CÁDIZ / El violín en casa de Viardot
Cádiz. Fundación Unicaja. 25-XI-2021. Festival de Música Española de Cádiz. Javier Comesaña, violín. Ricardo Ali, piano. Obras de Viardot, Falla, Fauré, Clara Schumann y Wagner/Ritter.
El Festival de Música Española de Cádiz ha pivotado la programación de esta edición sobre el recuerdo a los doscientos años del nacimiento de Pauline García-Viardot, con un simposio internacional y una serie de conciertos que se inició con un espléndido recital del joven y magnífico violinista sevillano Javier Comesaña. Ganador del reciente concurso Jasha Heifetz, a sus veintiún años muestra ya la sobrada madurez como para diseñar un programa centrado en la presencia del violín en la familia García-Viardot. Cabe recordar que María García-Malibrán estuvo casada con el violinista belga Charles de Bériot, quien fuese el primer valedor de Pauline Viardot como cantante; que una prima de Pauline, Antonia Sitches, se casó con el también violinista Hubert Leonard, y que, por último, Paul, el hijo pequeño del matrimonio Viardot, fue un consumado violinista, compositor y maestro. Por lo tanto, el violín y su música no fueron en absoluto ajenos a las veladas musicales que se organizaban semanalmente chez Viardot.
Pauline compuso para su hijo varias obras, entre ellas los Six morceaux de los que Comesaña interpretó tres. Comesaña posee un dominio completo del instrumento, especialmente del color, siendo especialmente remarcable su técnica de arco, flexible y variada, que le permite una serie de infinitos matices en los ataques y en la producción del sonido, desde el más denso y apasionado hasta el más sutil y diamantino. En las Tres romanzas op. 17 de Clara Schumann supo encontrar el fraseo justo para dar sentido a esas declaraciones de amor que encierran las piezas sin forzar para ello un fraseo demasiado enfático, controlando el vibrato y los portamentos. Fauré escribió para Paul Viardot su primera sonata para violín y piano, que no pudo sonar más apasionada en el Guadagnini de Comesaña y, sobre todo, en el tumultuoso arranque del piano, que Ali, con una soberbia técnica de pedal, reguló al detalle. El tercer tiempo salió de las manos de ambos con todo el carácter saltarín y toda la gracia con la que fue concebido. Y terminó el recital con la versión de A. Ritter del Liebestod de Tristán e Isolda. Viardot cantó por primera y a primera vista el segundo acto de esta ópera para Wagner (que hizo de Tristán de forma espantosa) en privado, de ahí la pertinencia de la inclusión de esta pieza en el concierto. Comesaña se zambulló de lleno en el océano emotivo de la pieza, con una enorme carga de intensidad expresiva en el fraseo y en la articulación, para terminar con un sobrecogedor pianissimo sostenido al límite de lo audible sin perder por ello un ápice de definición del color y del sonido.
Antes de todo, y como homenaje a Falla en su ciudad natal y a sólo dos días de su cumpleaños, se interpretaron tres de las canciones populares en la adaptación de Paul Kochanski. De nuevo el pedal de Ali fue el protagonista del enérgico acompañamiento del Polo, que en el violín sonó hasta con rabia, mientras que en la Asturiana todo fue delicadeza, ternura y hasta misterio.
Andrés Moreno Mengíbar
(Fotografía: Jesús Heredia – Festival de Música Española de Cádiz)