CÓRDOBA / Elogio de la serenata
Córdoba. Salón Basilical de Medina Azahara. 9-VII-2020. Orquesta de Córdoba. Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Alderete, Dvorák, Toldrá y Turina.
Siguiendo con la pequeña temporada de conciertos postconfinamiento organizada por la Orquesta de Córdoba (OC), el cuarto, dedicado a realzar el patrimonio de la ciudad, se ha celebrado en uno de los espacios más singulares del conjunto monumental de Medina Azahara, cual es su Salón Basilical que, pese a carecer de techumbre, acoge el sonido con esa prestancia propia de las construcciones dotadas de proporciones áureas, hecho que fue un estímulo añadido al buen trabajo realizado por la orquesta y su director titular Carlos Domínguez-Nieto.
La primera parte del programa estuvo protagonizada exclusivamente por la sección de cuerda, abriendo con la Serenata para cuerdas op. 87 de Joaquín Turina, una obra cuya exigencia camerística fue un pequeño hándicap para alcanzar la bondad interpretativa que consiguió la OC cuando la tocó la temporada pasada. Sirvió, eso sí, para que se adquiriera mejor conjunción en la hermosa Vistas al mar, de Eduardo Toldrá, transcrita para orquesta cuerda a partir de su primigenia forma para cuarteto. Su inspiración en el poema La Ginesta de Joan Maragall quedó reflejada en el sentido que transmitió el director, llegando a un muy alto grado de expresión en el movimiento central, Lento, en el que la orquesta brilló como reflejo del imponente paisaje nocturno que se podía contemplar desde la ladera norte del valle del Guadalquivir.
Sin duda fue uno de los momentos culminantes de la velada. La vivacidad se apoderó del discurso del último movimiento, en el cual los músicos lograron un buen nivel de compenetración y diálogo. En función de enlace, y como una especie de guiño a la enjundia del programa, cerró la primera parte la pequeña broma creada por el compositor y violinista cubano de la OC Igmar Alderete, titulada Instante para orquesta de cuerda, en la quedó patente esa bonanza rítmica caribeña que siempre prende en el oyente, transmitiendo alegría y ganas de vivir, sentimientos tan difíciles de experimentar en los tiempos de corren.
Una obra verdaderamente referencial en su género ocupó la segunda parte del concierto. Fue la Serenata para vientos op. 44 de Antonin Dvorák, surgida de un arrebato creativo del compositor checo tras haber escuchado la Gran partita K 361 de Mozart en Viena. Con esta obra se produjo el otro momento excelso de la velada: su Andante con moto. Domínguez-Nieto, que ya había transmitido el trío del minueto con gran delicadeza y elegancia, demostró su pátina germana en este precioso movimiento, extrayendo el mejor partido de sus músicos. Para romper con la tensión, terminaron la obra sublimando la naturaleza danzarina de su último tiempo, llenando de gozo a un público que supo responder ante el elogio de la serenata que significó tan bien pensada cita estival de la Orquesta de Córdoba.
(Foto: Paco Casado)