BUENOS AIRES / Escuchar al Colón
Buenos Aires. Teatro Colón. 15-III-2022. Puccini: La Bohème. Verónica Cangemi, Saimir Pirgu, Giuliana Gianfaldoni, Alfonso Mujica, Fernando Radó, Juan Font. Coro y orquesta estables del Teatro Colón. Dirección musical: Alain Guingal. Dirección de escena: Stefano Trespidi.
La majestuosidad del Teatro Colón impresiona casi tanto como su memoria. El espectador se siente empequeñecido bajo su cúpula, de 318 metros cuadrados, o ante su gigantesco escenario, con 35 metros de boca. Al entrar en la enorme sala (2.478 localidades, más 500 plazas de pie), se palpa una tradición cargada de fechas memorables, y se avivan tantas referencias y lecturas sobre su ‘maravillosa’ acústica. Así llegó el crítico al Colón: más para escuchar al propio teatro que La Bohème, la ópera que el martes inauguró una temporada amena y cuidada, abrillantada por grandes nombres y para casi todos los gustos. En el nuevo cartel, El cónsul de Menotti, Nabucco, El elixir de amor (con Camarena, Nadine Sierra y Maestri), Los siete pecados capitales de Weill, Pescadores de perlas, y un generoso etcétera que incluye una Tosca protagonizada por Netrebko y su inseparable Yusif Eyzazov. Llama la atención la ausencia de Wagner en este Bayreuth del hemisferio sur que es el Colón. “Pero después de dos años de pandemia, con el teatro cerrado o a medio gas, tenemos que ir con pies de plomo al programar”, justifica Augusto Techera, coordinador general del Teatro.
El teatro ‘suena’, efectivamente, tan formidablemente como dicen su leyenda y todos los que han pasado por su inmenso escenario y foso. Asombra, en una sala de semejantes dimensiones, la nitidez del sonido en todas sus gamas; la precisa ubicación de su origen y la confortable proyección de las voces, que llegan sin problema hasta el último rincón, incluso en los más delicados pianísimos. Todo se percibió con meridiana claridad en una función de La Bohème en la que relumbró con particular énfasis el tenor Saimir Pirgu, que compuso un Rodolfo de hermosísimos registros y empaque expresivo, que congenió su evidente belleza vocal de tenor lírico puro con el empuje y claroscuros del desdichado poeta.
Tuvo el gran tenor albanés el arte de compartir y conciliar su actuación con la diva argentina e internacional Verónica Cangemi, en un papel inesperado en su momento vocal, e inusual en su trayectoria artística, tan arraigada al repertorio barroco. Salvó los muchos escollos de Mimì con la profesionalidad y saber hacer que se espera de una artista de tan veterana categoría, pero sin alcanzar a ser la aplaudida estrella que con tanta fortuna ha protagonizado tantos otros personajes más acordes a su vocalidad y carrera.
Marcello, el pintor, fue notablemente defendido por el barítono uruguayo Alfonso Mujica, quien lució vis dramática envuelta en una línea de canto sutilmente involucrada en el universo pucciniano. También triunfó el internacional bajo bonaerense Fernando Radó (Colline), que no desaprovechó el maravilloso momento de lucimiento que le regala Puccini en el aria Vecchia zimarra senti con una interpretación emotiva y de intensa proyección vocal. Poco ayudada por un vestuario ñoño que casa más con la voluptuosa cantante que pinta el libreto, Giuliana Gianfaldoni supuso una bien cantada Musetta, más paródica que fascinante. Perfecto el resto del numeroso elenco, con mención particular al barítono Juan Pont (Shaunard).
El notable nivel vocal se redondeó con el coro estable del Colón, que se escuchó siempre afinado e impecablemente empastado y calibrado. Tantos años trabajando en la perfecta caja de resonancia del Colón sin duda contribuyen a tal excelencia. La orquesta sonó también con meridianas claridades bajo la concertación del veterano Alain Guingal, que cuidó detalles y generó ambientes sonoros característicamente puccinianos. No faltó opulencia sonora, ni mimo en el acompañamiento a los cantantes. Tampoco transparencias y las sutilezas propios del rico entramado orquestal.
La producción, del propio Colón, está firmada por el italiano Stefano Trespidi, estrecho colaborador de Zeffirelli de los últimos años, a partir de 2002. Caballo ganador. Trespidi emula a su mentor con una producción realista sin titubeos, abigarrada de detalles, cuidada al milímetro, grandilocuente y rabiosamente efectista. Y, por supuesto, multitudinaria. En el Café Momus, parecía que había casi más personas que en la inmensa platea. La escena no esquiva ningún recurso y triunfa en su realismo recalcitrante. Al público le encanta. Y, como en Nueva York, aplauden la vistosa escenografía (de Enrique Bordolini) al subirse el telón. Cosas de América, quizá.
En fin, una Bohème clásica y con todos sus avíos. Gran éxito, claro. Los mayores aplausos y bravos del entusiasta público del Colón fueron para Pirgu, Mujica y Radó. Especialmente calurosa resultó la entrañable ovación que disfrutó la Cangemi al salir a saludar en solitario: era el reconocimiento a una carrera ejemplar más que a la actuación concreta de una noche. Pero el crítico, en sus ensueños, se quedó más con la acústica recurrente del Colón que con la función que acababa de escuchar. Un sueño.
Justo Romero
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