Bruno Walter, compositor
BRUNO WALTER:
Cuarteto de cuerda en Re mayor; Quinteto con piano en Fa sostenido menor. Massimo G. Bianchi, piano. Aron Quartett. CPO (1 CD)
El contexto es algo chocante. Al consultar una lista de conciertos interpretados por los prisioneros del campo de concentración de Theresienstadt entre 1942 y 1944, me sorprendió encontrar una obra de cámara de Bruno Walter. La mayor parte de la música interpretada era de grandes nombres austriacos y checos, con una buena muestra de compositores que estuvieron encarcelados en el campo -Ullmann, Haas, Krasa, Ilse Weber- todos destinados a la deportación al campo de exterminio de Auschwitz.
Bruno Walter era un caso atípico en esta compañía. Director de orquesta formado por Gustav Mahler en Hamburgo y contratado por él en Viena, Walter dejó más o menos de componer cuando su carrera como batuta despegó. Su Cuarteto de cuerda de 1903 se antoja tan anacrónico que parece escrito en los primeros años del siglo XIX. Una opinión caritativa diría que se trata de un refrito de Mozart, pero la caridad sólo llega hasta cierto punto.
Dos años después, el Quinteto con piano de Walter se estrenó en un concierto del Cuarteto Rosé con obras de Arnold Schoenberg y Alexander von Zemlinsky. El contexto vuelve a sorprendernos. Schoenberg y su cuñado estaban en la primera línea de la vanguardia, mientras que Walter se alojaba, en el mejor de los casos, en números de opus de un solo dígito de Robert Schumann. Para mantenerse al día con el siglo XX, Walter añadió retazos de cromatismo y una pizca de un cuarteto que Mahler escribió de adolescente en el conservatorio.
El propio Walter tocó el piano en el estreno y lo hizo muy bien, según todos los testimonios. Siete años más tarde abandonó definitivamente la composición y se convirtió en director musical en Múnich y Leipzig antes de emigrar en 1939 a Estados Unidos, donde disfrutó de dos décadas en calidad de eminencia gris.
Estas dos obras no son, pues, más que curiosidades. El Aron Quartett las interpreta con demasiada seriedad, cuando un guiño de ironía podría haber mostrado más claramente que la mente detrás de estas partituras no pertenecía a un compositor sino a un músico muy consumado.
Hace siete años reseñé una grabación de Naxos del Quinteto con piano. Esta interpretación es ligeramente más atractiva. Lo que realmente me hubiera gustado escuchar es qué hizo el Cuarteto Rosé con esta música trivial y, lo que es aún más intrigante, cómo sonaba para los condenados reclusos de Theresienstadt.
Norman Lebrecht