CUENCA / Suculento entrante de la Semana de Música Religiosa
LX Semana de Música Religiosa de Cuenca. Teatro Auditorio. Cuenca. 1/2-IV-2023. Obras de Nebra padre e hijo. Los Músicos de su Alteza. Dirección: Luis Antonio González. Liszt: Armonías poéticas y religiosas. Eduardo Fernández, piano. Iglesia de la Asunción. Cardenete. 2-IV-2023. Concierto de órgano: Fiori Musicali. Irene De Ruvo, órgano.
Ha comenzado con buen pie la sexagésima Semana de Música Religiosa de Cuenca, centrada este año, a impulsos de su nuevo director, Andoni Sierra, que es entre otras cosas el creador del grupo Conductus y el rector de la Coral Andra Mari, en la figura de María, madre de Cristo (Maria, mater Christi); una de las mayores fuentes de inspiración para los compositores de música religiosa cristiana. Un buen punto de inflexión, un motivo recurrente que va a otorgar a la muestra de este año una coherencia muy especial.
Hemos abierto el fuego con un hermoso concierto, precedido de una interesante conferencia del musicólogo José Luis de la Fuente Charfolé, que ha tratado de esclarecer el misterio que aún existe en relación con la autoría de las obras escritas por José Nebra padre y José Nebra hijo. De este se ha representado por estos días una moderna adaptación de su obra lírica La violación de Lucrecia. Luego ha venido la música. Del padre, José Nebra Mezquita (1672-1748), hemos escuchado dos Salves a 4 con violines, obras breves y sustanciosas. Del hijo, José de Nebra Blasco (1702-1768), un espléndido Miserere dividido en 12 partes.
Hemos degustado estas infrecuentes partituras en una muy cuidadosa y transparente interpretación de los Músicos de su Alteza al mando del sensible, ordenado, sobrio y musical Luis Antonio González, uno de los mayores especialistas de nuestro país en la música de los Nebra. Acentuación justa, ataques precisos, elegancia de líneas, sonoridad excitante la de este grupo de once instrumentistas, que han sabido tocar con los reguladores y las dinámicas adecuadas y acompañar, en el Miserere, a dos bien timbradas sopranos: Irene Mas Salom, de muy atractivo vibrato stretto y luminoso metal, y Olalla Alemán, más veterana y de tinte algo más oscuro.
Dos cantantes muy aptas para estas músicas, que frasearon y dijeron con propiedad destacando sus accidentes y luciéndose de manera muy natural en las alternancias, agilidades, pasajes en piano y en forte, ataques precisos y ligeros. Todo culminó con un Tunc acceptabis (Andantino-Allegro vivo) final. En las páginas de Nebra padre participaron también, en misiones de menor relevancia, el contratenor Gabriel Díaz (hace poco triunfador de Aquiles en Esciros de Corselli en el Real), de timbre muy agradable de mezzo y el veterano barítono Jesús García Aréjula, con su penumbrosa coloración. Un concierto por tanto ejemplar y necesario, con una sonoridad que, explica José Luis de la Fuente, suficientemente nutrida, que buscaba “la consistencia más que la espectacularidad y jugaba a favor del arropamiento de la línea, la expresividad contenida y el fraseo”.
Radical cambio de escenario al día siguiente, con asistencia en el pequeño pueblo de Cardenete, a 60 kilómetros de Cuenca, de un concierto en el órgano de la Iglesia de la Asunción, restaurado gracias a la Asociación de Amigos del instrumento constituida en 2010 y acaudillada por los organistas Carlos Arturo Guerra Parra (titular de la Catedral) y su esposa Lucie Zakóvá. Una restauración lleva a cabo por el organero Frédéric Desmottes. El órgano ha quedado perfecto, también en su rico artesonado y elementos decorativos. En él ha impuesto su técnica suelta y su ágil pulsación la italiana Irene De Ruvo, que ha ofrecido un programa con obras poco conocidas del XVI y XVII de Dalla Gostena, Bruna, Cavazzoni, Gabrieli y Kerll. Con la espectacular Battaglia de este último se cerró la sesión matinal.
Por la tarde, en la sala de cámara del Auditorio, nos esperaba un plato fuerte: la integral de las Armonías poéticas y religiosas de Franz Liszt, que ha acometido sin pestañear y con una total concentración el pianista conquense (aunque nacido en Madrid) Eduardo Fernández, que se ha empapado bien del significado y múltiples accidentes que pueblan los diez números que constituyen el ciclo; distintos pero relacionados temática y armónicamente las más de las veces. El artista se ha embebido en el proceloso y emotivo mundo y ha ido pautando sabia y lentamente cada una de las partes.
Desde el Andante con moto de la Invocación, un gran pórtico, ha mostrado lo solemne de la composición, lo poderoso de sus acordes, lo excelso de sus melodías, lo sinuoso de la línea expositiva. Control excelente de los contrastes forte-piano, dinámicas bien reguladas, pedal ágil y estratégico. Y, cuando la ocasión lo pide, y casi desde el principio, canto dulce y recogido. Los religiosos arpegios del Ave María nos llegaron con nitidez. Titilante el Benedictus, que fue tomando cuerpo poco a poco. Procesional En memoria de los muertos. Gran brillantez y matización de sus agitados contrastes en el conocido Funerales, tocado a toda presión. El cierre, con el Canto de amor, fue afirmativo y contundente.
Fernández ha puesto de manifiesto un gran trabajo sobre la partitura, de tan infrecuente interpretación en su totalidad; y sin fallos ostensibles. Felicitaciones a él y a la Semana. La sesión se cerró en belleza con una de las Miradas sobre el Niño Jesús de Messiaen, que, como puso de manifiesto el pianista, no dejan de mantener puntos de contacto con la magna obra de Liszt. Ambos ciclos van a ser grabados en disco por él.
Arturo Reverter
(fotos: David Gómez-SMR)