BOGOTÁ / Notable y vívido concierto de Dudamel con la Filarmónica de Los Ángeles
Bogotá. Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 19-X-2024. Orquesta Filarmónica de los Ángeles. Coro Nacional de Colombia. Director: Gustavo Dudamel. Alisa Weilerstein, chelo. Jana McIntyre, soprano. Deepa Johnny, mezzosoprano. María Valverde, narradora. Ortiz: Concierto para violonchelo ‘Dzonot’ (Celote). Mendelssohn: Música incidental de El sueño de una noche de verano.
Respeto por la naturaleza, defensa de los ecosistemas, vida de los bosques, seres mitológicos y mundo de las hadas son los temas del concierto para violonchelo ‘Dzonot’ de la compositora mexicana Gabriela Ortiz y la música incidental El sueño de una noche de verano de Felix Mendelssohn. Estas obras de dos épocas y estéticas diferentes se relacionan entre sí por sus contrastes sonoros a lo largo de cada una de estas partituras. De estas posibilidades sonoras, el mediático Gustavo Dudamel logró una notable velada musical con la Orquesta Filarmónica de los Ángeles.
Dzonot es una obra con inspiración ecológica, pues es la representación musical de los cenotes, los túneles de agua dulce de Yucatán, un ecosistema en peligro de desaparecer por la contaminación por la crisis climática actual. La compositora Gabriela Ortiz en su presentación de su obra en el programa de mano afirma que “en la cultura maya, los cenotes son considerados como fuentes de la vida misma. También representan entradas al inframundo, o Xilbalbá, un lugar sagrado donde reina la oscuridad y habitan sombras, dioses y espíritus”.
El concierto para violonchelo tiene reminiscencias del impresionismo francés, en especial de Debussy. En sí, toda la obra tiene una elegancia gala en su forma de desarrollar la composición, sin dejar de lado las disonancias y los ecos de la música indígena de los pueblos de México, así como ecos del compositor Carlos Chávez. En la parte final del primer movimiento, titulado Luz vertical, se percibió el sonido natural del ambiente del bosque tropical húmedo de estos túneles de agua mediante un juego de sonidos de las maderas y la percusión.
El papel del violonchelo en la partitura es una voz más de los instrumentos. No hay arranques de pasión, ni largas cadencias, tampoco se percibieron juegos virtuosos desmedidos. La chelista Alisa Weilerstein, ‒a quien está dedicada la obra‒, lo realizó con delicadeza y el sonido fluyó de una manera agradable sin exagerar en el volumen del instrumento. Sorprendió en este concierto lo sosegado de la dirección de Dudamel, quien a lo largo de los últimos años, su batida se ha vuelto más austera.
En la segunda parte del programa se interpretó la edición integral de la música incidental de El sueño de una noche de verano, partitura inspirada en la comedia de William Shakespeare. La interpretación de la partitura se acompañó con un acompañamiento de videoarte diseñado por Alberto Arvelo, que no fue del otro mundo, más bien estuvo muy simple la narración. Mejores diseños visuales se han visto en Bogotá y, como ejemplo de ello, se puede citar el montaje de la ópera Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw) de Britten en 2019 en el Teatro Colón de la ciudad, bajo la dirección de Ramiro Gutiérrez Castro.
Entre los movimientos musicales la actriz María Valverde ‒esposa de Dudamel‒ recitó varios fragmentos de la comedia de Shakespeare. La selección de los fragmentos estuvo un poco desigual, en especial al final, cuando ella dice ser Puck, el duende de la comedia, y está con el vestuario de Titania, la reina de las hadas. Aun así, con estas disparidades, la declamación permitió hacer una conexión entre la exposición musical de Mendelssohn y el contenido argumental de la obra teatral del mundo de las hadas de Shakespeare.
En cuanto a la interpretación de El sueño de una noche de verano de Gustavo Dudamel se puede considerar muy humano, más realidad de carne y hueso que una visión del reino mágico del mundo de Oberón, Titania y Puck. En los primeros acordes de la Obertura resultaron promisorios por el efecto etéreo del sonido de la Orquesta Filarmónica de los Ángeles, pero de un momento a otro, el director rompió el encantamiento de los bosques de las hadas a la triste realidad de una interpretación vigorosa y rápida. En la exposición de este fragmento quedó relegado el famoso sonido del rebuzno del asno.
Ante la rapidez de Dudamel en el desarrollo de los pasajes intimistas, la música incidental se percibió más dramática y, por ello, dejó de lado el efecto etéreo de la instrumentación. Se puede citar el Nocturno, donde los instrumentos de viento entraron desacompasados, pero la cosa no mejoró, pues el efecto de la serenidad, del ambiente sosegado descrito por Mendelssohn resultó poco melancólico. Lo mismo sucedió cuando intervino el coro de hadas y duendes con sus compases llenos de gracia, todo estaba pesado y sin lirismo, aun con la buena interpretación de las solistas Jana McIntyre y Deepa Johnny acompañadas por el Coro Nacional de Colombia.
Como suele suceder, la Marcha nupcial no pasó desapercibida y los cobres de la Filarmónica de los Ángeles se lucieron por la gran sonoridad en esta pieza tan popular. Las orquestas estadounidenses siempre tienen fama de tener los mejores instrumentistas de trompetas, trombones, trompas, tubas, percusión y les dan un sonido característico que no tienen del todo las agrupaciones europeas. Esta calidad viene por animar los aburridos partidos de fútbol americano desde el bachillerato ‒High School‒ o el colegio universitario –College‒. Esto se percibió en este fragmento de la obra de Mendelssohn, donde Dudamel con su vitalidad y ritmo lo dirigió con mucha energía. No se podía esperar menos.
También en la Danza bergamasca la orquesta se lució por lo dinámico de su instrumentación, pero a la Marcha fúnebre le faltó más gracia porque es un scherzo, una broma musical. En realidad, siempre he considerado que Dudamel es excelente en los fragmentos donde el colorido orquestal, lo vibrante, lo rítmico es excelente y esto se percibió en la música incidental de El sueño de una noche de verano. El director al ser tan extrovertido en su forma de dirigir, así como en su forma de ser, muchas veces le falta más la capacidad de introversión, de lirismo y de melancolía cuando lo requieren las partituras, como sucede en esta obra de Mendelssohn.
Ricardo Visbal Sierra
(fotos: Juan Diego Castillo/Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo)