MADRID / Reencuentro con Orff

Madrid, Auditorio Nacional. XLVI Ciclo del CSIPM de la Autónoma. 28-II-2019. Del amor divino al humano: Homenaje a Tomás y Valiente. Eugenia Boix, Alain Damas, Neopercusión, Orfeón Pamplonés [en la foto]. Director: Igor Ijurra. Obras de Pärt, Brahms, Rachmaninov, Ondarra, Madina, Fauré y Orff.
Loable iniciativa la de este concierto anual dedicado al profesor Tomás y Valiente que organiza el Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma/CSIPM. Muy bellamente se ha encuadrado en esta ocasión a través de la evocación y plasmación musical del Amor divino y del Amor humano. Dentro de aquella acepción se han alojado músicas de los seis compositores citados en primer término. De Pärt pudimos degustar Annum per annum, una muy lírica y progresiva composición para órgano solo que desgranó cuidadosamente Daniel Oyarzábal, y, cerrando la primera mitad, Fratres, en su versión con percusión. Exquisita interpretación con Juanjo Guillem como maestro de ceremonias sobre el lecho organístico.
En medio, partituras de Bruckner (Locus iste), Brahms (Geistliches Lied), Rachmaninov (Bogoroditse), Ondarra (Pater Noster), Madina (Aita Gurea) y Fauré Cantique de Jean Racine). En todas ellas brillaron la conjunción y el empaste de la masa coral, tan numerosa (90 miembros) como maleable, hábil, bajo el mando de Ijurra, para dibujar líneas de notable pureza y edificar dinámicas de gran refinamiento, de lo que fueron buenos ejemplos las obras de Rachmaninov y Ondarra. No fue tan feliz, sin embargo, la difusa interpretación de la composición de Fauré, falta de concentración y equilibrio, afinación y honda expresividad.
La segunda parte de la sesión, dedicada al Amor humano, tuvo como eje los Catulli Carmina (1943), segunda cantata de la Trilogía Trionfi de Carl Orff,obra que no se escuchaba en Madrid desde hace 30 años por lo menos. El lenguaje habitual del autor en su manejo del ostinato rítmico, tan vecino, como es lógico, aunque aquí todo sea menos aparatoso, al de los Carmina Burana, el empleo de melopeas, de cánticos obsesivos, de metros cuadriculados, abundoso en figuras y formulaciones de extrema sensualidad, fue bien comprendido por los cantores, llevados en volandas –unas veces ayudado de una clara batuta- por su director. Las repeticiones del Actus I, Eis ajona! Tui sum!, nos informaron desde el principio de lo preciso y sugerente del mando y de la ejecución. Especialmente delicado fue el pasaje Sublata lucerna.
Bien los melismas de Odi et amo, acertado tempo vivacissimo en Da mi basia mille y exactitud en Nulli se dicit mulier. Muy bonito el efecto del canto a cappella de las sopranos con fondo masculino del comienzo del Acto II, lucundum, mea vita. La voz esbelta y cristalina de Eugenia Boix planeó sobre pedal del coro de hombres en dormi, dormi, dormi ancora. En el Actus III hay que destacar la difícil intervención del tenor ligero Alain Damas, que se encaramó, con su timbre ligeramente velado, de resonancias levemente nasales a la zona sobreaguda. La pasión consume a los jóvenes en la repetición final de Eis alona! Tui sum! (¡Para siempre! ¡tuyo soy!).
Pasajes, situaciones, emociones, descripciones que fueron bien resueltos y recreados en esta fogosa y aquilatada interpretación, que contó con cuatro solventes pianistas: Daniel Oyarzábal (que había empezado en el órgano), Claudio Constantini, Louiza Hamadi y Miguel Huertas. Los miembros de Nueva percusión se sumaron, con su pericia habitual, al festín y su director, Juanjo Guillen, hizo de las suyas en el bis postrero: un arreglo de la conocida canción Maite, precedida de una bella página popular.
Arturo Reverter