísticas, su faceta formadora, en la que, bajo el título La Escuela Pianística de Vicente Scaramuzza, impartirá una serie de clases magistrales en Madrid a través de las enseñanzas de los que un día fueron sus maestros.
¿Qué sentido tiene para Ud. la enseñanza?
El significado de la enseñanza es enorme, porque en cada alumno encuentras un aspecto completamente distinto. No es buscar que reproduzcan, sino hacer surgir y estimular lo que ellos tienen. Por eso, no puedes aplicar el mismo principio formal para todos (has de adaptarte a cada uno), aunque sí los mismos principios esenciales. He impartido muchas masterclasses “al uso”, en las que un grupo de estudiantes absorbe el máximo conocimiento posible en un tiempo limitado, pero esta fórmula me resulta insuficiente para ambas partes. En esta ocasión y por un período de cuatro meses, impartiré estas clases magistrales de manera individualizada, uno por uno.
Como discípulo de Scaramuzza, ¿qué rasgo identitario caracteriza a esta escuela pianística?
Sobre todo, el hecho de encontrar tu propia voz; que es también, en este caso, la voz del piano.
¿Alguna enseñanza o alguien más a destacar de su período formativo?
Ana Gelber. Ella no daba conciertos, pero la experiencia que transmitía era como la de alguien que hubiera hecho 4.000. Y es que, al fin y al cabo, el escenario es un momento, pero puede que no sea el más importante. También le debo mucho a Maria Tipo, quien deja un legado muy importante. Siento que ella tiene que ver con cierta forma de devoción muy particular por Bach. Asimismo, Sergio Lorenzi, quien era el pianista del Quintetto Chigiano, dejó en mí una marca muy profunda. Intento recordar y tener siempre presente las enseñanzas de todos ellos, las cuales me gustaría transmitir.
¿Qué es un músico para Usted?
Para mí va mucho más allá del espectáculo, de la taquilla, que actualmente es algo importantísimo, pero no tiene que ver con esto. El músico es alguien que ha de transmitir y traducir un lenguaje no verbal que un grupo de compositores nos dejó. Una de las cosas que más me impresiona de Schumann es cuando decía: “el rol del músico es traer luz al corazón humano”. Creo que todavía no hemos entendido, no solo el rol del músico, sino tampoco el rol de la música.
¿Se deja de ser estudiante alguna vez?
Qué linda pregunta. No. A mi entender, el proceso de aprendizaje nunca termina. Cuando crees que has alcanzado una meta, en realidad es un comienzo nuevo. Ahí es donde el estudiante no deja de serlo.
Ha grabado gran parte de la obra de Robert Schumann. ¿Tiene para Ud. un significado especial?
Empezó por una curiosidad y después desarrollé una especie de gran amor. Ya desde joven me llamaba mucho la atención. Solo se programaban las mismas obras, después había una gran oscuridad, pues gran parte de su repertorio nunca se tocaba en público. Creo que fue incomprendido en el último período de su vida, donde no hay realmente suficiente documentación que explique qué pasó en verdad. Schumann es un músico que habla al corazón en un lenguaje complejo, pero que al mismo tiempo es directo y simple. Para mí no es un compositor del pasado, porque con su música dice algo que hoy todavía necesitamos. Es una creatividad particular, un gran creador, (y aunque parezca demasiado lo que voy a decir), todavía un desconocido.
También ha grabado obras de Clara Schumann.
Sí. Hay una parte de sus obras en las que se dedicó a realizar transcripciones de lieder para piano solo. Son una maravilla porque no agrega nada, respeta el lied. Esto implica que tenía el criterio de hacer cantar al piano, lo cual coincide con parte de las enseñanzas de Scaramuzza, quien decía: “Si no se canta con el piano, es mejor no tocarlo”.
Háblenos de “Eufonía”, el método que Usted ha creado.
Nosotros somos seres sonoros, no solo porque hablamos o cantamos, sino porque generamos sonido. Los instrumentos evocan en nosotros algo muy particular que nos puede ayudar en la educación, pero también en las relaciones humanas y en muchos aspectos de la vida. En Eufonía la música es el foco, pero se va hacia lo extramusical. Lo abarca todo, porque la música puede curar, alinearte, elevar o incluso cambiarte la conciencia; tiene un poder enorme. Scaramuzza decía: “Yo no te estoy enseñando solo a tocar el piano, te estoy enseñando para la vida”. Y para él, lógicamente, la vida era la música.
En lo que a intérpretes respecta, ¿cuáles son sus referentes?
Estoy muy ligado a varios talentos del siglo pasado. Claudio Arrau es un referente muy particular, sobre todo por su grandeza intelectual y formal. Él, al igual que Backhaus o Wilhelm Kempff descubrieron un sonido que después fue un ejemplo para muchos. Hay un pianista que me interesa especialmente, György Cziffra, quien, a pesar de ser siempre identificado con el virtuosismo de Lizst, cubría un amplio espectro de repertorio (barroco, Mozart, Franck…) de un modo verdaderamente increíble y delicioso, pero que lamentablemente quedó en un segundo plano.
Lucía Santiago
Caja
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