Celso Albelo: “Puccini es el primer compositor cinematográfico”
En esta primera mitad del Año Puccini, Celso Albelo ha debutado en el rol de Rodolfo en La Fenice de Venecia y en el de Pinkerton en el Teatro Municipal de São Paolo. A partir del 18 de mayo, el tenor canario encabeza un reparto español de auténticas campanillas en La Bohème que se representa en el Teatro Euskalduna de Bilbao dentro de la temporada de ABAO. Este hombre inteligente, cabal, sensato, agudo y con no poca retranca, nos atiende para charlar sobre esta producción, su nuevo camino pucciniano, su repertorio y la forma de abordar su trabajo en particular y la vida en general. Un grande dentro y fuera de los escenarios.
Se diría que ha abierto Vd. una etapa pucciniana debutando seguidamente como Rodolfo en febrero en La Fenice y como Pinkerton en marzo en São Paolo.
Llevo ya veinte años cantando y ese recorrido me ha aportado una madurez vocal que me permite afrontar este repertorio. Nunca me ha gustado dar un paso más largo que la pierna y aunque el rol de Rodolfo me lo habían ofrecido mucho tiempo atrás, lo había ido evitando. Pero llegados a este punto y precisamente para el año Puccini me ofrecieron estas dos óperas, así que probé ambos papeles, pensé que era posible y creo que así lo he demostrado en Venecia y São Paolo. Puccini es un lenguaje diferente al que he cantado habitualmente hasta ahora pero me he sentido muy cómodo y siento que puedo sumar repertorio sin que esto signifique que tenga que restar por otros lados.
¿Con eso quiere decir que piensa seguir cantando papeles de bel canto?
En realidad la música está ligada toda ella, como sucede con otras artes. Si entramos en la catedral de Santiago de Compostela, por tomar un ejemplo muy conocido, vemos un todo en el que hay partes románicas, otras góticas y otras barrocas que lo conforman. Y salvando las diferencias, con la música sucede que finalmente unos estilos enriquecen a los otros y simplemente hay que tener cuidado con las claves propias de cada compositor. No por incorporar Puccini hay que dejar de cantar Donizetti, y por tanto seguiré compaginando con el belcantismo, porque además tanto Puccini como Verdi integran bel canto en muchas de sus partituras.
Es quizá más una manía de quienes hablamos, escribimos u opinamos lo de compartimentar ciertas cosas, particularmente los estilos o épocas, en lugar de pensar que cada voz es única y evoluciona de manera diferente.
Claro, la cuestión es ser sincero con uno mismo, tener cuidado con el ego y mantener los pies en la tierra para saber hasta dónde puedes llegar. Por supuesto todos tenemos derecho a equivocarnos, pero hay que saber recular si es necesario, rectificar y tomarlo de forma positiva para aprender.
Bueno, pero tiene Vd. más de treinta roles en repertorio.
Treinta roles para 49 años, y más o menos empiezo a entender cómo funciona esto, a ver si acabo de encontrarle la vuelta (risas).
Estos dos roles que ha debutado al mismo tiempo ¿tienen algún tipo de complementariedad en lo vocal o en lo dramático entre ellos, o al contrario algo que suponga una dificultad extra?
Muchas veces la carrera se presenta de una determinada manera y éste fue el caso, se dio la circunstancia de que podía debutar Rodolfo y Pinkerton uno detrás del otro. Pero La Bohème llevaba tiempo estudiándola y por tanto estaba ya familiarizado con el lenguaje pucciniano, aunque luego las cosas cambien con la orquesta. Ese trabajo lógicamente me ha ayudado para afrontar el personaje de Pinkerton, que por otra parte en el segundo acto no canta nada y en el tercero relativamente poco, mientras que Rodolfo sí es un tour de force. En cambio, desde el punto de vista de la dramaturgia, son papeles casi antagónicos, pero eso me motiva como artista, me interesa mucho el trabajo sobre cómo plasmar un carácter con la voz para aportar mayor interés dramático.
Suele Vd. decir que este repertorio no puede abordarse sólo desde el intelecto.
