BOLONIA / Un ‘Otello’ símbolo de la normalidad postcovid
Bolonia. Teatro Comunale. 30-VI-2022. Verdi: Otello. Roberto Aronica (Otello), Federica Vitali (Desdémona), Angelo Veccia (Jago), Marco Miglietta (Cassio), Pietro Picone (Roderigo), Marina Ogii (Emilia). Coro y orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: Asher Fisch. Dirección escénica: Gabriele Lavia.
Una de las malas costumbres de la crítica de ópera es asistir solo a los estrenos de las producciones, que normalmente no son más que el inicio de una larga serie de representaciones. De esta manera se pierde la oportunidad de ver espectáculos ya madurados, rodados después de días sucesivos. Solo se valoran los intérpretes del primer día y se oculta de la reflexión los segundos repartos, que en muchos casos tienen bastante interés. Y finalmente se percibe la fría reacción de un público encorsetado dispuesto a pagar más por la parafernalia del estreno. En este caso hemos contravenido todas las normas y hemos asistido a la última representación de este Otello; en realidad, la última función de la temporada antes del paréntesis estival en Bolonia. Lo primero que nos sorprende agradablemente es la asistencia de público joven, fruto de un buen sistema de acceso de última hora. No solo se crean nuevos públicos, sino que los intérpretes son agraciados con cálidos y largos aplausos. Un público nuevo que disfruta sin prejuicios de lo que ve sobre la escena.
Este Otello lleva dos años intentando su estreno. Se concibió al final de la temporada que fue cerrada por la irrupción de la pandemia. Después se remodeló la producción en los primeros momentos de reactivación del Teatro Comunale en el otoño del 2020. Estaba pensada para el PalaDozza, el palacio de los deportes de la ciudad, donde se ubicó la compañía de ópera para poder mantener todas las distancias de seguridad necesarias en aquellos momentos, tanto para el público como para los artistas. La reactivación del covid llevó a una nueva suspensión, que ha esperado hasta ahora. Todo un símbolo de que tal vez estemos volviendo a la normalidad, que se refleja en cada vez es más el público que se olvida de las mascarillas.
La puesta en escena de Gabriele Lavia se basa en un gran telón suspendido sobre la escena. Una gigantesca tela que simboliza la apertura del escenario, pero también el movimiento del fatídico pañuelo, germen de la tragedia. Es un acertado elemento tanto por su movimiento como por su capacidad de transformarse con la iluminación. Concebido para un gran espacio, funciona también dentro del teatro con momentos mágicos como el cambio al color verde en el concertante final del tercer acto o la suave sacudida en rojo que se produce en el momento en que Otelo asesta el golpe mortal a Desdémona. Una escenografía viva que añade pasión al drama.
Uno de los puntos más destacables de la noche fue la presencia del tenor Roberto Aronica, como tenor protagonista. Una voz squillante, sonora y poderosa, que cumple bien con las exigencias más épicas del papel. También encuentra los matices introspectivos del personaje, como en un magnífico Dio mi potevi donde regula la progresión que partiendo de la nada (Verdi pone en la partitura con voce soffocata) llega a un enérgico grito final. Aronica posee una voz clásica de lírico-spinto, con un canto apoyado en el texto y en el registro central de la voz, que circula también en los momentos más líricos como el dúo del final del acto primero.
A su lado estuvo la soprano Federica Vitali, una joven voz de las llamadas veristas, con un rico timbre que muchas veces no resulta suficientemente controlado, con cierta tendencia a buscar trucos poco refinados en el fraseo. Su falta de solidez en el registro grave debilita además la expresividad que exige Verdi en esas hermosas frases descendentes tan características de sus últimas óperas. Por fortuna se encontró más cómoda en el último acto, ofreciendo mejores prestaciones en momentos más líricos, como la canción del sauce o el Ave María. El barítono Angelo Veccia resolvió bien los momentos explosivos del famoso Credo, aunque también supo construir un personaje más complejo, de medias voces y frases entrecortados, tan importante en el rol de Yago. Muy bien el resto del reparto, tanto el Cassio del tenor Marco Miglietta, como la Emilia de Martina Ogii, que supo sostener bien la difícil escena final. Un reparto totalmente italiano que muestra el buen hacer del mercado nacional en este tipo de repertorio.
Verdi ofrece en Otello su paleta más rica de instrumentación, llena de sugerentes y originales detalles. La orquesta titular del Comunale los resuelve bien, como los divisi en las cuerdas graves de las partes más líricas o el hermoso juego de los vientos del inicio del acto final. Sin duda el trabajo que se hace en Bolonia alternando el repertorio alemán con el italiano facilita esta curiosa fusión que se produce en este último Verdi. No en vano fue en Bolonia donde se representó por primera vez en Italia una ópera de Wagner, un famoso Lohengrin en 1870, al que asistió el maestro de Busseto escondido al fondo de un palco. Asher Fisch es un director que conoce bien este repertorio y cuida todos los detalles, ofreciendo una lectura limpia basada en un estricto control rítmico, a la que solo le falta una cierta capacidad de vuelo lírico en muchos momentos, un aliento más poético tan necesario por ejemplo en el dúo del final del primer acto.
Este Otello ha llegado por fin al escenario de Bolonia. La normalidad se recupera en los teatros líricos, que ya pueden construir temporadas sin limitaciones. Vuelve también el público, no solo el más melómano, sino también el público joven y los habituales extranjeros que recorren Italia disfrutando de estas versiones clásicas, magníficamente interpretadas. Una producción pensada en el momento más difícil de la pandemia, que se realiza ahora en un contexto diferente, con buenos resultados.
Víctor Sánchez Sánchez
(Foto: Andrea Ranzi)
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