BRUSELAS / El ‘Siegfried’ de Alain Altinoglu y Pierre Audi revela al bravo tenor Magnus Vigilius
Bruselas. Théâtre de La Monnaie. 11-IX-2024. Magnus Vigilius, Peter Hoare, Gabor Bretz, Scott Hendricks, Wilhelm Schwinghammer, Ingela Brimberg, Nora Gubisch, Liv Redpath. Dirección musical: Alain Altinoglu. Puesta en escena: Pierre Audi. Wagner: Siegfried.
Es un Siegfried de vigorosa juventud el que presenta el Teatro de la Monnaie, un adolescente que se deshace sin pensarlo de las coerciones del mundo que le amenazan y abruman. Pierre Audi ha sucedido, a mitad de camino, a Romeo Castellucci, cuya producción se consideró dispendiosa en exceso, en este periodo de crisis económica del espectáculo en vivo. Peter de Caluwe podrá ver así cumplirse su sueño del Ring al proponer el ciclo completo antes de terminar sus mandatos. Para ello trajo al director de escena franco-libanés, que ha sido cercano colaborador suyo en la Ópera de Ámsterdam, antes de asumir la dirección de la Ópera de Bruselas.
En una escenografía minimalista, universal, que se revela eficaz, de Michel Simon, Audi plantea el recorrido iniciático de un joven héroe, que pasa en tres horas cuarenta de la infancia despreocupada a la edad de hombre, descubriendo el miedo al pasar por la adolescencia conquistadora que se ríe de los dioses y los dragones. El preludio se ilustra con un vídeo de planos cercanos a niños de hoy, que diseña con ingenuidad la mitología del Walhalla, mientras que aparece un decorado industrial intemporal espléndidamente iluminado por Valerio Tiberi, que pone de manifiesto la universalidad del planteamiento, con el escenario cortado en el centro por una gran lanza de neón pendiente de ganchos, mientras que encima de un practicable se instala una forja a la derecha y, encima del escenario, a la izquierda, el laboratorio-cocina del nibelungo Mime, con dragones y juegos infantiles en el centro, que reenvían a los espectadores a su infancia.
De igual modo que Wagner, que interrumpe la génesis del Ring al final del segundo acto para componer Tristan und Isolde y Die Meistersinger Von Nürnberg, y que introduce en el acto final muchas ideas musicales nuevas, Audi aporta a su héroe la consciencia de un joven adulto adquirida a través de las decepciones, las violencias, las esperanzas, desde el momento en que forja la espada Nothung hasta el descubrimiento del amor, pasando por la lucha con el dragón Fafner, la traición del “padre adoptivo” y las vanas tentativas de Wotan para impedir su propio destino, una madurez repentina que adquiere por completo cuando comprende que el caballero adormecido que se disponer a despertar “no es un hombre”.
Animado por el director musical, que vigila los equilibrios al subrayar la menor inflexión, la orquesta de la Monnaie crea el vínculo entre las diferentes etapas-pruebas del aprendizaje de Siegfried hasta el único y breve momento en el que alcanzará el conocimiento y el dominio de su propio destino. Una orquesta profusa en detalles bajo una dirección con precisión de reloj, varía en una sensibilidad y una musicalidad ejemplares, cuerdas, maderas, metales, percusión, rivalizan en timbres y en virtuosismo, donde Alain Altinoglu pone de manifiesto tanto el brío de la individualidad como la homogeneidad del conjunto, haciendo sonar los tutti más potentes de manera que siempre queden claros, afilados, audibles, y no cubriendo nunca a los cantantes.
Este Siegfried es tanto más convincente cuanto que el reparto presenta una gran cohesión. En el papel titular, una auténtica revelación, el sólido y fuerte tenor Magnus Vigilius. Tenor danés con patronímico de cónsul romano, posee una voz flexible, con brillante timbre, y tiene la edad y el físico del papel. Posee también la inteligencia, al pasar de la inocencia a la consciencia con una naturalidad que sorprende. Magnus Vigilius tiene todo lo que necesita el papel, timbre, constancia, musicalidad, teatralidad, presencia, figura de hombre joven, sentido de la comedia. En su primera aparición en este papel, sabe administrarse para alcanzar sin dificultad el objetivo del papel, evitando de manera discreta cantar todas las notas de la temible aria de la forja, para aparecer en plena forma de voz luminosa en el despertar de Brünnhilde, con la que comparte brillantes agudos.
El tenor británico Peter Hoare es un Mime de la dimensión de los Heinz Zednik y Graham Clark, actor cantante en la gesticulación y las mímicas que acompañan su timbre agrio y suave, claudicante y herido de impaciencia. Con una solidez a toda prueba, el Wanderer del barítono bajo húngaro Gábor Bretz conmueve por su nobleza, su vulnerabilidad, su renuncia, y no podemos sino quedar seducidos por la carnalidad de su timbre, la igualdad de su línea de canto, la claridad de su evolución, que le permiten dibujar un Wotan de una tristeza conforme a su sombría silueta, y que se confronta en el acto II a su viperino doble, el oscuro y maléfico Albrech del barítono estadounidense Scott Hendricks, mientras que el bajo alemán Wilhelm Schwinghammer es un Fafner de poderío y ámbito impresionantes.
Los tres papeles femeninos también estuvieron valerosamente sostenidos. Brühnnilde de noble estatura, la soprano sueca Ingela Brimberg brilla por su arrebatada femineidad, que poco a poco toma conciencia de abandonar su estatus de diosa por el de mujer enamorada. Voz sombría y de gran color, la mezzosoprano francesa Norah Gubisch es una Erda de conmovedora humanidad, mientras que el Pájaro del bosque es doblado por una bailarina cubierta de plumas y la soprano estadounidense Liv Redpath, de etéreos agudos.
Bruno Serrou
(fotos: Monika Rittershaus)