Corona news 2: en caso de duda, no determines cosa alguna
El otro día comenté algunas de las variedades de estudios, experimentos, informes y protocolos varios que surgen cada día en estos intentos de vuelta a la normalidad. Según el diario Levante (https://www.levante-emv.com/cultura/2020/05/20/coronavirus-valencia-bandas-orquestas-protocolos/2013083.html), la Confederación Española de Sociedades Musicales ha remitido diversos de esos estudios (entre ellos el de Friburgo comentado el otro día en la primera entrega de esta saga y el “famoso” de la Filarmónica de Viena, que se pegan de tiros en sus conclusiones) a las autoridades sanitarias, con el fin de que las susodichas aporten alguna luz.
Dice el refranero eso de que, en caso de duda, no determines cosa alguna. Y si en algo estamos en la presente tesitura, es en un ambiente de duda permanente, algo lógico cuando no hay evidencia sólida que despeje las incógnitas. Sin embargo, hay quien, presa de la impaciencia, la presión o la urgencia, olvida la segunda parte del refrán, de manera que asistimos con alguna frecuencia y con bastante perplejidad, no sólo a evidencias (con las recomendaciones subsiguientes) en abierta contradicción, sino a decisiones que dejan a los directamente afectados (profesionales del sector, gestores, etc.) y al público en un estado de pasmo que no parece tener fin.
El concienzudo protocolo de Friburgo, comentado el otro día, recomienda para el canto distancia de 2 metros, y si es posible el uso de mascarillas y el aire libre, o, en su defecto, una frecuente ventilación de las salas. Norman Lebrecht recoge en su página un mensaje del profesor Martin Ashley, editor del ABCD Choral Directions Research, que dice que “la evidencia de que el canto coral es una actividad de riesgo es fuerte”. Sin embargo, datos preliminares del estudio de la Universidad Militar de Múnich (https://www.kath.ch/newsd/infektionsrisiko-beim-chorsingen-begrenzt/) parecerían sugerir lo contrario.
Por si el atónito espectador, cantante, director de coro, gestor o, como el firmante, escritor sobre la materia, no tuviera dosis bastantes para celebrar una inolvidable ceremonia de la confusión, hay más ingredientes de contradicción: los aviones abarrotados, los deportes de contacto permitidos pero los jugadores en el banquillo distanciados. Unos festivales que sí, otros que no. Orquestas que suspenden temporadas, otras que reanudan…
Caldo de cultivo ideal para algunos encendidos defensores del “no pasa nada”. Encontramos entonces lo que han concluido que “la evidencia de que el canto coral supone un riesgo es anecdótica” y que “no hay evidencia de que se trate de una actividad de riesgo”. Pero igual los contagiados en varios coros de varios países no están de acuerdo, y quizá prefieran que los datos preliminares evolucionen a definitivos y, a ser posible, que las conclusiones sean consistentes. Por aquello de que, en caso de duda, quizá sea mejor no determinar cosa alguna. No vaya a ser que en la piscina no haya agua y que cuando nos tiremos de cabeza la zambullida termine con heridas de pronóstico reservado.
Empiezo a sentirme (y creo no ser el único) como ese chiste de Quino: en el que la maestra dice: “Y el que no haya entendido, que levante la mano”. Manolito la levanta y la maestra pregunta: “Veamos Manolito, ¿qué no has entendido?”. Y Manolito contesta: “Desde marzo hasta ahora, ¡nada!”
Pues eso.