CÓRDOBA / Un Chaikovski digno de ser recordado
Córdoba. Gran Teatro. 09-X-2020. Orquesta de Córdoba. Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Stravinsky y Chaikovski.
El primer concierto de abono de la temporada 20/21 de la Orquesta de Córdoba ha estado dedicado a repertorio ruso, de ahí que haya sido titulado Música Alla Russa como idea aglutinadora de dos personalidades musicales distintas de aquel gran país euroasiático unidas por su dominio absoluto del arte de la instrumentación. Se abría el programa con la preciosista Suite Pulchinella de Stravinsky, dada su gran exigencia en mezcla de sonoridades y por la enorme carga virtuosística que determina su ejecución. La Cuarta sinfonía de Chaikovski completaba la velada.
Como cuestión previa, hay que manifestar el inconveniente que supuso el mantenimiento de la distancia sanitaria de seguridad entre los músicos por causa del Covid-19 para poder combinar la tímbrica de cada instrumento en el necesario equilibrio sonoro de acento neoclásico que pide la suite de Stravinsky. La disposición de los instrumentos en el escenario jugó en contra de la expresividad de la obra al hacerse más complicada la obligada escucha entre los músicos que, pese a ello, se fueron integrando con mejor resultado conforme iba transcurriendo la interpretación, apreciándose un mayor afianzamiento de los pasajes solísticos, tan esenciales en este pequeño formato orquestal. La información que partía del pódium era diáfana en expresión, conjugándose sus distintos sentimientos y emociones con el sentido musical que caracteriza al maestro Domínguez-Nieto, respetuoso con el mensaje escrito, pero a la vez hábil en cargar de sutilezas sus indicaciones, como se pudo percibir en esa gracia dada al genial dúo entre el contrabajo y el trombón que contiene el Vivo que antecede a la parte final de la obra.
Un salto cualitativo en el funcionamiento de la orquesta se produjo con la sinfonía. Desde los premonitorios acordes que anuncia la tristeza que anima su contenido se podía sentir que el oyente iba a disfrutar de una recreación llena de enjundia en lo musical y estimuladora en lo emocional. El director sacó a relucir todos sus recursos técnicos, que son muchos, sin afectación formal y con gran eficacia técnica, haciendo que la orquesta se manifestara en una constante superación expresiva graduando dinámicas y participando en unos tempos muy calibrados en rítmica y tensión, como ocurrió en el primer movimiento en el que brilló con luz propia la percusionista Cristina Llorens, asumiendo su exigente protagonismo con la seguridad que deriva de un absoluto dominio. Después de asumir con serena trascendencia el canto del Andantino, el director imprimió a su gesto resolutivo impulso en el Scherzo que se percibió homogéneo en los pizzicati realizados por la cuerda con manifiesta fluidez y con una encantadora respuesta en los vientos, aspectos estéticos que dibujaba el maestro con gran definición. Ese esperado attacca, aunque no indicado por el autor, que hace irrumpir el encendido allegro final no se produjo, hecho que no impidió la ráfaga de energía con la que la OC hizo su presentación, siendo arrastrada por la apasionada dirección de su titular inmerso en el sentir fatal de una música arrolladora. El público estalló en proporción a la intensidad del acorde final entregado ante las emociones recibidas de una interpretación digna de ser recordada.
José Antonio Cantón