Puccini es el primer compositor cinematográfico, porque realmente funciona por planos. Por ejemplo, tenemos escenas con coro y gran orquesta, que son como planos generales y la música se expande, mientras que cuando quiere hace un primer plano, va al detalle y la orquestación se revela mucho más descriptiva y se pega a la voz. Ésa es la gran llave a la hora de interpretar a este autor. En cuanto a la interpretación, la gente tiene que pensar que te dejas llevar, dar la impresión de un abandono romántico. Un poco como andar en bicicleta, que una vez que sabes mantener el equilibrio, ya puedes disfrutar de lo que ves, del aire en la cara, de la sensación de rodar, pero previamente has tenido que hacer un trabajo de bisturí para saber hasta dónde llegas y cómo lo haces.
Hay una palabra que Vd. saca a relucir mucho en las entrevistas, que es “honestidad”. ¿En qué consiste esa honestidad a la hora de cantar?
Por supuesto, es fundamental. Cuando llegas al escenario, con tus capacidades y tu manera de entender la música, con todo tu ser, tienes que proponer una manera de defender la música que sea tuya, más allá de las modas. Te pueden decir muchas cosas, te puedes equivocar, pero no sentir culpable, porque lo has trabajado de una manera, con toda la intensidad y eso te da mucha tranquilidad. Luego con el tiempo puedes ver las cosas de otra manera o pensar que estabas equivocado y corregir ciertos aspectos, o también al contrario, pero con la certeza de que en aquel momento lo hiciste de una determinada manera por todas estas razones. Y eso me ha dado mucha serenidad a lo largo de todos estos años.
Me gustaría que habláramos de la producción de La Bohème que se estrena en Bilbao estos días, con un elenco netamente español.
Un elenco español que nada tiene que envidiar a los elencos internacionales. Miren Urbieta es una grandisima cantante, con una expresividad y una emotividad en su emisión vocal muy importantes, además de una estupenda compañera; Manel Esteve proviene de una estirpe de artistas y es un compañero maravilloso que se sabe todos los papeles, y así podría seguir con todos los demás. Todo se mueve en una producción muy clásica en la que todo tiene sentido. Todo tiene ese retrogusto en el que te relajas y disfrutas de un espectáculo ideado por un mito de la ópera como es Leo Nucci, con el que he tenido el privilegio de cantar muchísimas veces y ahora tengo la suerte de que me dirija en la escena. No puedo más que decir cosas positivas de él y sobre esta producción, que además supone para mí presentar este Rodolfo en uno de los teatros fetiches de mi carrera.
Precisamente le iba a preguntar por esa faceta de Nucci como director de escena, que supongo que será una bendición para ustedes porque estará absolutamente pendiente de los cantantes.
Sí, es clásico, coherente e innovador desde algunos puntos de vista. Ya lo decía Verdi: para ir hacia la modernidad, tenemos que volver al pasado. Lo que está claro es que no deja nada al azar. Cada respiración, cada pequeña coma tiene un cómo y un por qué. Y por supuesto, una persona con tantísima experiencia nos ayuda mucho cuidando cada pequeño detalle y una gota más otra y otra, conforman un torrente importante de emotividad.
¿Ahora hay que pedir perdón por hacer una puesta en escena clásica?
Yo, desde luego, no. Yo pido perdón cuando me equivoco y una puesta en escena clásica no es ninguna equivocación, es más: deberíamos estar muy orgullosos y muy serenos a la hora de presentar esta propuesta de este chico que está empezando llamado Leo Nucci (risas). Las cosas están bien hechas o no. La ópera habla de sentimientos y de relaciones entre seres humanos y en eso no hemos evolucionado tanto: el amor es el amor, otra cosa es cómo lo entendamos cada uno, y el director de escena lo presentará como cree y yo, como artista, tendré que hacer un esfuerzo para entenderlo e interpretarlo. Es verdad que hay veces que te presentan ideas para las que realmente hay que llegar a un acuerdo, porque no terminas de verlas. Pero esto también forma parte de la profesión.
¿Hacia dónde va a ampliar su repertorio?
En los próximos años seguiré cantando Donizetti, también Bellini, probablemente alguna Norma, algunos Puccini, incorporaré algún Verdi más y retomaré algunos otros que ya he cantado. ¡Y poca cosa más, que ya tengo una edad!
