Britten y la variación al revés
Lachrymae op. 48 de Benjamin Britten es una obra maestra del repertorio para viola del siglo XX. Escrita en 1950, la versión original es para viola y piano, aunque existe también un arreglo posterior (1976) para viola y orquesta de cuerda. Lachrymae es en esencia una serie de variaciones sobre la canción If my complaints could passions move, procedente del First Booke of Songes or Ayres (1597) del músico isabelino John Dowland. No obstante, Britten elude utilizar el término “variaciones” y subtitula la pieza como “Reflections on a Song of John Dowland”.
El matiz lingüístico no es baladí, pues Lachrymae invierte los términos de la ecuación clásica y en vez de presentarse como un “tema con variaciones”, escoge la insólita variante de “variaciones con tema”. Es decir, Britten coloca la canción de Dowland no al principio de la pieza, como es costumbre, sino al final (y lo mismo hará en su Nocturnal op. 70 para guitarra, basado en otra canción de Dowland: Come, Heavy Sleep).
Este procedimiento tiene notables repercusiones en la percepción de la obra. Por lo general, la exposición del tema antes de las variaciones tiene como objetivo el de centrar la atención del oyente en el material de partida para apreciar mejor el trabajo de transformación llevado a cabo por el compositor. Para medir el grado de desviación y metamorfosis que sufre el original, éste ha de escucharse al principio de forma nítida. Al colocarlo en última posición, Lachrymae se ofrece en cambio –al menos en un primer momento– como una sucesión de episodios de distinto carácter, detrás de los cuales se intuye un elemento común pero difuso, difícil de precisar. Compás tras compás, el tema de Dowland recorre la pieza de Britten como una especie de presencia fantasmal y sólo su aparición conclusiva desvela la auténtica naturaleza de la partitura.
En esta perspectiva inversa, las variaciones ya no suenan como transformaciones de la canción de Dowland, sino como reflejos premonitorios de la misma, huellas de una presencia invisible cuya verdadera fisonomía se destapa en el tramo conclusivo. Las variaciones realizan así una labor de progresivo desvelamiento de una realidad originaria que el compositor difiere hasta el final.
Lachrymae empieza en un tono incierto y tembloroso, entre trémolos y armonías suspendidas, para cuajar finalmente en la nitidez melódica y tonal de la canción de Dowland (13’43”). Las variaciones inversas de Britten plantean de alguna manera una reinterpretación en clave onírica del procedimiento de la variación. El recorrido ya no va de lo simple a lo complejo, de lo sólido (el tema) a lo difuminado. Cuando la canción de Dowland irrumpe al final de Lachrymae, lo hace como un rayo de sol que pone fin a las cambiantes fantasmagorías de los episodios anteriores. Las variaciones configuran aquí la materia inestable de una ensoñación que el tema despeja con su luminosa y contundente aparición conclusiva.
Stefano Russomanno