CASTELLÓN / De salmos y héroe

Castellón. Auditori. 12-VI-2022. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director: Mark Elder. Obras de Stravinsky y Strauss.
La Orquestra de la Comunitat Valenciana, titular del Palau de les Arts, volvió el sábado al estupendo Auditori de Castelló con un programa de ambición y exigencias, que confrontaba dos obras capitales de la historia de la música, y que el día antes ya se había escuchado en el propio Palau de les Arts. Stravinsky frente a Strauss. Dos obras de arte rotundamente diversas, definitivamente geniales: la Sinfonía de los Salmos, que Stravinsky escribe en 1930, inmerso en su periodo ‘neoclásico’, y Una vida de héroe, el exultante y narrativo poema sinfónico que 32 años antes, en 1898, Richard Strauss compone y dedica a Willem Mengelberg y a su maravillosa Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam.
La Orquestra del Palau de les Arts es igualmente maravillosa. Lo puso bien de manifiesto, una vez más, en Castelló, arropada por la favorable acústica del Auditori de la capital de La Plana. Volvió a evidenciar sus categorías y sensibilidades bajo el desigual gobierno invitado del británico Mark Elder (1947), maestro de labrado renombre y temple. Un temple que se antojó barrera en una visión de Una vida de héroe cuya obvia brillantez se mostró, sin embargo, corta de aliento lírico, efusión straussiana y claridades en el denso entramado sinfónico, que se percibió confuso, constreñido y descuidadamente estratificado, con presencia excesiva de las cuerdas en detrimento de unos vientos que carecieron, por esta razón, del relieve y brillo que cumplen en la magistral orquestación.
El balance entre las secciones orquestales quedó desdibujado en una sonoridad monocorde y difusa. El fulgurante inicio, descuidado y desbocado, en plan ‘Séptimo de caballería’, ya advirtió que la versión no iba a ser precisamente un primor de sutilezas ni excelencias, pese a la incuestionable calidad instrumental de la OCV. Semejantes mimbres, requieren un gobierno straussiano de mayor aliento, detalle e imaginación. Como hizo Zubin Mehta en junio de 2010 ante los mismos atriles y obra. Excepcional, fue, sin rebate, el coprotagonismo impecable y -éste sí- inspirado y virtuoso del concertino Gjorgi Dimcevski.
Otro cantar fue la versión de la Sinfonía de los Salmos escuchada en la primera parte del programa, enaltecida por la participación conjunta del Cor de la Generalitat Valenciana, que entonó y afrontó los tres salmos del Antiguo Testamento que integran la sinfonía maestra con arrojo, intensidad, convicción, belleza y bien trabajada calidad vocal —pese a concretos leves pero notorios destemples en algunas largas notas tenidas en el exigente registro sobreagudo, que Stravinsky quiso cantado por niños—. Hubo luminosidad, misticismo, equilibrio entre las cuatro voces en el sofisticado tejido contrapuntístico, que Elder cuidó, graduó y atendió con la pericia y estilo que faltó en Strauss.
La particular y ‘arcaizante’ plantilla orquestal —en la que Stravinsky prescinde de violines, violas y clarinetes— se sintió ahora cabalmente sopesada con la sustancial presencia coral. Particular relieve alcanzó la fuga ‘bachiana’ (Stravinsky dixit) del segundo movimiento, con brillante intervención final del timbalero, Gratiniano Murcia. Fue una versión sobresaliente en la que Elder pareció haber escuchado con atención y respeto las palabras de Stravinsky, en las que reivindica el tronco en los antiguos maestros de la música contrapuntística: “Concebí para la Sinfonía de los Salmos un conjunto de coro e instrumentos donde ambos tenían similar importancia, sin predominio de ninguno de ellos”. A buen seguro, el creador de La consagración de la primavera hubiera aplaudido con el mismo fervor que lo hicieron los melómanos castellonenses que casi colmaron la platea de su estupendo Auditori.
Justo Romero
(Foto: Mikel Ponce)