BOGOTÁ / Prodigios y aciertos musicales de la ópera ‘La vida es sueño’ de Juan Pablo Carreño
Bogotá. Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 22-VII-2023. Andrés Felipe Agudelo (Segismundo), Laura Gómez (Rosaura), Ernesto Morillo (Clotaldo), Paola Leguizamón (Clarín), César Gutiérrez (Basilio). Orquesta barroca La Chapelle Harmonique. Dirección musical: Valentin Tournet. Dirección de escena: Alejandro Chacón. Juan Pablo Carreño: La vida es sueño.
El significado del mensaje de la obra teatral La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca es compleja por los diversos temas metafísicos, filosóficos y religiosos que trata a lo largo de sus tres jornadas. El escritor del Siglo de Oro realza el sentido de la libertad, del buen ejercicio del poder público, de la independencia de los seres humanos, del sentido del destino, sin dejar de lado el punto central que consiste en analizar si estamos en un sueño o en el teatro del mundo.
El libretista Iván Olano Duque tomó los fragmentos más reconocidos de la obra calderoniana y los adaptó a una lógica teatral con coherencia en la reducción y adaptación de los versos del autor para la coherencia y la lógica del tiempo de un drama en música. Sin embargo, es curioso, dejó de lado el tema amoroso al eliminar los personajes de la infanta Estrella y de Astolfo. Es decir, en esta edición no hubo penas ni requiebros de amor, uno de los temas favoritos de las óperas de todos los siglos.
Como es una ópera nueva, el compositor Juan Pablo Carreño desarrolló una creación musical basada en los cánones del primer barroco, pues la obra revive los recitados poéticos, los madrigales, el contrapunto, el bajo continuo y algún que otro ayre. Si bien se inspira en el estilo de este periodo, no deja de tener originalidad, pues se da más fuerza al texto de La vida es sueño porque enlaza la riqueza de la lírica de los versos calderonianos con el sonido de época. Cabe destacar en este punto el excelente trabajo del conjunto de música antigua La Chapelle Harmonique de Francia, dirigida por Valentin Tournet.
La ópera tiene tres jornadas, y comienza con el verso “Hipogrifo violento” en forma de madrigal en contrapunto, con un gran uso de la percusión imitando las tormentas. Estos sonidos dan a conocer el drama que el espectador va a presenciar en el escenario. Este momento musical hizo recordar a las impetuosas composiciones de Jean Baptiste Lully.
El rol de Segismundo se asignó a la tesitura de tenor y se puede decir que es el papel más exigente desde el punto vocal, ya que Juan Pablo Carreño, el compositor, dispuso que el centro de gravedad de toda la obra fuese este personaje con su presencia continua en el escenario y constantes como largas intervenciones en la partitura. El joven tenor Andrés Felipe Agudelo interpretó al príncipe de Polonia, y si bien lo hizo de una manera excelente, la línea melódica exige muchos agudos que ponían nerviosos a los cantantes. Con este reto de los cambios de tonos, el intérprete superó con valentía todos estos obstáculos.
La jornada primera y la segunda están más cercanas a la recitación de los versos de Calderón. Se puede decir que primó la palabra sobre la música, pues durante la obra tanto el clavecín como el organo di legno acompañaron a los intérpretes. Durante estas escenas, las tradicionales lamentaciones madrigalísticas estuvieron presentes, y de este modo, en el famoso monólogo “¡Ay mísero de mí, y ay infelice! / Apurar los cielos pretendo!” se percibió toda la influencia de Monteverdi y Gesualdo. Entre los versos del largo fragmento el autor utilizó el ritornello como en el prólogo de la Fábula de Orfeo.
Los monólogos de Clotaldo se acompañaron por el clavecín y el bajo continuo, con sonoridades más cercanas a las de Johann Sebastian Bach. Este papel lo interpretó Ernesto Morillo y lo hizo con mucha gravedad, dada las características del personaje. También es de destacar la labor del rey Basilio, interpretado por César Gutiérrez, quien con su experiencia dio el suficiente vigor a las líneas melódicas de los versos de Calderón de la Barca.
Se deben destacar algunos fragmentos de la obra, como el final de la segunda jornada de la ópera, donde está el soliloquio de Segismundo “Es verdad, pues reprimamos / esta fiera condición”, donde termina con los famosos versos “que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son”. En esta página tan célebre, el compositor lo hizo en forma de ayre y de una manera más madrigalística, donde las voces del eco se escuchaban en la tras escena y, con este juego de colores y matices el desdichado personaje describió su incredulidad ante su experiencia del sueño y las vivencias de la realidad.
Ya en la tercera jornada, aparece más perfilado Clarín, el cómico de La vida es sueño. Es de anotar que empezó la jornada y cantó un ayre con ritmo y dinamismo, ya que en los ritornellos se utilizaron las castañuelas para dar vida al alegre personaje. Este papel lo interpretó la mezzo Paola Leguizamón con gran vivacidad y gracia, pero no se deja de percibir que este rol queda desdibujado en la ópera, ya que no se le da la importancia que tiene en la obra teatral.
Es de destacar el final de la ópera en forma de contrapunto donde los cantantes interpretan el soliloquio “que toda la vida es sueño” y el verso “¡Viva Segismundo, viva!”. Este momento musical recuerda esos grandes concertantes propios de la ópera rossiniana, o hasta la misma conclusión de Falstaff de Verdi. Este momento de la partitura fue vibrante y muy brillante por el dinamismo del tejido musical.
El desafío de crear una ópera sobre La vida es sueño de Calderón de la Barca es un reto grande y ambicioso. Se puede decir que la utilización de los tonos y armonías de la época del Siglo de Oro por parte del compositor Juan Pablo Carreño hace muy interesante la obra por la intención estética de imitar, reutilizar y crear una partitura con la sonoridad del primer periodo del barroco musical. Se debe apuntar que se echó en falta una fanfarria al inicio de la primera jornada, intermedios instrumentales antes de iniciar las escenas importantes y, sobre todo, el madrigal amoroso. Hubo más líneas metafísicas, filosóficas y guerreras que notas con los dardos del dios Cupido.
Ricardo Visbal Sierra
(fotos: Juan Diego Castillo/ Teatro Mayor)