CÓRDOBA / Salvador Mas: rigor y sobriedad
Córdoba. Gran Teatro. 26-XI-2020. Orquesta de Córdoba. Director: Salvador Mas. Obras de Mozart y Schumann.
Dentro de la línea marcada por Carlos Domínguez-Nieto, director titular de la Orquesta de Córdoba (OC), para que esta formación mantenga un progreso artístico, ha acertado con invitar al maestro barcelonés Salvador Mas con un programa que domina en esencia y en potencia desde los mimbres de su sólida formación musical austro-germana, que se puede percibir en sus gestos, precisos en movimiento y claros en indicación, siempre lejos de cualquier exceso en la forma de transmitir y sobre todo diáfano en su manera de anticipar, demostrando una efectiva a la vez que elegante utilización de la anacrusa en cada entrada y cambio de ritmo.
La mejor música para poder percibir estas facetas de su personalidad en el pódium es aquella que se sustenta en el canon clásico, y dentro de éste, la de Mozart por la claridad de su textura y su lógica interna, aspectos a los que se ciñó Salvador Mas en su conducción de la Sinfonía “Haffner” K 385. Tradujo con sobriedad los diferentes estados emocionales que quiere transmitir el autor en su contrastante primer movimiento, que la orquesta fue desarrollando con creciente naturalidad expresiva, confirmándose el adecuado sentido que se desprendía de la batuta, instrumento que funcionó en la distinción de los dos temas del segundo tiempo al proyectar con delicada precisión esa atmósfera nostálgica de sus sones. El minueto fue tratado como si fuera un scherzo de dulcificado ritmo antes del Presto, construido con una controlada tensión en su final motivado por el aire jenízaro de sus últimos compases.
La Segunda sinfonía op. 61 de Schumann, que cerraba el programa, explicaba el título, ‘Cien años de música’ (1756-1856), dado a este tercer concierto de abono de la OC en la presente temporada, que determinaba los años del nacimiento y muerte de ambos compositores, respectivamente. Entrando de lleno en la estética romántica que propone el músico sajón, Salvador Mas generó cierta desazón ante la lentitud dada a la primera parte del tiempo que abre la obra con un gran dominio del pulso. Su conducción se volvió más determinante con el dinamismo dado al resto del movimiento, especialmente en la manera de reafirmar la contundencia de la tonalidad mayor. Tuvo que conjuntar los violines en los pasajes más ligeros del Scherzo, concluyéndolo con un significativo realce de la idea temática que anima la totalidad de la obra, que le sirvió para recuperar una mejor respuesta de la orquesta. Su experiencia en resolver sobrevenidas inconveniencias de ejecución quedó de manifiesto en este momento de su actuación, recuperando articulación y tempo con delicada energía.
El momento culminante vino propiciado por el hondo sentido romántico dado al Adagio al unir, de manera especial, musicalidad y emoción en sus pasajes contrapuntísticos, expresados como si de sones barrocos se tratara. En el allegro final, orquesta y director dieron la sensación de haber llegado al mejor grado de interacción mutua, hecho que dejaba una grata impresión en el oyente, confirmándose, una vez más, la gran personalidad musical de este riguroso maestro de la batuta.
(Foto: Francisco Casado)