Vd. estudió con el grandísimo Carlo Bergonzi. ¿Cuál es el principal legado que recibió de él?
Yo creo que principalmente se trata de una manera peculiar de entender la profesión. Era un cantante de otro siglo, pero del que puedes tomar enseñanzas y “actualizarlas” porque siguen siendo igual de útiles y valiosas. Tenía también una forma personal de entender el texto y las dinámicas: se empeñaba en mantener las que están escritas en la partitura, por mucho que fueran en contra de la tradición y aunque muchas veces eso te obligara a estar en la cuerda floja y sin red. Él hacía mucho hincapié en la verdad de lo que quería el autor, más allá del espectáculo fácil que es el agudo en forte o un fraseo a todo pulmón en el pasaje, porque, aunque te canses más, también es más sencillo de afinar. Siempre arriesgaba en todos estos aspectos y le daba una importancia extraordinaria a la partitura. Te hacía repetir todas las veces que hiciera falta hasta que encontraras cómo atender a todo lo que está escrito. Y eso es lo que intento hacer yo también. Hasta que el Maestro murió estuve yendo a preparar y repasar mi repertorio con él y creo que se sentía orgulloso. Pienso que allá donde esté, seguro que le arranco una sonrisa. Tengo muchas historias y anécdotas con él.
¿Por ejemplo?
Un día estaba Bergonzi en su Accademia comiendo con un señor. Me ve, me llama y me presenta a Nello Santi. ¡Qué impresión ver a los dos juntos! Y Santi me pregunta: “¿Te sabes Don Pasquale?”. Al contestarle que sí me dice: “Eso vamos a verlo”. Cuando terminaron de comer me hizo cantarle todo entero. Al final me pregunta: “¿Tú eres capaz de cantar esto en Zúrich?” Y le contesté que si él quería llevarme, yo lo intentaría. Se echaron a reír, pero a los dos meses me llegó el contrato para cinco funciones en Zúrich.
Esta escena maravillosa fundamenta una leyenda.
Sí, ése fue el comienzo de mi lanzamiento internacional. Pero en el día a día me estrujaba al máximo para sacar todo lo que yo podía dar.
En España tenemos, o seguimos teniendo una cantidad de estupendos cantantes triunfando por todo el mundo. ¿Por qué no hay forma de que se tome conciencia de este potencial desde las instancias públicas?
Tenemos un poco de complejo y deberían apoyarnos más, no sólo las instancias oficiales, sino también el público en general. Somos un país con mucho talento, también en deporte, no hay más que ver el fútbol, el tenis, el balonmano… pero estamos acomplejados.
He leído que Vd. querría hacer otras cosas cuando decida dejar de cantar.
¡Ya hago otras cosas! Soy socio de una tintorería en Roma. Pero cuando digo socio, quiero decir que he aprendido el oficio entero y soy artífice directo. Hemos unido dos mundos y trabajamos con la industria del cine, con sastrerías de Roma, con teatros. Soy una persona muy curiosa y estoy convencido de que trabajar dignifica al ser humano. Esta otra faceta quita mucha tontería al ego y por ejemplo, mis hijos me preguntan que por qué cuando llego al teatro me llaman “Maestro”, hay una persona que me viste, me aplauden y luego, cuando estoy en casa, voy a la tintorería por la mañana. Y es que creo que hay que darles ejemplo enseñándoles que ambos mundos están bien y son necesarios y que todo requiere una disciplina y un rigor, conceptos que están un poco mal vistos pero que son fundamentales. Realmente mi gran proyecto de futuro es ser un buen padre y para eso hay que encontrar el equilibrio entre la profesión de cantante, que adoro ejercer, y la atención a la familia. Por suerte, ahora van a estar en Bilbao para esta Bohème. Y más tarde me gustaría también brindar mi experiencia a la gestión musical. Las ofertas están ahí y ya veremos.
¿Sus próximos proyectos para verano y otoño en nuestro país?
Una Traviata en el festival Camp de Marte de Tarragona en junio, después buena parte del verano con mis hijos y ya en agosto iré a La Coruña, en septiembre y octubre volveré al Teatro de la Zarzuela y en diciembre al Liceu con Butterfly.
Ana García Urcola
[Imagen superior / Foto: Leila Leam]