BOGOTÁ / Vigoroso y dinámico concierto de la Orquesta Nacional de España
Bogotá. Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 30-VIII-2024. Orquesta Nacional de España. Primer concierto por la paz de Colombia. Director: David Afkham. Pablo Sáinz-Villegas, guitarra. Obras de Turina, Rodrigo, Tárrega, R. Strauss, Falla y Giménez.
La Orquesta Nacional de España dejó una buena impresión en su primer concierto en Bogotá por el dinamismo y energía en la dirección de David Afkham. Este vigor y exaltación en la interpretación de las obras fue la mayor virtud del músico, como también su lado más débil, pues tiende a generar excesivo volumen en el cuerpo del conjunto, así como tener un ritmo frenético en la interpretación de las secciones rápidas de las partituras.
El apasionamiento de Afkham no es negativo, da unas dimensiones vivaces a las partituras de las obras y les infunde vigor. Esta visión no puede ser del agrado de todas las personas, pero para las páginas seleccionadas del concierto es necesaria, por no decir, fundamental para mostrar la riqueza de los matices de las Danzas fantásticas de Joaquín Turina, el Don Juan de Richard Strauss y El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, sin dejar de lado el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo.
La versión del Don Juan de Strauss estuvo a gran altura. La ONE comenzó de una manera afirmativa y vigorosa el inicio de la partitura, en especial el arpegio de los violonchelos con el motivo del deseo de conquista del caballero galante y calavera. Esta obra no está inspirada en las obras de Tirso de Molina, ni tampoco en Molière o José Zorrilla, sino en Nicolaus Lenau, quien dejó su obra inconclusa. En este fragmento no existe el “Tan largo me lo fiáis”, ya que predomina la visión romántica del antihéroe donde hay triunfo, pero también desilusión y la decadencia.
Este poema sinfónico destacó por la agilidad en la ejecución, con buenos contrastes instrumentales y con una exposición temática con gran sonoridad. Si bien hubo algunos fallos en algunas entradas de los metales, esta versión se pudo calificar como notable. Es importante felicitar a Víctor Manuel Ánchel Estebas, el oboísta que interpretó de manera magnífica la variación lírica para este instrumento de la partitura de Strauss, donde –de acuerdo con el plan programático y argumentativo de la obra– la dama cae rendida ante los requiebros del tunante caballero.
A lo largo de la partitura del Don Juan, David Afkham se percibió más cercano a la tradición sinfónica alemana, y dirigió con gran seguridad, pues en las versiones de las obras de los compositores españoles se percibió menos confianza y, en realidad, iba más por el volumen y el ritmo frenético, que por el color orquestal de las partituras. El concierto inició con las Danzas fantásticas de Joaquín Turina, compositor sevillano que realizó varias páginas musicales en honor a su ciudad natal.
Todas las partes de las Danzas fantásticas tienen un preámbulo de la novela Orgía del escritor José Más, un célebre autor de la época, hoy un poco olvidado. En la primera, titulada Exaltación se puede leer “Parecía como si las figuras de ese cuadro incomparable se movieran dentro del cáliz de una flor”. Realmente, si tomamos esta idea, las imágenes de esta edición de la partitura de Turina estuvieron más bien difusas en la versión de David Afkham. Como se ha comentado, estaba más pendiente del elemento rítmico que de la misma sutileza armónica de la obra. Esto también le pasó a la Suite N°. 2 de El sombrero de tres picos, en donde la partitura estuvo más cercana al ideal voluminoso y grandioso de la tradición sinfónica alemana, en vez, de la escuela impresionista francesa más cercana a la obra de Falla.
En cuanto a El sombrero de tres picos, la jota final interpretada por la ONE con el eufórico ritmo y velocidad de Afkham, ni los bailarines más veloces de este baile de Zaragoza o de todo Aragón, tendrían el poder de seguir el paso marcado por el director de orquesta. Eso sí, gracias a los cuatro pares de castañuelas de la percusión, este fragmento terminó de una manera grandiosa el concierto. De manera amable dieron dos propinas, la primera de ellas, el intermedio de la zarzuela La boda de Luis Alonso de Gerónimo Giménez, una obra que llevan en las venas los instrumentistas y se nota que se la conocen al dedillo. En este momento, como se dice en estos lares, fueron los músicos de la orquesta quienes mandaron la parada.
La segunda propina fue la Danza española n° 1 de la ópera La vida breve de Manuel de Falla. En este fragmento, Afkham estuvo más suave y amable. También la orquesta dirigió este baile con mucha elegancia. Es importante dar un gran bravo a la sección de percusión en todo el concierto, sobre todo a los encargados de las castañuelas, de la pandereta, quienes dieron ese sabor español tan reconocido en todo el mundo.
No se puede olvidar el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo con el guitarrista Pablo Sáinz-Villegas, quien el año pasado interpretó la misma obra con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. El instrumentista impecable como siempre, con los vívidos toques de este instrumento de cuerda y, sobre todo, esa técnica que hace diferenciar cada uno de los acordes de la partitura. Destacó en especial en el adagio, con una diáfana cadencia de los sonidos, pero en conjunto con la ONE, el resultado estuvo variable.
Durante el concierto de Rodrigo, Afkham manejó la orquesta con gran sonoridad, tanto que en el primer movimiento se sintió desvanecido el sonido de la guitarra y este Allegro con spirito estuvo muy rapidito. Sáinz-Villegas fue inteligente y no subió el sonido del instrumento, de lo contrario, habría reventado las cuerdas. El resultado general, muy desigual. En conjunto, esta misma obra tuvo mejores resultados el año pasado con la Sinfónica Nacional de Colombia.
También fue de agradecer al guitarrista el bis, Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, un momento sobrecogedor entre el solista y el público bogotano. Como el concierto se conectaba con la paz en Colombia, Sáinz-Villegas hizo la observación que el fragmento refleja las fuentes de este palacio y termina en un pianissimo y, por ello, solicitó silencio luego de su interpretación. Así se hizo durante unos cuarenta segundos y luego, la audiencia lo ovacionó con todo cariño.
Ricardo Visbal Sierra
(fotos: Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo / Juan Diego Castillo)