BORMUJOS / Orquesta de Cámara de Bormujos: clásicos y románticos
Bormujos. Salón de Actos CEU Andalucía. 11-III-2023. Malgorzata Wrobel, violín. Orquesta de Cámara de Bormujos. Director: Alberto Álvarez Calero. Obras de V. Martín y Soler, E. Mayer y M. Bruch
En Bormujos, en la corona metropolitana de Sevilla, viene desarrollando su programación desde hace siete años la Orquesta de Cámara de Bormujos, sostenida por el ayuntamiento de la localidad y la Fundación San Pablo CEU Andalucía. Bajo la dirección de Alberto Álvarez Calero, esta orquesta en la que podemos ver a algunos de los profesores de la Sinfónica de Sevilla junto a otros profesionales y jóvenes intérpretes de la zona ha optado por cubrir un espacio vacío en el panorama musical sevillano. Álvarez Calero, con el manual de Clive Brown en la mano (Classical and Romantic Performing Practice, 1750-1900), se adhiere a la denominada tercera vía: abordar la interpretación con instrumentos modernos, pero desde los criterios interpretativos de la época clásico-romántica. Y con resultados de gran interés que sitúan a esta formación a mitad de camino de la Sinfónica sevillana y de la Orquesta Barroca de Sevilla.
La apertura del concierto, con la obertura de la ópera Una cosa rara de Martín y Soler (recuerden el Bravi! Cosa rara de Leporello durante la última cena de Don Giovanni), mostró el excelente nivel que la orquesta ha adquirido. Con vibrato muy limitado, presión moderada en las cuerdas, arcos cortos y atención a los acentos, Álvarez Calero estableció un sonido muy empastado, ligero y transparente, en el que sobresalió la calidad de las maderas. Las mismas premisas sirvieron para abordar la Obertura nº 2 de Emilie Mayer, una obra de chispeante desenvoltura melódica y orquestal que no oculta su filiación netamente rossiniana, desde la misma estructura de la obra a la orquestación brillante y ligera de la misma. El tempo vivo y sostenido del director fue fundamental para una versión llena de luz y de gracia.
Todo cambió para el primer concierto para violín y orquesta de Max Bruch. Aquí el sonido se hizo más denso, más oscuro, más tenso, sustentado por ataques enérgicos y alargados en las cuerdas, nutridas con un vibrato más acusado, con largas frases sostenidas por el director con intensidad y pasión, haciendo que incluso en los momentos más densos el sonido orquestal no derivase en la confusión. Todo lo contrario, fue una versión clara en la que todas las frases instrumentales eran nítidamente percibidas. Como solista se contó con Malgorzata Wrobel, ayuda de concertino de la Sinfónica de Madrid y excelente violinista a la vista de su interpretación. Con el sonido brillante, cálido, bellísimo, de su violín, Wrobel se zafó con éxito en todos los complejos pasajes que demandan agilidad y precisión, como en las rapidísimas escalas ascendentes y decentes del primer tiempo. Pero también supo hacer cantar con poesía y delicadeza a su violín en el Adagio, para desembocar en la alegría y exaltación del Finale con una interpretación pasional, espectacular y chispeante.
Andrés Moreno Mengíbar
(Fotografía: Federico Mantecón)