CÓRDOBA / Comunicación, pulso y determinación, por José Antonio Cantón

Córdoba. Gran Teatro de Córdoba. 24-I-2019. Orquesta de Córdoba. Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Pedro Miguel Marqués, Jorge Horst y Anton Bruckner.
José Antonio Cantón
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n línea con el progreso artístico manifiesto y satisfactorio desde que accedió a la dirección titular de la Orquesta de Córdoba, Carlos Domínguez-Nieto ha presentado el quinto concierto de abono de la presente temporada con un programa de atractivo contenido por la diversidad de las obras, con un latente denominador común, que le ha llevado a darle el título de “Música Romántica”, sobre todo bajo la poderosa influencia de la Cuarta Sinfonía de Anton Bruckner, que coincidió en la década de su creación, antepenúltima del siglo XIX, con la de la zarzuela El anillo de hierro del mallorquín Pedro Miguel Marqués, de la que se interpretó su preludio. El otro especial interés de esta cita de la OC venía propiciado por el estreno absoluto de Entrepuentes, composición del músico argentino Jorge Horst inspirada en la ciudad califal y dedicada a la Orquesta de Córdoba. Con ella el maestro Domínguez-Nieto ha querido explorar y estimular la percepción del público ante la música contemporánea que tanto necesita de una nueva predisposición de escucha activa para ser recibida y valorada por la sensibilidad del espectador.
En este sentido se manifestó el director en unas palabras antes de iniciar su interpretación, sustentando sus argumentos con algunos pasajes de Entrepuentes que despertaron el interés del público. Con tres partes bien definidas, que se suceden sin solución de continuidad, Horst manifiesta en la primera, titulada Corduba, en una clara alusión a la época romana de la ciudad, un cuidado estilo minimalista con planos sonoros entrelazados que acaparan la atención del oyente a la espera de su desarrollo y sugerida conclusión, que el autor, con gran sagacidad enlaza con la segunda que lleva por título Qûrtuba atendiendo a la fonética árabe, con la que crea un clima sonoro de fluctuantes intensidades que dejan la sensación de serenidad y sosiego en lontananza, con escaso contrapunto y casi carente de articulación, que contrasta en gran manera con el episodio inicial de la obra. Su final, protagonizado por la gran caja tiene una profundidad expresiva que produce una inquietante sugestión, similar a la que causa la rítmicamente contrapunteada Tromba lontana de ese “enfant terrible” del minimalismo norteamericano cual es John Coolidge Adams. La obra adquiere una viveza “andaluza” en su tercera parte titulada Yadda Antonia, en memoria de la abuela de Jorge Horst, que era cordobesa. Una contrastada y articulada tensión de discurso entre la percusión y la sección baja de la cuerda deja una sensación de plenitud con esta conclusión de la obra que justifica con creces los puentes meta-musicales que han inspirado esta composición, que está llamada a tener un propicio recorrido en la curiosidad de públicos deseosos de nuevas experiencias.
El concierto, que se inició con un ejemplo de creación orquestal como el que contiene la obertura de la zarzuela El anillo de hierro de Pedro Miguel Marqués, destacado sinfonista español del siglo XIX caído en el olvido, adquiría su máximo interés con la Cuarta Sinfonía, “Romántica”, de Anton Bruckner. De entrada, hay que suponer que este compositor es uno de los preferidos del maestro Carlos Domínguez-Nieto por su detallado entendimiento de la obra y su amplia y diversa capacidad de comunicación mantenida con la orquesta que, con un efecto bumerán, llegaba al público completándose así los requisitos de la fenomenología musical hegeliana (creación, recreación y escucha) tan sustanciales y necesarios para que se dé este arte en plenitud de esencia y potencia.
Con un pulso verdaderamente admirable, construyó esta sinfonía en sus más mínimos detalles, individualizando en cada músico y cada sección instrumental la responsabilidad de interpretación que, en este compositor, requiere en todo momento máxima exigencia de lirismo dramático, que habita en una constante amalgama de mixturas tímbricas como las que contiene su primer movimiento. Dirigió con determinación la firmeza de escritura que posee el segundo, de manera especial en su invertida re-exposición y en sus variaciones finales.
Su dirección adquirió carácter de ejemplaridad en el turbulento y constantemente movido Scherzo. Fue aquí donde la orquesta demostró sus mejores capacidades técnicas, notándose que han sido muy trabajadas por el director para dar esa conjunción que requiere su inquietante mantenimiento rítmico. Como contraste, condujo con eficacia ese danzante carácter bucólico que tiene el trío, pasaje conseguido con serena gracia. La culminación de la velada vino dada por su brillante dirección del último movimiento estimulando a los metales a dar lo mejor de sí, confirmándose una vez más que constituyen una de las secciones instrumentales más destacadas de la Orquesta de Córdoba desde que fuera fundada por el maestro Leo Brouwer, su titular emérito, allá por el año 1992.
Con este programa, la Orquesta de Córdoba ha potenciado su cohesión artística en su aspiración de plantearse nuevos retos y llevar a su público a diferentes horizontes estéticos, función esencial de una institución que ha de divulgar y fomentar la cultura musical. El maestro Carlos Domínguez-Nieto ha demostrado con este programa tener las ideas claras en este sentido.